lunes, 30 de diciembre de 2013

MARÍA MERCEDES CARRANZA




La fiesta a que convida tu sonrisa



El comienzo es como una sed infinita.
El corazón llega a todo el cuerpo,
ciega, la sangre crece y golpea;
la carne duele allí en su centro.
Hay un aliento aleteante
y un espejo que desbordan,
algo como un sollozo viene de muy adentro.
Impudicia y esplendor y miedo
sobre la cama de sábanas destendidas.


ÁLVARO MUTIS




Diez Lieder


V. Desciendes por el río...


Desciendes por el río.
La barca se abre paso
entre los juncos.
El golpe en la orilla
anuncia el término del viaje.
Bien es que recuerdes
que allí esperé,
vanamente,
sin pausa ni sueño.
Allí esperé,
tiempo suspendido
gastando su abolida materia.
Inútil la espera,
inútiles el viaje
y el navío.
Sólo existieron
el áspero vacío,
en la improbable vida
que se nutre
de la estéril materia
de otros años.


AMPARO INÉS OSORIO



Señales ocultas



Sitios que el hombre engendra como suyos
nunca me fueron. Hoy sigo llamando
y esta voz tan extraña
habla de rostros, ríos y caminos.
-Siempre un regreso-
y la lluviabajando por los ojos.
Nunca la calle dijo mi presencia
ni recuerdan ausencia las mañanas.
¿Qué nombre tuvo el viento
que me supo repitiendo otro nombre?
¿Qué otra cosa habré sido
sino esta sombra
ebria
torpe
trashumante?
Tiempo:
materia en que me voy -y desvanezco-
Vas tiznando la noche y sólo queda
¡el sitio de mi sombra!

LAUREN MENDINUETA




A la doble que soy


Hay fotografías en las que no me reconozco.
Mi yo cobarde al mirarlas
me obliga a pensar que existo en una sola
y no en la suma de quien soy
con esa otra que me suplanta en la imagen.
Cuesta creer que la desconocida también soy yo
esa mujer suspendida y fea
con un rostro que sin ser mío no es ajeno.
Entender el mundo bien puede ser eso:
aceptar que soy esa a quien desconozco.

RAFAEL DEL CASTILLO MATAMOROS



Vuelo de palabras


Qué dirán los pájaros de los cantos de los hombres
No del terrible ruido que hacen los motores de sus máquinas
Ni de los gritos de quienes han sido atacados por una 
voraz enfermedad y no se resignan a abandonar un
mundo que ayer no más maldecían una y otra vez:



Qué dirán los pájaros
Cuando parados sobre las ramas de los árboles
O sobre los cables del alumbrado
Se nos quedan mirando
De repente absolutamente silenciosos...
Cuando se agitan inquietos
En sus palcos
Mientras afinamos acuciosos las palabras:
Qué dirán los pájaros del canto de los hombres

JUAN FELIPE ROBLEDO




Pequeña alegría



Cabeza de buey que se asoma por la ventana es la alegría,
una imaginada desde antes de nacer,
tierna y un poco díscola,
ramita ofrendando al tiempo la luz.
Un aleteo sumergido en días de calor la atraviesa y la hace llegar, falta 
de aire,
al umbral de la casa donde nos recibirán con agua que no da sed después.