jueves, 5 de junio de 2014

MIGUEL ARTECHE SALINAS


 




¿Desde dónde surgiste para encender la llama
Sobre la nieve sola? ¿Desde dónde los suaves
Besos se levantaron sobre tu piel perdida,
Enamorada sombra de unos días lejanos?

Cuando hacia ayer subimos, bajaba tu silencio
De la nieve y los ríos. No teníamos nada
Sino un pasado apenas dibujado en el cuerpo
Y un encuentro de estrellas dormidas en las manos.

Tiembla el viento en la noche, tiembla otra vez la noche
Bajo el ansia que vuelve. Temblabas de nostalgia.
Amor, hasta la muerte la noche se hizo tenue,
Se hizo larga caricia sobre tu pelo amargo.

Lo distante es aquello que apenas ha pasado.
Por eso nombro ahora la primavera lenta
Que subiste cantando, sin nada más, con viento
Sobre la enamorada distancia de los campos.

No sé, no sé hasta dónde quedaré repitiendo
Tu nombre, la mirada de tus ojos distantes,
Fugaz entre la dura cordillera de nieve,
Presente ausencia apenas derramada en mi brazo.

No sé, no sé hasta cuándo durará la distancia
Y ese espacio de adiós dormido en tu garganta.
No sé, no sé en qué tiempo se hará ceniza y humo,
Amor, bajo la noche, todo lo que juntamos.

CRISTINA CHAIN


 

9



Animadas y muertas
en los volcanes inertes
embriagadas cortantes cerradas asesinas
en sus pieles se acostaba
el animal enfermo

Huían del día
apagando túneles
mudas reventaban en la sal del cuerpo
Qué había en el cielo
cuando se cerraba la cortina
y se abrazaban garras lobas hijos nubes
O un soldado
apuntando al miedo
de su guerra entre los muslos

 

 

ELÍAS HIENAM


 

Balada de la princesa que un día fuiste



No terminaste conmigo,
decidí que estoy cada vez más sólo;
y me vi perezoso, cabizbajo
taciturno, con desidia, asoleado
lacónico y meditabundo.

Claro que me importa que queden
juramentos y fe en el puerto ilusivo,
de cuyo recuerdo odio
el año nuevo y sus alrededores falsos
sin piedad y mucho orín al despertar engañoso
sin querer te maldigo
y me hago a un lado aparente.

Se irán las costras caústicas de tu hedor,
mientras pienso,
que pudimos ser felices
ojeando acantilados,
de abrigo y con un sable,
-caminando-
para siempre;
¡Princesa!
una figura que se aleja y evanece entre el humo de Santiago y
una acequia en Parral.

Sólo
mirando el vino
devengo, enrollo, devano y tramo
futuras presencias de aquel jugo de melón
y me pongo la casaca
aunque se qué no iré a ningún lado.

 

 

PEDRO ANTONIO ARAYA


 


  

                A cada uno su regreso

                oyes noche los pumas bramar para no decir la palabra inocente la última vez de los muertos

                hasta aquí la mar nos ha traído varados y está lo suficientemente tierra abonada de nadie y alguien que sabes nunca abandonaste silba el silencio de las cosas al fondo deshechas del instinto

                todo recuerda a todo como debe ser la muchacha se inclina escuchar el latido pequeño de sus hijas dormidas el viento cede a las cumbreras algo más que un manto con dados juega una diosa encendida su obsesión creo por los ventanales inmensos mirando los manzanos como lo haces también a veces del sur pensando en las preguntas que tampoco te respondieron esos años afuera

                la casa tiene sus rutas te esperábamos labios hay para el súbito odre

                pumas hijo mío nochebramar a lo lejos oigo en un país como éste y quisiera dormir de veras adormecido por los apacibles pumas una y otra vez la noche se llama y no se llama así y qué sabe uno hijo qué sabe uno

                muéstrame el grabado de Durero sobre la mesa relatando los rostros de 1511 y sus nerviosas figuras así me sueño la cara hace años esas líneas siquiera devolviendo un poco al adentro lo que sea de resurrección

               incesantes hay que entonces acribillar a la nada

               escuchar levemente a los pumas en su adormecer nochebramido.

NICOLÁS MARÉ


 
 

A J.L. Martínez

Tú puedes decir que el pájaro al decir
dice que no dice nada,
tú Martínez puedes

Pero yo ni eso

Yo digo menos que los pájaros
ni siquiera puedo decir que no digo

Todo esto es una mentira
yo sólo escribo algo así
como una constatación de vacío,
algo así como una radio
dedicada a programas de silencio,
un recipiente para encerrar nadas,
para formalizar ausencias,
para que esas mismas ausencias
ratifiquen que por lo menos algo hay,
algo hay en las hojas blancas
que ni tú Martínez ni yo Suárez
hemos amado lo suficiente.

 

ALEJANDRA DEL RIO

 


Nunca has salido tampoco.
Más bien parece que una música vive encerrada en las orejas
y no dices oídos porque a machetazos
se han instalado los acordes de tu carne,
fieros acordes que suenan más o menos así:

ciudades estacionadas con enloquecidas niñas desatadas por las calles
con enloquecidas niñas interrogando a las estatuas de la entrada
por la permanencia de cada segundo,
la satisfactoria permanencia sobre la piel de cada segundo
y así interrogadas responden así las esfinges:

 
"Del Padre sólo se aprende con su caída
no lo anuncian heraldos ni lentejuelas
al Padre se llega de golpe y porrazo
puesta la sed en la boca de los Hombres"