martes, 13 de mayo de 2025


 

FILIPPO TOMMASO MARINETTI

 

 

 

Canción del automóvil

 

 

¡Dios vehemente de una raza de acero,
automóvil ebrio de espacio,
que piafas de angustia, con el freno en los dientes estridentes!
¡Oh formidable monstruo japonés de ojos de fragua,
nutrido de llamas y aceites minerales,
hambriento de horizontes y presas siderales
tu corazón se expande en su taf-taf diabólico
y tus recios pneumáticos se hinchen para las danzas
que bailen por las blancas carreteras del mundo.
Suelto, por fin, tus bridas metálicas.,., ¡Te lanzas
con embriaguez el Infinito liberador!
Al estrépito de¡ aullar de tu voz…
he aquí que el Sol poniente va Imitando
tu andar veloz, acelerando su palpitación
sanguinolento a ras del horizonte…
¡Míralo galopar al fondo de los bosques!…
¡¡Qué importa, hermoso Demonio!
A tu merced me encuentro… ¡Tómame
Sobre la tierra ensordecido a pesar de todos sus ecos,
bajo el cielo que ciega a pesar de sus astros de oro,
camino exasperando mi fiebre y mi deseo,
con el puñal del frío en pleno rostro.
De vez en vez alzo mi cuerpo
para sentir en mi cuello, que tiembla
la presión de los brazos helados
y aterciopelados del viento.
¡Son tus brazos encantadores y lejanos que me atraen!
Este viento es tu aliento devorante,
¡insondable Infinito que me absorbes con gozo…
¡Ah! los negros molinos desmanganillados
parece de pronto
que, sobre sus aspas de tela emballenada
emprenden una loca carrera
como sobre unas piernas desmesurados…
He aquí que las Montañas se aprestan a lanzar
sobre mi fuga capas de frescor soñoliento…
¡Allá! ¡Allá! ¡mirad! ¡en ese recodo siniestro!…
¡Oh Montañas, Rebaño monstruoso, Mammuths
que trotáis pesadamente, arqueando los lomos Inmensos,
ya desfilasteis… ya estáis ahogadas
en la madeja de las brumas!…
Y vagamente escucho
el estruendo rechinante producido en las carreteras
por vuestras Piernas colosales de las botas de siete leguas…
¡Montañas de las frescas capas de cielo!…
¡Bellos ríos que respiráis al claro de luna!…
¡Llanuras tenebrosas Yo os paso el gran galope
de este monstruo enloquecido… Estrellas, Estrellas mías,
¿oís sus pasos, el estrépito de sus ladridos
y el estertor sin fin de sus pulmones de cobre?
¡Acepto con Vosotras la opuesta,… Estrellas mías…
¡Más pronto!… ¡Todavía más pronto
¡Sin una tregua¡ ¡Sin ningún reposo
¡Soltad los frenos!… ¡Qué! ¿no podéis?…
¡Rompedlos!… ¡Pronto!
¡Que el pulso del motor centuplique su impulso!
iHurral ¡no más contacto con nuestra tierra inmunda
¡Por fin me aparto de ella y vuelo serenamente
por la escintilante plenitud
de los Astros que tiemblan en su gran lecho azul.

 

PÄR LAGERKVIST

 


 

Ahora suelta el sol su rubia cabellera

 

 

Ahora suelta el sol su rubia cabellera
En la primera hora del amanecer
Y la extiende sobre la primavera de la tierra
Donde miles de flores resplandecen.

La moja pensativo con el rocío refrescante,
En los húmedos escondrijos de las flores,
La desprende con cuidado de las espinas de las rosas
Pero indeciso, distraído, como en el sueño.

El bosque y el prado la acarician
La dejan volar por el aire.
Ahora acaricia al niño en su cuna
Y a las ásperas mejillas de los ancianos.

Pero el pensamiento está lejos de todo;
¿Para que servirá esta alegría?
Sueña entre las estrellas milenarias
Que agrandan el enigma de la vida.

Suelta su pelo y lo extiende
En la hora feliz de la mañana:
Y sueña entre los mundos que se le precedieron
Y entre los nuevos que los anhelantes brillan.

 

SAMUEL T. COLERIDGE

 

 

 

El recuerdo

 

 

…El heno removido y los primeros frutos,
el heno removido y las mieses de un campo
dicen: se fue el estío. La digital, muy alta,
esparce campanillas de púrpura en el viento,
o cuando se remonta, rozándola, una alondra
o se posa un pinzón en su tallo. El rosal
(en vano predilecto de amores complacidos)
yérguese al modo de una belleza de otros tiempos,
con las espinas, pero se fueron ya las rosas.
Ni logro hallar, en mi paseo solitario,
junto a fuentes o arroyos o en húmedo camino,
la flor azul que brilla, mirando, en la ribera
y es gema de esperanza: el dulce nomeolvides.
Mas no han de marchitarse las flores que Emelina,
con dedos delicados, en la nevada seda
trazó (bien sabe ella que son mis predilectas),
ni, más querido aún, su cabello de ámbar.

  

Versión de Màrie Montand

ZBIGNIEW HERBERT

 

 

 

Intento de descripción

 

 

Primero me describiré a mí mismo
empezando por mi cabeza
o mejor mi pie
o mi mano
o el meñique en mi mano izquierda

mi meñique
es tibio
un tanto curvado hacia adentro
termina en uña
está hecho de tres segmentos
cerca de mi palma
librado a sus propios medios
sería un gusano de buen tamaño

es un dedo muy especial
el meñique de una mano izquierda
único en todo el mundo
me lo dieron directamente
otros meñiques de una mano izquierda
son una fría abstracción
comparto con el mío
fecha de nacimiento
fecha de muerte
común soledad
sólo la sangre
ocupada en la escansión de oscuras tautologías
une playas distantes
con un hilo de mutuo acuerdo

  

Traducción de José Emilio Pacheco

 

 

IZET SARAJLIĆ

 


 

Ninguna tú

 

 

Tantas mujeres
y ninguna tú.

En Sarajevo
doscientas mil mujeres
y ninguna tú.

En Europa
doscientos millones de mujeres
y ninguna tú.

En el mundo
dos billones de mujeres
y ninguna tú.

 

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

 

 

 

Oh ciudad del terror

 

 

Oh ciudad del terror
entre las avenidas lívidos
árboles del otoño
los invasores
fusilaban archivos
borrachos de memoria bárbaros
hartos de carne humillada
y ofendida
el miedo era una presencia
el silencio su mortaja
las palabras escondidas en las cosas
las ideas en los ojos
contemplaban
la división entre el que muere y el que mata