viernes, 30 de noviembre de 2012


EFRAÍN HUERTA






La paloma y el sueño




Tú no veías el árbol, ni la nube ni el aire.
Ya tus ojos la tierra se los había bebido
y en tu boca de seda sólo un poco de gracia
fugitiva de rosas, y un lejano suspiro.

No veías ni mi boca que se moría de pena
ni tocabas mis manos huecas, deshabitadas.
Espeso polvo en torno daba un sabor a muerte
al solemne vivir la vida más amarga.

Había sed en tus ojos. Suave sudor tu frente
recordaba los ríos de suave, lenta infancia.
Yo no podía con mi alma. Mi alma ya no podía
con mi cuerpo tan roto de rotas esperanzas.

Tus palabras sonaban a olas de frágil vuelo.
Tus palabras tan raras, tan jóvenes, tan fieles.
Una estrella miraba cómo brilla tu vida.
Una rosa de fuego reposaba en tu frente.

Y no veías los árboles, ni la nube ni el aire.
Parecías desmayarte bajo el beso y su llama.
Parecías la paloma extraviada en su vuelo:
la paloma del ansia, la paloma que ama.

Te dije que te amaba, y un temblor de misterio
asomó a tus pupilas. Luego miraste, en sueños,
los árboles, la nube y el aire estremecido,
y en tus húmedos ojos hubo un aire de reto.

No parecías la misma de otras horas sin horas.
Ya sueñas, o ya vuelas y ni vuelas ni sueñas.
Te fatigan los brazos que te abrazan, paloma,
y, al sollozar, a un lirio desmayado recuerdas.

Ya sé que estoy perdido, pero siempre ganado.
Perdido entre tu sombra, ganado para nunca.
Mil besos son mil pétalos protegiendo tu piel
y tu piel es la lámpara que mis ojos alumbra.

¡Oh geografía del ansia, geografía de tu cuerpo!
Voy a llorar las lágrimas más amargas del mundo.
Voy a besar tu sombra y a vivir tu recuerdo.
Voy a vivir muriendo. Soy el que nunca estuvo.


MANUEL ALCÁNTARA






En aquel tiempo



Yo tuve el corazón capaz de lluvia.
Ocurría febrero con sus alas
y el tiempo digital nos puso juntas
las manos y los ojos y los cuerpos:
toda la tierra que el amor excusa.
Igual que el viento en las banderas altas
se comportó en nosotros esta música.

Me fui quedando acompañado y cierto,
entendido en los bosques de mi jungla,
leñador orgulloso de raíces
que no debieron nunca estar ocultas.
Lo de siempre se puso a ser distinto:
el mar entero cupo en una urna,
el hielo de los vasos provenía
de una lejana nieve, nuestra y única,
mis manos migratorias se quedaron
a vivir en tu tierra más profunda
y en mi boca, de siempre descontenta,
dimitían de pronto las preguntas.

Presenciadas por dos cambian las torres,
la muerte aplaza sus gestiones últimas
y estar vivo se agita y condecora.
La muerte debe ser como un espejo
donde uno mira y mira sin ver nunca.
Ven cerca. Más. Que entre los dos no quepa
ninguna muerte ni ninguna duda.
Te hablo desde febrero y desde siempre:
sabemos del amor por lo que alumbra,
por lo que tuerce y acrecienta y rige,
por su forma de andar en la penumbra...
Y así, sobre semanas perseguidas
izamos con esfuerzo nuestra alma.

CONSTANTINO KAVAFIS




  
Deseos



A cuerpos hermosos de muertos que no envejecieron
y los guardaron, con lágrimas, en un bello mausoleo,
con rosas a la cabeza y a los pies jazmines -
se asemejan los deseos que pasaron
sin cumplirse; sin merecer una
noche de placer, o una mañana luminosa.

MANUEL SCORZA




  


Crepúsculo para Ana




Sólo para alcanzarte escribí este libro.
Noche a noche,
en la helada madriguera
cavé mi pozo más profundo,
para que surgiera, más alta,
el agua enamorada de este canto.

Yo sé que un día las gentes
querrán saber por qué hay tanto rocío en las praderas,
yo sé que un día
irán ansiosas a los campos,
seguirán los hilos de los prados,
y a través de las florestas
llegarán hasta mi pecho,
y comprenderán,
-lo siento, estoy sintiéndolo-,
que es mi amor quien platea por ti el mundo en las mañanas,
y verás esta hoguera.

