"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 5 de julio de 2017
JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ
Conversación con mi madre
Nos
encontramos bien, estables
sobre
los huesos del cansancio.
Tu
padre sale cada día
a
jugar ajedrez, y pierde
más
vista y habla menos. Yo
ya
hice la paz con la insulina.
Sus
ochenta veranos tratan
de
parecer un poco alegres.
La
oigo a nueve mil kilómetros,
muy
cerca y distante. Su voz
bruñe
los techos esmeralda
de
las mezquitas. Han llamado
a la
oración. La tarde agrieta
los
minaretes de Rabat.
La
imagino en los escalones
rojos
de la entrada, esperando
a que
mi hermano y yo lleguemos
del
colegio para abrazarnos.
La
veo zurcir las rodillas
rotas
de nuestros pantalones,
la
miro hermosa al ir de fiesta
llenando
el aire de perfume,
sus
“vitaminas para el alma”.
Hace
calor, dice, Torreón
todo
es un horno. Duermo poco
y me
levanto con la débil
luz
del alba hacia este dolor
con
marcapasos. Mis amigas
se
han marchitado y quedan pocas.
Son
muchos años, sólo vivo
para
aguardar no sé qué. Desde
un
túnel de arena y de sombras
pregunta
luego por mis hijos,
por
su salud y sus trabajos;
después
lamenta no haber visto
cómo
los dos se hicieron jóvenes
y
fuertes. Contiene el sollozo
al
preguntarme por mi vida,
por
mi visita postergada,
si
estoy comiendo bien, si duermo
las
ocho horas o persisto
en
desvelarme con un libro.
Sube
la luna y se alza el chergüi
reseco
del Sáhara, escucho
su
respirar del otro lado;
sobre
mi corazón, le digo:
estamos
bien los dos, estables.
Pienso
en su próxima pregunta
pendiente
del hilo. Y me callo.
ISABEL FRAIRE
día
de verano
hilo de araña plateado meciéndose
puente delgado y tenso
contra un azul profundo blancas nubes
verde claro e intenso contrastado con sombras
pasó la primavera se aproxima el invierno
vuela un pájaro un ladrido se oye en la distancia
mientras el sol
aquí calienta
nada por ahora se mueve
el hilo de la araña se destaca meciéndose
frágil
resistente
tendido
de lo oscuro a lo oscuro
hilo de araña plateado meciéndose
puente delgado y tenso
contra un azul profundo blancas nubes
verde claro e intenso contrastado con sombras
pasó la primavera se aproxima el invierno
vuela un pájaro un ladrido se oye en la distancia
mientras el sol
aquí calienta
nada por ahora se mueve
el hilo de la araña se destaca meciéndose
frágil
resistente
tendido
de lo oscuro a lo oscuro
EFRÉN REBOLLEDO
Tú no sabes lo que es ser esclavo
Tú no sabes lo que es ser esclavo
De un amor imperioso y ardiente,
Y llevar un afán como un clavo,
Como un clavo metido en la frente.
Tú no sabes lo que es la codicia
De morder en la boca anhelada,
Resbalando su inquieta caricia
Por contornos de carne nevada.
Tú no sabes los males sufridos
Por quien lucha rendido y que ruega,
Y que tiene los brazos tendidos
Hacia un cuerpo que nunca se entrega.
Y no sabes lo que es el despecho
De pensar en tus formas divinas
Revolviéndose solo en su lecho
Que el insomnio ha sembrado de espinas.
De: ”Hilo de Corales”
JESÚS MUNÁRRIZ
Quedar
Quedar,
quedar, quedar, como enterrados
vivos a los que va faltando el aire,
esta única obsesión: sobrevivir
cuando la nada acabe con nosotros.
Quedar, quedar, quedar, dejar un rastro
de que un día existimos, fuimos alguien,
vengarnos del callar definitivo
con este grito que llamamos arte.
Quedar, quedar, quedar, sobrevivir
aunque sea tan sólo unos segundos,
como enterrados vivos cuyas huellas
arañan la madera de la caja en que yacen.
