"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 22 de febrero de 2018
MARÍA CLARA GONZÁLEZ
En la estación del
sueño
Hemos olvidado nuestros nombres
y nuestros pronombres se confunden
y se enlazan..."
Octavio Paz
Tu llovizna y mi niebla
Tu júbilo y mis ojos
Tus ojos y mi vientre
Mis manos y tu cuerpo
En esta estación de un sólo sueño
Mi entrega de agua transparente
Tu fuego
espiral en mis entrañas
De: "Pasajeros del viento"
Hemos olvidado nuestros nombres
y nuestros pronombres se confunden
y se enlazan..."
Octavio Paz
Tu llovizna y mi niebla
Tu júbilo y mis ojos
Tus ojos y mi vientre
Mis manos y tu cuerpo
En esta estación de un sólo sueño
Mi entrega de agua transparente
Tu fuego
espiral en mis entrañas
De: "Pasajeros del viento"
LAURA SZWARC
Desenvuelto
Un
caramelo
como un tractor
como un tractor
que
aplasta
francamente
un
Franco.
De: “Es tirar el dado”
JORGE ROBLEDO ORTIZ
Te
recuerdo en el llanto y en la risa;
en la estrella, en el verso y en la rosa;
en al opulenta copa que rebosa
y en el trozo de pan que se precisa.
en la estrella, en el verso y en la rosa;
en al opulenta copa que rebosa
y en el trozo de pan que se precisa.
En la
luz que gastó la mariposa
para ser mariposa y no ser brisa;
en la tranquilidad que se improvisa
y en la diaria inquietud que nos acosa.
para ser mariposa y no ser brisa;
en la tranquilidad que se improvisa
y en la diaria inquietud que nos acosa.
En la
noche que sube hasta la frente;
en el cielo que alfombra cada fuente
y en el cielo ensatado en la oración;
en el cielo que alfombra cada fuente
y en el cielo ensatado en la oración;
en la
angustia que rige cada paso;
en el rojo cansancio del ocaso,
y en el cansancio de mi corazón.
en el rojo cansancio del ocaso,
y en el cansancio de mi corazón.
ÁLVARO VALVERDE
Una oculta razón
Miro
la hiedra que a mi puerta muestra
la verde lluvia sucesiva y ciega;
traspaso un nuevo umbral, piso sus losas,
me sé en otro recinto que conozco.
Entro, y en la costumbre de la luz mis ojos
penetran el silencio, en vano se preguntan.
Se saben de paso, se contentan
con su pálida atmósfera, se funden
con el olor que el tiempo ha reposado
en sus estancias húmedas.
Su oscuridad se puebla de palabras
repetidas al ritmo de la asfixia,
entre alacenas y humo.
Esta casa es ahora mi morada,
el territorio inhóspito que aloja
las aguas placentarias
donde el canto construye
su forma hacia lo hondo.
Donde torna la rosa subterránea
(que urge material, que hermosa emerge)
en lengua poderosa.
Me interno en los rincones que rodean el patio.
Conservan sus enseres
la apariencia observada por los viejos objetos:
la urna, el astrolabio, la máscara, el espejo.
De su interior destilan la tensión que no dicen.
Compone su armonía una vasta intemperie,
un interior que oculta un dios oscuro.
Me encuentro a gusto entre su accidental presencia
de gastadas imágenes, de inscripciones caducas.
Lo que supuse, ellos, desvaídos asertan.
La penumbra de las cosas que habito
es el dulce lugar donde halla el asombro
la alta luz del encuentro,
la velada noticia de su origen más claro.
El cristal ha adoptado una distancia equívoca.
Lo que fui, lo que he sido, no lo sabe mi mano
(que desconoce el pulso de mi centro,
que yerra al calcular mi edad perfecta).
La mano desconoce el atributo
de quien alza y perece, se levanta,
y es hueco su cimiento, y es de aire.
¿Es derrota silencio?
Acaso este horizonte conocido
en el recuerdo de la Habana Vieja
sea la salvación, la piedra, el sueño.
Acaso ya mi nada.
En el blanco, la huella
que recorre el pasado,
la niebla de febrero sobre el lago
y la velocidad ajena
con que los coches cruzan sus orillas.
Sobre el papel los claros de un bosque
a las afueras
de una ciudad que ignoro,
la vegetal sabiduría de la sombra,
el oquedal solícito.
En estas letras, tinta del fondo de la noche.
El espacio se torna fragmentario, difuso.
He recogido restos de un discurso arrasado,
de un canto ya abolido.
Me detengo en el vidrio
que mi hálito empaña.
Súbitamente sopla el sirocco de Roma
(hace tanto. ..), la tarde (via Gesú e María)
en que quiso la muerte
aventar sus cenizas.
(La palabra nada es hermosa, dijiste.)
No acepta la costumbre la sombra que tuvimos:
es pura argucia el tiempo.
La mirada se fija en las llamas azules.
