domingo, 25 de mayo de 2014

HELENA RAMOS


 

101

  

Aquel gris frío
me cortaba las manos
con sus aristas.
 

 

De: Polychromos (haikus)

 

 

 

RUBÉN DARÍO


  

Sobre el diván

  

Sobre el diván dejé la mandolina
Y fui a besar la boca purpurina,
La boca de mi hermosa Florentina.

Y es ella dulce y rosa y muerde y besa;
Y es una boca rosa, fresa;
Y Amor no ha visto boca como esa.

Sangre, rubí, coral, carmín, claveles,
Hay en sus labios finos y crueles,
Pimientas fuertes, aromadas mieles.

Los dientes blancos riman como versos,
Y saben esos finos dientes tersos,
Mordiscos caprichosos y perversos.

 

GIOCONDA BELLI


 


  

Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sabanas solitarias
de esta cama donde te deseo. 

Veo mi cuerpo,
liso y rosado en el espejo,
mi cuerpo
que fue ávido territorio de tus besos,
este cuerpo lleno de recuerdos
de tu desbordada pasión
sobre el que peleaste sudorosas batallas
en largas noches de quejidos y risas
y ruidos de mis cuevas interiores. 

Veo mis pechos
que acomodabas sonriendo
en la palma de tu mano,
que apretabas como pájaros pequeños
en tus jaulas de cinco barrotes,
mientras una flor se me encendía
y paraba su dura corola
contra tu carne dulce. 

Veo mis piernas,
largas y lentas conocedoras de tus caricias,
que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
para abrirte el sendero de la perdición
hacia m mismo centro
y la suave vegetación del monte
donde urdiste sordos combates
coronados de gozo,
anunciados por descargas de fusilerías
y truenos primitivos. 

Me veo y no me estoy viendo,
es un espejo de vos el que se extiende doliente
sobre esta soledad de domingo,
un espejo rosado,
un molde hueco buscando su otro hemisferio. 

Llueve copiosamente
sobre mi cara
y solo pienso en tu lejano amor
mientras cobijo
con todas mis fuerzas,
la esperanza. 

 

 

FRANCISCO DE ASÍS FERNÁNDEZ


 
 

Espejo del artista

 

 
Me voy a ir de este mundo

igual que mis poemas, de la mano de la fantasía,

como los pájaros que dibujan en el aire

extraños presagios que después borran con su canto.

Quienes no me conocen dirán que viví en el lecho del mar,

en una torre encajada en el espíritu,

en un balcón apoyado en la desesperación de la soledad,

en un arca de madera y oro con compartimentos sagrados,

en un sagrario de madera y piedra

dentro de paredes interiores con incrustaciones de oro,

refugiado en el exilio,

que me extirparon los ojos para solo ver con los ojos de la poesía,

que mi ambición por el amor fue más grande que mi talento.

Pero solo fui un personaje ordinario, un vagabundo,

llorando en un charco de humedad,

un amante que sabe que en el amor uno entierra lo mejor de uno

para reducir la guerra a dos.

A estas alturas tengo dudas sobre la vida del texto

que me ha tocado representar.

Mi boca dice y mi cuerpo narra

cuando los sueños alcanzan la inconsciencia.

Los sueños son amantes ocasionales:

la luz entraba a torrentes

(larvas escarabajos y orugas)

un nuevo Edén poblado de criaturas mágicas

cuando al final de la noche, un desolado lugar,

perdido entre la niebla.

Ahora sé que para vivir en este mundo hace falta intuir la verdad:

oír canciones tocados por instrumentos

que suenan como el mar,

estrofas sobre el vuelo de los pájaros en el cielo.

Porque, al contrario, viví una casa desnuda

turbado por las tempestades

o apaciguado para despertar lo sórdido

que aparece para trastornar la vida,

para que uno busque la poesía en las montañas, en las costas

 
 

en las canteras, en la vida que habitan los espíritus dentro de los espejos,

en los árboles de corales envueltos en las profundidades submarinas

para pintar pájaros y flores,

y al hombre que sabe lo que le hace falta

pero nunca sabe dónde encontrarlo

y solo es un sombrero impresionista a punto de florecer

que quiere acercar la ilusión a la realidad

para saber de qué están hechos los terrores privados

y el sol tenue que ilumina los valles de la memoria.

Como en el alba queda el ropón ensangrentado de la novia

dejo primaveras y cabras, campanas, voces y lirios,

existencias egoístas y visiones que no son de fiar.

Me da miedo envejecer y me mato por aferrarme a la vida,

porque mi vida, como el espejo,

dice y desdice, escribe y borra, construye y destruye,

afirma y niega.

 
 

Granada, 10 de Abril de 2002

 

 

SUAD MARCOS


 
 

Fuego fresco

 

Acaricio palabras pegadas a las horas,
contemplo un silencio hecho flores.

Un conjuro de fuego
desliza hasta la carne.

Las entrañas se despojan.
Tu aroma rebasa ritmos encendidos.
Tu sombra surca mi intensidad,
dibuja una ternura candente,
circular.

El vientre asciende
ciñéndome.

Una solitaria evidencia arrastra
un instante
y otro
y otro que vuelve
repitiendo glorias que cruzan
las penumbras.

 

 

ANA ILCE GÓMEZ


 

Permanencia

Me he desangrado en el trabajo
de dar permanencia a la palabra,
piedra pulida que yo he lanzado
a lo profundo de las aguas
para que algún día el pescador
solitario lance su red
y entre los peces muertos
                        la descubra
y la lleve a su orilla
y la haga suya para siempre.

 

De: Poemas de lo humano cotidiano