De: "Esos tus ojos"
vivos a los que va faltando el aire,
esta única obsesión: sobrevivir
cuando la nada acabe con nosotros.
Quedar, quedar, quedar, dejar un rastro
de que un día existimos, fuimos alguien,
vengarnos del callar definitivo
con este grito que llamamos arte.
Quedar, quedar, quedar, sobrevivir
aunque sea tan sólo unos segundos,
como enterrados vivos cuyas huellas
arañan la madera de la caja en que yacen.
De: "Esos tus ojos"
JOSÉ MANUEL ARCE
Séptimo
Tus nobles manos buenas.
Tus manos dulces sobre mi veneno.
Qué llamas tibias, compañera,
entre agujas de invierno.
Qué dos brasas serenas.
En ellas el milagro que sólo mi alma y yo sabemos.
El cielo limpio en ellas.
Pósalas, compañera, como dos alas médicas
sobre el turbio hemisferio
de mi cabeza.
Sobre el dolor que tengo
de no ser Dios y sobre mis tormentas,
posa tus manos dulces de silencio,
quietas de amor, grávidas y eternas.
Siembra la fe en mi frente igual que un trigo bueno
con tus manos morenas.
Puerto de paz tus manos en mi pecho.
Como dos puertos son, como dos puertas
luminosas al cielo
que siempre están abiertas.
Soy el marino loco, ebrio de viento.
Vengo del mar oscuro, compañera.
a sal me sabe el sueño.
Traigo las manos viejas.
Soy tu marino amargo que vuelvo de los mares de los muertos
con la proa encendida y encendidas las velas
tras apagar los fuegos de San Telmo.
Vengo a tus manos plenas,
a tu profundo pecho
terrestre y generosa, compañera.
Vengo
al puerto de tus manos que es la tierra
firme en que tengo
hijo y cosecha,
amor, fuego
de hogar, semilla plena,
jubiloso arado, pecho tranquilo y fuerte, raíz, suelo,
agua clara y noble sal para mi mesa.
Y limpio, casto don para mi lecho.
¡Qué llamas tibias, qué brasas serenas,
qué dulces alas de sereno vuelo
tus manos en mi alma, compañera!
Queda mi arboladura en este suelo.
Mi ancla en esta tierra.
Tus nobles manos buenas.
Tus manos dulces sobre mi veneno.
Qué llamas tibias, compañera,
entre agujas de invierno.
Qué dos brasas serenas.
En ellas el milagro que sólo mi alma y yo sabemos.
El cielo limpio en ellas.
Pósalas, compañera, como dos alas médicas
sobre el turbio hemisferio
de mi cabeza.
Sobre el dolor que tengo
de no ser Dios y sobre mis tormentas,
posa tus manos dulces de silencio,
quietas de amor, grávidas y eternas.
Siembra la fe en mi frente igual que un trigo bueno
con tus manos morenas.
Puerto de paz tus manos en mi pecho.
Como dos puertos son, como dos puertas
luminosas al cielo
que siempre están abiertas.
Soy el marino loco, ebrio de viento.
Vengo del mar oscuro, compañera.
a sal me sabe el sueño.
Traigo las manos viejas.
Soy tu marino amargo que vuelvo de los mares de los muertos
con la proa encendida y encendidas las velas
tras apagar los fuegos de San Telmo.
Vengo a tus manos plenas,
a tu profundo pecho
terrestre y generosa, compañera.
Vengo
al puerto de tus manos que es la tierra
firme en que tengo
hijo y cosecha,
amor, fuego
de hogar, semilla plena,
jubiloso arado, pecho tranquilo y fuerte, raíz, suelo,
agua clara y noble sal para mi mesa.
Y limpio, casto don para mi lecho.
¡Qué llamas tibias, qué brasas serenas,
qué dulces alas de sereno vuelo
tus manos en mi alma, compañera!
Queda mi arboladura en este suelo.
Mi ancla en esta tierra.
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