"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 4 de marzo de 2018
ALFONSO COSTAFREDA
Decías
tú palabras
íntimas, silenciosas.
Palabras que se dicen
del amor al amor,
de una boca a otra boca.
El poema secreto
para todos se hacía,
las pequeñas palabras
memorables, dichosas.
Las hazañas diarias,
ilusiones del día,
las más pequeñas cosas;
palabras compartidas,
útiles, generosas.
El poema secreto
para todos se hacía,
las pequeñas palabras
-otras no he de decir-
durarán como rocas.
íntimas, silenciosas.
Palabras que se dicen
del amor al amor,
de una boca a otra boca.
El poema secreto
para todos se hacía,
las pequeñas palabras
memorables, dichosas.
Las hazañas diarias,
ilusiones del día,
las más pequeñas cosas;
palabras compartidas,
útiles, generosas.
El poema secreto
para todos se hacía,
las pequeñas palabras
-otras no he de decir-
durarán como rocas.
ANGELES MASTRETTA
La menor de mis hijas tiene esqueleto de ángel
La
menor de mis hijas tiene esqueleto de ángel
y una
mirada de atestiguarlo todo
(me
creé como una vasta cicatriz.)
Le
sigue una que tiene mi respuesta
con su
séptimo día para los escondites.
La
mayor es misterio de esa trinidad.
Retiro
los vendajes y tirito.
Arena
soy.
Madre
de mil abrazos
que no
sanan.
VILMA TAPIA
1
He entrado a mi espejo
para tocarme.
Mirándome reflejada
me he palpado:
Varada en otras orillas
he descubierto la dulzura
de mi propio misterio.
En lo que pude asir
decayó mi miedo.
Ahora en mí cabe
mucho más viento.
CAMILO PESSANHA
Canción de la
partida
A mi corazón un ancla pesada
he de colgarle en un quiebro del mar.
A mi corazón un ancla pesada...
y lanzadla al mar.
Quien va a embarcar y embarca desterrado,
males de amor no quisiera llevar...
Marineros, moved el baúl pesado,
lanzadlo al mar.
He de comprar un candado de plata.
Mi corazón es el cofre sellado.
Con siete llaves: hay dentro una carta...
la última, anterior a tu noviazgo.
Con siete llaves, ¡la carta encantada!
y un pañuelo bordado... que he de usar,
para mojarlo en el agua salada
el día en que, al fin, deje de llorar.
A mi corazón un ancla pesada
he de colgarle en un quiebro del mar.
A mi corazón un ancla pesada...
y lanzadla al mar.
Quien va a embarcar y embarca desterrado,
males de amor no quisiera llevar...
Marineros, moved el baúl pesado,
lanzadlo al mar.
He de comprar un candado de plata.
Mi corazón es el cofre sellado.
Con siete llaves: hay dentro una carta...
la última, anterior a tu noviazgo.
Con siete llaves, ¡la carta encantada!
y un pañuelo bordado... que he de usar,
para mojarlo en el agua salada
el día en que, al fin, deje de llorar.
Versión de Amador Palacios
OMAR JAYAM
III.
Ayer, hoy, mañana
28
En sueños, otra voz, que me repite, advierto:
-«La flor abrirá al beso de la nueva mañana»;
mas un rumor que pasa, me dice, ya despierto:
-«La flor que ayer abrió, dio su aroma y ha muerto».
De: “Rubaiyat”
Nota: Rubaiyat es una
forma poética árabe que consiste de dos estrofas de dos versos, en dos partes.
El término «rubaiyat» deriva de la raíz árabe de la palabra «cuatro».
JAIME TORRES BODET
Música
Amanecía tu voz
tan perezosa, tan blanda,
como si el día anterior
hubiera
llovido sobre tu alma...
Era, primero, un temblor
confuso del corazón,
una duda de poner
sobre los hielos del agua
el pie
desnudo de la palabra
Después,
iba quedando la flor
de la emoción, enredada
a los hilos de la voz
con esos garfios de escarcha
que el sol
desfleca en cintillos de agua.
Y se apagaba y se iba
poniendo blanca,
hasta dejar traslucir,
como la luna del alba,
la luz
tenue de la madrugada.
Y se apagaba y se iba,
¡ay!, haciendo tan delgada.
Amanecía tu voz
tan perezosa, tan blanda,
como si el día anterior
hubiera
llovido sobre tu alma...
Era, primero, un temblor
confuso del corazón,
una duda de poner
sobre los hielos del agua
el pie
desnudo de la palabra
Después,
iba quedando la flor
de la emoción, enredada
a los hilos de la voz
con esos garfios de escarcha
que el sol
desfleca en cintillos de agua.
Y se apagaba y se iba
poniendo blanca,
hasta dejar traslucir,
como la luna del alba,
la luz
tenue de la madrugada.
Y se apagaba y se iba,
¡ay!, haciendo tan delgada.
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