lunes, 6 de mayo de 2019


BEYDDY MUÑOZ





Camila



Pero yo también aleteo
me paro en la mierda
olisqueo el café
le huyo a la mallita.
También sé zumbar
Morirme rápido
Pegarme contra la ventana
Igual que tú, Camila.


EDUARDO MITRE





Casi la dicha

                                                               a Martha Beatriz



En Hanover este crepúsculo de invierno.
tu denudez consumada:
                                                  brasa blanca en el lecho.
Y la mirada que vuelve a gozarla
en la penumbra del deseo.
                                                                  En la ventana
la nieve extendida
                                             como tú en el sueño
absorta
                   como mis ojos sobre la página.
Lejos:
                   el grito de los niños
que resbalan por la colina
                                                           y el silencio y el pino
plantados
                         como un solo cuerpo
en el aquí y el ahora
                                                      donde no falta sino
la palabra digna
                                         de tanto don tanta gracia.



De: "Líneas de Otoño"
 

HÉCTOR MURENA





Como un jardín abandonado



¿Por
mis amores
con el viento
del este?

Tiniebla
crece
en mi corazón.
Pero tiniebla
no es
mi corazón.

Pasa él
ella pasa
solamente
lo otro
siempre
y nunca
queda.


ROSABETTY MUÑOZ





Oveja a tropezones



Tengo miedo.
Miedo de los malos caminos
de las equivocaciones que reciben
a brazos abiertos nuestros sueños.
Espero más de lo que puedo decir
y desde que dejé de ser posibilidad
ante el abismo de ojos detenidos
siento una brumosa sensación
de amarras y telarañas.


De: “Canto de una oveja del rebaño”



CAMILO ALEJANDRO POBLETE REY





Situación Confusa



El tiempo,
Una plasticina absolutamente maniobrable,
Desconfìo tanto de esas exactitudes y confío vehementemente
En que hay una relación del todo
con el todo y
cuando llego a esas suspicacias,
me pierdo en la ausencia de
un texto que me ayude a pisar en alguna parte, a creer en algún nombre,
un apego temporal,
ignorante, no de la ignorancia
de no estar enterado,
sino de aquella de ser pequeño,
como estar pisando algo que no existe,
un tiempo muerto, un espacio del dìa
como cuando apagas la luz del velador o apagas el despertador.



CESÁR DÁVILA ANDRADE





Carta a una colegiala



Para leer esta carta
baja hasta nuestro río.
Escucharás, de pronto, una cosecha de aire
pasar sollozando en la corriente.
Escucharás la desnudez unánime
del agua y el sonido.
Y el rumor del minuto más antiguo
formado con el átomo de un día.
Mas, de repente, escucharás, oh bella música femenina,
la catarata inmóvil del silencio.

Entonces, te hablaré desde las letras:
Era enero. Salimos del colegio.

Veo tu blusa de naranja ilesa.
Tus principiantes senos de azucena,
y siento que me duele la memoria.

Bella aprendiz de cartas y de melancolía,
con los ojos cerrados y las bocas unidas,
tomamos esa tarde una lección de idiomas
sobre el musgo que hablaba de la cartografía.

¿Cómo has pasado estas vacaciones?
¿Sientes alguna vez entre los labios
ese azúcar azul de la distancia?

Mañana son dos años, siete meses.
Te conocí con toda mi alma ausente;
sufría entonces, por la primavera,
un bellísimo mal que ya no tengo.

Recuerdo: producías con los labios
un delgado chasquido de violeta.
Pienso en la estatua de aire de tu olvido
mirándome de todas las esquinas,
mi colegiala mía, música femenina.

Tú, en el divino campo. Yo, en la ciudad terrestre.
La calle pasa con su algarabía.
Un fraile. Unas mujeres de la vida...
Un niño con un cesto de hortalizas...
Un carro lento dividido en siglos...

Mañana entramos ya en el mes de junio.
Flotarán en su cielo de anchos aires
objetos de uso azul como las aguas;
y una lejana inquietud de rosas
habrá en el horizonte de la tarde.
En este claro mes de agua plateada
te conocí. Entonces yo sufría
una enfermedad de primavera,
un bellísimo mal que ya no tengo ...