Ya nublada, se vence.
Es inútil saber dónde me encuentro.
¿Son acaso estas aguas un fiel eco del Tíber?
Ha cesado la lluvia: La ciudad ahora altera
la visión de su herrumbre.
De: "Una oculta razón"
la verde lluvia sucesiva y ciega;
traspaso un nuevo umbral, piso sus losas,
me sé en otro recinto que conozco.
Entro, y en la costumbre de la luz mis ojos
penetran el silencio, en vano se preguntan.
Se saben de paso, se contentan
con su pálida atmósfera, se funden
con el olor que el tiempo ha reposado
en sus estancias húmedas.
Su oscuridad se puebla de palabras
repetidas al ritmo de la asfixia,
entre alacenas y humo.
Esta casa es ahora mi morada,
el territorio inhóspito que aloja
las aguas placentarias
donde el canto construye
su forma hacia lo hondo.
Donde torna la rosa subterránea
(que urge material, que hermosa emerge)
en lengua poderosa.
Me interno en los rincones que rodean el patio.
Conservan sus enseres
la apariencia observada por los viejos objetos:
la urna, el astrolabio, la máscara, el espejo.
De su interior destilan la tensión que no dicen.
Compone su armonía una vasta intemperie,
un interior que oculta un dios oscuro.
Me encuentro a gusto entre su accidental presencia
de gastadas imágenes, de inscripciones caducas.
Lo que supuse, ellos, desvaídos asertan.
La penumbra de las cosas que habito
es el dulce lugar donde halla el asombro
la alta luz del encuentro,
la velada noticia de su origen más claro.
El cristal ha adoptado una distancia equívoca.
Lo que fui, lo que he sido, no lo sabe mi mano
(que desconoce el pulso de mi centro,
que yerra al calcular mi edad perfecta).
La mano desconoce el atributo
de quien alza y perece, se levanta,
y es hueco su cimiento, y es de aire.
¿Es derrota silencio?
Acaso este horizonte conocido
en el recuerdo de la Habana Vieja
sea la salvación, la piedra, el sueño.
Acaso ya mi nada.
En el blanco, la huella
que recorre el pasado,
la niebla de febrero sobre el lago
y la velocidad ajena
con que los coches cruzan sus orillas.
Sobre el papel los claros de un bosque
a las afueras
de una ciudad que ignoro,
la vegetal sabiduría de la sombra,
el oquedal solícito.
En estas letras, tinta del fondo de la noche.
El espacio se torna fragmentario, difuso.
He recogido restos de un discurso arrasado,
de un canto ya abolido.
Me detengo en el vidrio
que mi hálito empaña.
Súbitamente sopla el sirocco de Roma
(hace tanto. ..), la tarde (via Gesú e María)
en que quiso la muerte
aventar sus cenizas.
(La palabra nada es hermosa, dijiste.)
No acepta la costumbre la sombra que tuvimos:
es pura argucia el tiempo.
La mirada se fija en las llamas azules.
Ya nublada, se vence.
Es inútil saber dónde me encuentro.
¿Son acaso estas aguas un fiel eco del Tíber?
Ha cesado la lluvia: La ciudad ahora altera
la visión de su herrumbre.
De: "Una oculta razón"
MIJAIL LAMAS
Adivinaba
el mundo detrás del mostrador
de una
ferretería.
Bosquejaba
poemas en las notas de encargo,
en
diminutos papeles o en el menú de algún un café del rumbo.
Por
la rua dos Fanqueiros pasaban
las mujeres
y él,
muy atento a su paso,
saldría
de su escritura para verlas.
Alguna
voltearía de reojo y su corazón sería un potro
que
pugna desde adentro,
arremete
con fuerza y al final cae rendido.
De: “Canción del
navegante de si mismo”
PAUL CELAN
Mandorla
En la almendra -¿qué hay en la almendra?
La Nada.
La Nada está en la almendra.
Allí está, está.
En la Nada -¿quién está? El Rey.
Allí está el Rey, el Rey.
Allí está, está.
Bucle de judío, no llegarás al gris.
Y tu ojo -¿dónde está tu ojo?
Tu ojo está frente a la almendra.
Tu ojo frente a la Nada está.
Apoya al rey.
Así está allí, está.
Bucle de hombre, no llegarás al gris.
Vacía almendra, azul real.
En la almendra -¿qué hay en la almendra?
La Nada.
La Nada está en la almendra.
Allí está, está.
En la Nada -¿quién está? El Rey.
Allí está el Rey, el Rey.
Allí está, está.
Bucle de judío, no llegarás al gris.
Y tu ojo -¿dónde está tu ojo?
Tu ojo está frente a la almendra.
Tu ojo frente a la Nada está.
Apoya al rey.
Así está allí, está.
Bucle de hombre, no llegarás al gris.
Vacía almendra, azul real.
De: "La rosa de nadie"
Versión de José Ángel Valente
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