Desde ciudades enterradas,
desde salones sumergidos,
desde balcones lejanísimos,
verás este amor,
y escucharás mi voz
ardiendo de hermosura,
y comprenderás que sólo por ti he cantado.
Porque sólo por ti estoy cantando.

¡Sólo por ti resplandece
mi corazón extraviado!
¡Sólo para que me veas,
ilumino mi rostro oscurecido!
¡Sólo para que en algún lugar me mires
enciendo, con mis sueños, esta hoguera!

¡El Mudo,
El Amargo,
El Que Se Quedaba Silencioso,
te habla ahora a borbotones,
te grita cataratas, inmensidades!

Algún día amarás,
alguna vez
en las lianas de la ternura enredada
comprenderás que cuando el dolor nos llega
es imposible hablar;
cuando la vida pesa, las manos pesan:
es imposible escribir.

Hasta que con los años las escamas se nos caen.
Y un día, al volver el rostro,
vemos a lo lejos,
como remotos barcos encallados,
cosas que creíamos llevar dentro,
y miramos que son musgo los amores más ardientes.
¡El hombre enceguecido
no escucha las campanadas silenciosas de la hierba,
hasta que encuentra en los caminos,
como culebra, su antigua piel,
y reconoce entre las ruinas
su vieja máscara oxidada,
y descubre agujeros rotos
do eran ojos fulgurantes,
porque el tiempo crudelísimo
injurió el Rostro Puro,
y los años nos pusieron
anteojos de melancolía,
con los ojos que se mira la ruina,
el otoño,
la grosura de las mujeres!

Surge entonces
el Dolor inextinguible,
cual surge ahora esta voz
que llora por los días hermosos,
cuando la vida era azul.
Porque todo lo que nace ha de morir.
¡No digo más porque me entiendes!
Tú sabes que sólo quiero
que, en algún lugar, leas esta carta,
antes que envejezcan los carteros
que te buscan
a la salida de las iglesias,
entre las recién casadas,
a la hora del jazmín rendido.

¡Quiero que el rayo de mi ternura
traspase con lanza a los que no conozco,
y salte noche hirviendo
a los ojos de los que abran este libro,
y en algún lugar
un día de este mundo,
me oigas
y te vuelvas,
como quien se vuelve extrañado
al sentir detrás el resplandor de un incendio,
y comprendas que estoy ardiendo por ti,
quemándome
sólo para que veas,
desde tan lejos, esta luz!

De "Los adioses "

OLIVERIO GIRONDO






Que los ruidos te perforen los dientes...




Que los ruidos te perforen los dientes,
como una lima de dentista,
y la memoria se te llene de herrumbre,
de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros,
una pata de araña;
que sólo puedas alimentarte de barajas usadas
y que el sueño te reduzca, como una aplanadora,
al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle,
hasta los faroles te corran a patadas;
que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte
ante los tachos de basura
y que todos los habitantes de la ciudad
te confundan con un madero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor",
digas: "Pescado frito";
que tus manos intenten estrangularte a cada rato,
y que en vez de tirar el cigarrillo,
seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones;
que al acostarse junto a ti,
se metamorfosee en sanguijuela,
y que después de parir un cuervo,
alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto,
para que los espejos, al mirarte,
se suiciden de repugnancia;
que tu único entretenimiento consista en instalarte
en la sala de espera de los dentistas,
disfrazado de cocodrilo,
y que te enamores, tan locamente,
de una caja de hierro,
que no puedas dejar, ni por un solo instante,
de lamerle la cerradura.

FRANCISCO GÁLVEZ





Breve paraíso



Para el placer y la muerte un solo instante,
si en ambas se abandona vigor y belleza
o se ejercita de igual modo el conocimiento
y la desolación de la naturaleza:
pues si la luz no arroja sombras,
de nada valen los relieves.


De "Iluminación de las sombras"

jueves, 29 de noviembre de 2012


CONSTANTINO KAVAFIS






Recuerda, cuerpo...



Cuerpo, recuerda no solamente cuánto fuiste amado,
no sólo los lechos en que te acostaste,
sino también aquellos deseos que por ti
brillaban en los ojos manifiestamente,
y temblaban en la voz -y algún
obstáculo casual los hizo vanos.
Ahora que todo ya está en el pasado,
parece casi como si a los deseos
aquellos te hubieses entregado -cómo brillaban,
recuerda, en los ojos que te miraban;
cómo temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.


