"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 8 de julio de 2021
GUSTAVO GARGALLO
Infancia
La primera vez que nos cambiamos de casa
pensé que también esta se movería de lugar,
entonces entendí que la infancia
es todo lo que cabe en una caja de zapatos.
Y quizá, algunas palabras tristes
remendando una camisa rota.
Debimos
incendiar esa puerta si nunca íbamos a volver,
pero nadie te dice que hay cosas que no puedes
dejar en las casas que abandonas
ni en una caja de zapatos.
Que
habrá que llevar el aire, la piel, el llanto,
la voz mutilada que encontraste en la habitación vacía,
una bicicleta con el sol atado al manubrio, un libro de cuentos
y el silencio de una tarde cerrada en la boca del hambre.
Una
tristeza sin nombrar,
el abrazo en los ojos de la noche,
la lluvia y una sonrisa sin dientes
que te vio crecer, pero ya no te recuerda.
El
rincón desde el que mirabas al mundo sin miedo
porque los fantasmas no asustan al niño que llora.
Y
las palabras golpeando las paredes en una habitación
como un barco que se hunde.
Nadie
te dice que la infancia
es querer volver a casa,
meter todo en una caja de zapatos
y prenderle fuego.
GÉNESIS ROSAS
Nombre de madre o tutora: ____________
Fecha de nacimiento: _________________
Salí
un día de tus entrañas,
pegamento sanguíneo,
en caldo de vísceras y llanto.
Este fue el primer derrumbe:
cae la estancia que habité por meses:
Echada del útero sin
permiso a retorno,
despedida.
Quería besar antes de irme esas paredes en nervio,
terror a dejar el edificio de carne oscura,
donde me formé como cría nocturna,
la noche ahí me era eterna,
nada más conocía;
solo tiniebla, lo acuoso,
tiniebla por sombra de órganos,
agua por circulación, seguridad.
No olvido que este fue el primer derrumbe:
hay una ranura en mi techo,
la abertura de tu abdomen.
Me abordan lámparas en luz artificial,
gigantes de traje azul.
(Todo esto sucedió mientras ella dormía bajo anestesia)
No me sueltes, cordón.
Este es el desplome del primer hogar.
Nace un llanto de timbre nuevo,
por pánico a construirme en otro cuerpo,
a hospedarme en mundo ajeno.
ELENA BULSARA HUITIMEA
Carta
de remisión materna
Disculpa
por no haberte llamado más domingos
Por no abrazarte más la última vez, Abuela
Dejaste a un niño tembloroso detrás de ti
ese niño que te escondió de fiestas y te dio tres hijos
Olvidaste a una mujer con la mirada triste
atrás también dos mandrágoras mudas
Con los oídos cansados de tanto llanto
Lamento
no grabar tu voz
postergar las clases de costura
no pedirte no sé cuántas
cosas para enseñar
no sanar todas las
heridas tuyas cada noche
Dejaste una flor frágil, sin plantar
un cachorro esperando en la puerta de vidrio.
Abuela,
¿cómo encontraste a tus muertos?
¿estás bien allá arriba?
¿o alcanzaste esa otra vida que anhelabas?
Gracias
Por hacerme fuerte
y amarme como fui
por cuidar los moretones
el hambre y los antojos.
Disculpa,
por haber estado tan poco
por llorarte tanto y escribirte en tantas hojas mojadas
Ojalá un día vengas a visitarme en sueños
o cuando prepare el pastel de naranja que tanto disfrutabas.
Ahora no escucho los rezos con mi nombre
Quién me dará unos versos para sonreír
Quién me esperará a un lado de la fila del banco
Quién portará tu perfume y tus blusas favoritas
Quién acomodará los trastes como a ti te gustan
y mantendrá esta casa sin polvo
y sin lágrimas.
DANIELA DÁVILA
Hay desierto como cerrar los ojos
Voy
al azul
360 pestañas para mirar adentro
y trazar tu imagen en el lóbulo frontal
Recuperar
lo sí recuperable del hipocampo.
Jinete
del caballito de mar
Voy al océano
¡Qué venga el pasado!
¡Qué venga?
Una
máscara sobre otra
otra
otra
hasta formar un manto de agua milagroso
en el desierto que atravieso
restos
cada minúsculo fragmento de rocas minerales.
Atravieso
la fantasía
aterciopelada
del loveseat en el que siento
pensar
los cuatro discursos de Lacan y empiezo
a rumiarlos hasta hacerlos polvo.
Este
lugar es muy naranja.
¿Cuál fue la última película que vimos juntos?
Jinete
que cruza el páramo
De
vuelta a casa hay desierto como
cerrar
los ojos
cerrar los ojos
cerrar
MARIO FRAUSTO GRANDE
pataki o el amor romántico
helga no lo supo
miró el relicario 30 veces al día y pensó
en el olor de la camisa a cuadros
que él llevaba
debajo
del suéter verde. no lo supo
y su corazón aprendió las maneras del odio
de una garra
tajante entre el pecho y las costillas. no supo
que amar
era otra cosa,
una habitación de aves blancas donde
el dolor no es una gotera de
navajas y sombras. no lo supo
y el silencio alargó sus candados. mirar
el relicario 30 veces al día y pensar
en el olor de la camisa a cuadros
que él llevaba
debajo
del suéter verde.