domingo, 3 de diciembre de 2017

ADRIANA TAFOYA




Cadáver con ciruelas sobre un lienzo azul

Al que sabe caminar en el frío.



Vibrante
—vibrante humo hierve
      índigo       azula en las calderas
                                   balcones con herrajes
entre pasillos   paredes desteñidas
mojados pasadizos
                        por escalerillas y desvanes
vibrante azul
en las grasas crenchas
de esta ciudad.
No piensa
es sólo humo vibrante
hidratando los hermosos harapos de la pobreza
sobre los delicados cuerpos del hambre
                        azulaba
                                               azulaba
entre el polvillo de los libros
                        las espadas
metal y sangre, todo Eterno se hace polvo
no hay camino oculto
tenemos hambre
en nuestras bocas
son plegarias los insultos,
los silencios son piedad.

Azuloso          vibrátil
el humor que cristaliza
dentro de las casas rotas
donde se amortajan
feroces, los amantes de lo feo
tremendistas los malditos, las amargas.

Con los efectos de la mugre, somos otros
un desgarre de lienzos polvorientos.

Será que sólo vemos hacia abajo, como los muertos
sólo nos es permitido mirar hacia atrás.

Azula
—todo azula en plena descomposición
la miseria, en los labios sabe a centavo
a cobre azul
a pan azul y fría anestesia
medio rostro dormido
para reconocer que somos otros
con los rasgos de la anemia, somos otros
pero hermosos, frágiles (como las naranjas
que azulan sus óxidos) para la inquietante belleza del hambre,
soles muertos del invierno, pulpa de cadáveres
moliéndose 
—sobre estos ferrosos techados—

nieve de azulada sal
                                   nieva azulada sal.


(Ciudad de México, invierno de 2008.)



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