CARLOS PELLICER




  

¿Qué harás?




¿Qué harás? ¿En que momento
tus ojos pensarán en mis caricias?
¿Y frente a cuales cosas, de repente,
dejarás, en silencio, una sonrisa?
Y si en la calle
hallas mi boca triste en otra gente,
¿la seguirás?
¿Que harás si en los comercios --semejanzas--
algo de mi encuentras?
¿Qué harás?
¿Y si en el campo un grupo de palmeras
o un grupo de palomas o uno de figuras
vieras?
(Las estrofas brillan en sus aventuras
de desnudas imágenes primeras.)

¿Y si al pasa frente a la casa abierta,
alguien adentro grita: ¡Carlos!?
¿Habrá en tu corazón el buen latido?
¿Cómo será el acento de tu paso?

Tu carta trae el perfume predilecto.
Yo la beso y la aspiro.
En el rápido drama de un suspiro
la alcoba se encamina hacia otro aspecto.
¿Qué harás?
Los versos tienen ya los ojos fijos.
La actitud se prolonga. De las manos
caen papel y lápiz. Infinito
es el recuerdo. Se oyen en el campo
las cosas de la noche. --Una vez
te hallé en el tranvía y no me viste.
--Atravesando un bosque ambos lloramos.
--Hay dos sitios malditos en la ciudad. ¿Me diste
tu dirección la noche del infierno?
--...Y yo creí morirme mirándote llorar.
Yo soy...
Y me sacude el viento.
¿Qué harás?


OCTAVIO PAZ





Soneto



Del verdecido júbilo del cielo
luces recobras que la luna pierde
porque la luz de sí misma recuerde
relámpagos y otoños en tu pelo.

El viento bebe viento en su revuelo,
mueve las hojas y su lluvia verde
moja tus hombros, tus espaldas muerde
y te desnuda y quema y vuelve hielo.

Dos barcos de velamen desplegado
tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.
Tu vientre es un jardín petrificado.

Es otoño en tu nuca: sol y bruma.
Bajo del verde cielo adolescente.
tu cuerpo da su enamorada suma.

CARLOS PUJOL






Una luz de cordura...



Una luz de cordura
explica misteriosa años y enigmas
que no se dejan explicar, sucede
como en un buen poema, que en el fondo
solamente ilumina lo sabido
con humildes palabras
a las que se abandona la memoria.
El oro de la tarde se oscurece,
regresamos perdidos a la noche.


MANUEL SCORZA





  
Rosa única



La hierba crece ahora
en todos los crepúsculos donde antes sonreías.

La hierba o el olvido. Es igual.
Entre mi dolor y tu silencio,
hay una calle por donde te marchas lentamente.

Hay cosas que no digo porque ciertas palabras
son como embarcarse en interminables viajes.
Para mi amor siempre tendrás veinte años.
Mientras yo cante en tus ojos habrá agua limpia.
Ya para siempre
mi amor te circunda de cristal.

Puedes morir mil veces.
Inmutable en mi canto estás.
Puedo olvidarte.
Mas olvidada, resplandecerás.

¿Qué son las luciérnagas
sino remotas luces
que extintos amadores antaño encendieron?
¿Qué son sino carbones
de hogueras que perduran,
tras que sus caras y sus bocas se rompieron?

Te digo que ni el rocío
con tu rostro se atreverá

No envejecerá la muchacha
que, reclinada en mi sangre,
un día miró una rosa hasta volverla eterna.

Ahora la Rosa eterna está.
Yo la distingo única,
perfecta, en los jardines.
Por las montañas y collados
búscanla gentíos.
Sólo mis ojos que tus ojos vieron,
la pueden mirar.


OLIVERIO GIRONDO





Nocturno



Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.
Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro
y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.

miércoles, 28 de noviembre de 2012


PATRICIA CABEZAS






Cortejo



Mientras cae la lluvia sobre tu cabello,
observo el viento, las hojas
desde mi ventana
los suaves goterones marchan alrededor de tu cuerpo
como un cortejo de lágrimas

tendido entre las piedras
la tierra te recibió en cama helada
Te veo, se remecen mis entrañas
El alma se me suelta y la atrapa mi garganta
silencio nuevamente y el caer del agua
como si la lluvia fueras tú
derramando tristezas sobre las esperanzas

ya no estarás en ti... jamás
Es nada y jamás, jamás.
La lluvia ya no te moja
Ya ni siquiera tienes lágrimas
Derramado yaces sobre las hojas
Del invierno y la nada.

