domingo, 3 de diciembre de 2017


MARIO BENEDETTI




96




si el corazón
se aburre de querer
para qué sirve

MANUEL JOSÉ OTHON




Y no sabré decirte...



Irás por el camino gloriosamente quieta
glosando los perfumes y las cadencias todas,
y en torno de tus ojos lucirá la violeta
y en tu traje la nieve....así como en las bodas.

Te besarán las trenzas los hombros soberanos,
los hombros escultóricos de mármoles morenos,
y un beso de crepúsculo habrá sobre tus manos,
y una eclosión de rosas habrá sobre tus senos.

Tus labios milagrosos dirán romanzas nuevas
-asombro de los pájaros y amor de los caminos-
y el viento jovialmente dirá: ¿Por qué te llevas
todo lo que de dulce conservo de los trinos?

La fiesta de los campos será, por ti, completa:
las voces del arroyo serán, por ti, de plata;
y el cielo habrá de darte su lírica paleta
bañándote en sus tintas como una catarata.

Y al ver cómo te nimbas de luz y palideces
vestida con el traje de gala de las flores;
y al ver tus verdes ojos, y al ver que resplandeces
bajo la insigne llama del sol de los amores;

y al dejo de fragancias que dejen tus aromas,
y al ver que recibirte me apresto en el sendero...
habrá sobre las almas un vuelo de palomas...
¡y no sabré decirte lo mucho que te quiero!



CHARLES BAUDELAIRE





144. La muerte de los amantes




Poseeremos lechos colmados de aromas
Y, como sepulcros, divanes hondísimos
E insólitas flores sobre las consolas
Que estallaron, nuestras, en cielos más cálidos.

Avivando al límite postreros ardores
Serán dos antorchas ambos corazones
Que, indistintas luces, se reflejarán
En nuestras dos almas, un día gemelas.

Y, en fin, una tarde rosa y azul místico,
Intercambiaremos un solo relámpago
Igual a un sollozo grávido de adioses.

Y más tarde, un Ángel, entreabriendo puertas
Vendrá a reanimar, fiel y jubiloso,
Los turbios espejos y las muertas llamas.


De "La muerte":


LORENA VENTURA



  
Hondura del silencio



Ahora que veo venir mi existencia
–vieja desde siempre
bajo una multitud de agazapado hielo,
y que la dicha es un aturdimiento lento
en mis entrañas,
una sed que no ha servido para nada,
tengo la certeza de haber llegado
 a la hondura clara del silencio:

Orilla luminosa en que te nombro.

(En tus ojos la eternidad se disuelve
como una tableta de sol
cayendo al fondo del agua)

Ya casi no soy ese viento ligero en que
el infinito, desde la luna, me bebía.
Pero todavía muerdo esa pregunta.
            ¿Por qué los glaciales pasos de la muerte?

Era la vida:
donde tu niñez milenaria pedía brillo,
habló tu sombra.

(Hubo un tiempo
para cerrar las puertas
y luego
donde antes había todo
poner la forma
siempre tibia
del recuerdo)

Desde tu facultad de polvo
escúchame,
porque empiezo a creer que esta fiesta
algo tiene de tu abismo,
algo de furor y herida lenta,
de temblor remoto
nacido de la memoria de tu carne,
algo que va a quedarse para siempre.

Y es muy distinto de la tregua.


ADRIANA TAFOYA




Cadáver con ciruelas sobre un lienzo azul

Al que sabe caminar en el frío.



Vibrante
—vibrante humo hierve
      índigo       azula en las calderas
                                   balcones con herrajes
entre pasillos   paredes desteñidas
mojados pasadizos
                        por escalerillas y desvanes
vibrante azul
en las grasas crenchas
de esta ciudad.
No piensa
es sólo humo vibrante
hidratando los hermosos harapos de la pobreza
sobre los delicados cuerpos del hambre
                        azulaba
                                               azulaba
entre el polvillo de los libros
                        las espadas
metal y sangre, todo Eterno se hace polvo
no hay camino oculto
tenemos hambre
en nuestras bocas
son plegarias los insultos,
los silencios son piedad.

Azuloso          vibrátil
el humor que cristaliza
dentro de las casas rotas
donde se amortajan
feroces, los amantes de lo feo
tremendistas los malditos, las amargas.

Con los efectos de la mugre, somos otros
un desgarre de lienzos polvorientos.

Será que sólo vemos hacia abajo, como los muertos
sólo nos es permitido mirar hacia atrás.

Azula
—todo azula en plena descomposición
la miseria, en los labios sabe a centavo
a cobre azul
a pan azul y fría anestesia
medio rostro dormido
para reconocer que somos otros
con los rasgos de la anemia, somos otros
pero hermosos, frágiles (como las naranjas
que azulan sus óxidos) para la inquietante belleza del hambre,
soles muertos del invierno, pulpa de cadáveres
moliéndose 
—sobre estos ferrosos techados—

nieve de azulada sal
                                   nieva azulada sal.


(Ciudad de México, invierno de 2008.)



ELIANA MALDONADO




La manigua

“Ven, acércate más, Muerde mi carne
con tus manos morenas”
Laura Victoria



Tengo la piel muy suave
para que puedas navegar
por los paisajes de mi cuerpo,
tengo un cacto sin espinas,
tengo dos pequeñas colinas
coronadas por pájaros silvestres.
Y un bosque húmedo
donde nacen los ríos de mis piernas.
Ven, acércate más,
acércate,
cartografía mi paisaje,
no tengas miedo,
ya no quedan fieras en la manigua.