CECILIA PALMA






Vida




Cada Cierto tiempo
duermo el sueño
eterno
reparo las cruces
solitarias
rearmo palabras que
me arraigan en todas
las vidas y
despierto mujer con
los sentidos asomados en
el horizonte tras el sol
tan desnuda entre los
jardines del Brindavana
reptando sagrados por el
cuerpo.
Deshojo en
silencio las edades que
me habitan
desde las palmas me
nacen caricias cómplices
imperturbables
inconscientes
para cubrir los girasoles
desprendidos desde mi vientre.


de “Asirme de tus hombros"

AMANTE ELEDÍN






Algo más de lo que invento



Sé que eres un poco más que esa llama
Que de pronto veo encenderse en el fondo de tus ojos,
Y un poco más que esa forma que rodea tu brillo.
Algo más viene contigo:
No puede ser que seas sólo lo que yo invento.
Algo más que tú viene contigo,
Un alma ciega, párpados sellados,
Como tus ojos cuando no se abren,
Como el cielo cuando cierra sus ventanas celestes
Y deja que el mar se caiga a pedacitos.
Cuando me miras, la eternidad desnuda se pasea
Por los visillos de tus ojos.
Aletea mi alma para sacudir el polvo de su encierro.

Quiero arrancar hacia adentro de tu casa,
Al laberinto donde escondes tus manantiales.
Eres algo más que la apariencia de tu forma.
Si veo un barco, es que el mar te lleva,
Si veo un astro, es que el cielo te cultiva,
Si veo un árbol, es que un bosque te rodea,
Si veo un pájaro, el viento sueña en tus alas

Algo más eres, que lo que invento y rehago,
Algo más de lo que alcanzo
A decir con mi analfabeta lengua,
Algo más de lo que puedo llamar por tu nombre.
Sé que eres más que este sueño que en mi alma se enreda.

OCTAVIO PAZ






La hora es transparente




La hora es transparente:
vemos, si es invisible el pájaro,
el color de su canto.

Mis ojos te descubren
desnuda
y te cubren
con una lluvia cálida
de miradas

Baja
desnuda

la luna
por el pozo

la mujer
por mis ojos


ÁLVARO SOLÍS






Styx




Largo, lo que se dice hondo,
es el cauce de los ríos que no llegan al mar
y llevan en sus aguas a todos nuestros muertos.
Hondo, lo que se dice largo,
es el río que no abandona su cuenca.

Largo y hondo, lo que se dice ancho,
es el río que lleva a la amargura,
invisible por debajo de las calles
en el dolor de la madre que ha perdido a su hijo,
en el dolor del hijo que nunca conocerá a su madre.

Largo, hondo, lo que se dice invisible,
recorriendo el tiempo de la vida cotidiana,
la luz de los semáforos,
y en las llantas desgastadas de la ira,
río, invisible río,
que de tan hondo, que de tan largo
parece no llegar y llega.

Largo, lo que se dice hondo,
hondo, lo que se dice turbio,
amargo es el río que será necesario cruzar cuando anochezca.

SALVADOR NOVO






Breve romance de la ausencia




Único amor, ya tan mío
que va sazonando el Tiempo:
¡qué bien nos sabe la ausencia
cuando nos estorba el cuerpo!

Mis manos te han olvidado
pero mis ojos te vieron
y cuando es amargo el mundo
para mirarte los cierro.

No quiero encontrarte nunca,
que estás conmigo y no quiero
que despedace tu vida
lo que fabrica mi sueño.

Como un día me la diste
viva tu imagen poseo,
que a diario lavan mis ojos
con lágrimas tu recuerdo.

Otro se fue, que no tú,
amor que clama el silencio
si mis brazos y tu boca
con las palabras partieron.

Otro es éste, que no yo,
mudo, conforme y eterno
como este amor, ya tan mío
que irá conmigo muriendo.

martes, 27 de noviembre de 2012


PABLO NERUDA





Poema 20



Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos". 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como pasto el rocío. 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo. 

GABRIELA MISTRAL






Escóndeme




Escóndeme que el mundo no me adivine.
Escóndeme como el tronco su resina, y
que yo te perfume en la sombra, como
la gota de goma, y que te suavice con
ella, y los demás no sepan de dónde
viene tu dulzura...

Soy fea sin ti, como las cosas desarraigadas
de su sitio; como las raíces abandonadas
sobre el suelo.

¿Por qué no soy pequeña como la almendra
en el hueso cerrado?

¡Bébeme! ¡Hazme una gota de tu sangre, y
subiré a tu mejilla, y estaré en ella
como la pinta vivísima en la hoja de la
vid. Vuélveme tu suspiro, y subiré
y bajaré de tu pecho, me enredaré
en tu corazón, saldré al aire para volver
a entrar. Y estaré en este juego
toda la vida.

PEDRO GARFIAS




  

Nuevos acordes


A Juan Naves

Sé que si le grito fuerte
el silencio se acongoja.
Sé que si la piso duro
es la piedra la que llora.
Sé que si camino aprisa
se me derrumban las hojas.
Por eso voy con cuidado,
acariciando las formas,
mirando a un lado y al otro
y respetándolas todas.
Que hay quien se duele del cuerpo
y a mí me duelen los hombres
y las cosas.



CONSTANTINO KAVAFIS





Velas



Los días del futuro están delante de nosotros
como una hilera de velas encendidas
-velas doradas, cálidas, y vivas.
Quedan atrás los días ya pasados,
una triste línea de veles apagadas;
las más cercanas aún despiden humo,
velas frías, derretidas, y dobladas.
No quiero verlas; sus formas me apenan,
y me apena recordar su luz primera.
Miro adelante mis velas encendidas.
No quiero volverme, para no verlas y temblar,
cuán rápido la línea oscura crece,
cuán rápido aumentan las velas apagadas.

CARLOS PUJOL





Para nombrar el mundo...



Para nombrar el mundo,
que es claro y misterioso como el agua,
busco nuevas canciones que resuenen
como un campanilleo en la memoria.
Y el tiempo vuelve atrás, como si nunca
se le hubiera ocurrido abandonarnos,
y por unos instantes la alegría
parece sernos fiel
y quedarse esta vez va para siempre.

ERNESTO CARDENAL




  
Epitafio para Joaquín Pasos



1.

Aquí pasaba a pie por estas calles, sin empleo ni puesto,
y sin un peso.
Sólo poetas, putas y picados conocieron sus versos.
Nunca estuvo en el extranjero.
Estuvo preso.
Ahora está muerto.
No tiene ningún monumento.
Pero
recordadle cuando tengáis puentes de concreto,
grandes turbinas, tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.
Porque él purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo
en el que un día se escribirán los tratados de comercio,
la Constitución, las cartas de amor, y los decretos.


MANUEL SCORZA





Viento del olvido



Como a todas las muchachas del mundo,
también a Ella,
tejiéronla
con sus sueños,
los hombres que la amaban.

Y yo la amaba.

Pudo ser para otros un rostro
que el Viento del Olvido
borra a cada instante.
Pudo ser,
pero yo la amaba.

Yo veía las cosas más sencillas
volverse misteriosas
cuando Ella las tocaba.
Porque las estrellas de la noche
¡Ella con su mano las sembraba!

Los días de esmeralda,
los pájaros tranquilos,
los rocíos azules,
¡Ella los creaba!

Yo me emocionaba
con sólo verla pisar la hierba.

¡Ah si tus ojos me miraran todavía!

Esta noche no tendría tanta noche.
Esta noche la lluvia caería sin mojarme.

Porque la lluvia no empapa
a los que se pierden
en el bosque de sus sueños relucientes,
y sus días no terminan
y son sus noches transparentes.

¿Dónde estás ahora?
¿En qué ciudad,
en qué penumbra,
en cuál bosque
te desconocen las luciérnagas?

Tal vez mientras escribo,
estás en un suburbio,
sola, inerme, abandonada...

¡Abandonada, no!

En tu ausencia
mi corazón todas las tardes muere.

lunes, 26 de noviembre de 2012

 

LUIS RAÚL CALVO




  
III



Nunca sabremos con total certeza
cual fue el ojo de la mirada
que cautivó nuestros sentidos.

Tampoco será fácil reconocer
el ojo que condenó a perpetuidad
estos rutinarios actos.

Lo que sí corroe con furia
los bajos fondos del alma
es esta libertad a medias
a que nos condujo ciegamente
ese ojo, esa mirada.