martes, 30 de abril de 2019


TOR JONSSON





El Hogar De Mi Infancia



Agradezco el hogar de mi infancia
por el odio tras ventanas brumosas
contra las condiciones de vida del campesino miserable.
Me diste el pálido sueño,
el dolor amargo que escondiste
es mensaje de una primavera.

En aquella cabaña
el dolor siempre gemía
y afilaba su largo cuchillo.
En aquella cabaña creció
el sueño bueno que siempre
brillará alrededor de mi vida.

Voy a mi pueblo
y planto flores hermosas
en cada tumba olvidada.
Agradezco el hogar de mi infancia
por el odio en soledad sagrada
y la cosecha que me dio.

Un poema de todo lo que amo
tiene sus raíces en la cabaña hogareña
tras el llanto de una madre.
Ahora el poema revienta la piel
en los susurros de la pobreza
y en el dolor de nuestra tierra.

LILIAN SILVA





Dolientes



En el interior de mi boca
se ha extraviado un árbol
de manzanas
nada nace
nada llama
un hombre en la otra habitación
dice llevar en su entraña un pedazo de mí
de piel de hambre

Nos miramos con recelo como dos moribundos
tras una única luz
nos exaltamos entre la pupila, nos devoramos como
sordomudos
entre la fuerza de cada ojo
como el dialogo de dos bocas encendidas
cuyas siluetas se van volviendo borrosas
nos miramos con malicia, con ansias
con la mano seca y pinchada

Afuera, hay pasos
Alguien ha comprendido en la descarga
Que nos estamos lapidando


ELISEO DIEGO





En lo alto



Un pájaro en lo alto,
en lo más fino
del árbol alto,
un tomeguín
nervioso, breve, tan liviano

como un soplo de luz,
está cantando
su propia levedad,
la maravilla
de su increíble ser

           su pura vida
minúscula, perfecta, iluminada.


FRANÇOIS COPPÉE





Retornelo



Llegado el estío, allá en la explanada,
el vuelo siguiendo que llevan las cosas,
a cazar iremos, bajo la enramada,
yo la estrofa errante, tú las mariposas.

Y bajo los sauces tomando en la umbría
de ocultos senderos la pendiente suave,
buscando en las cosas su eterna armonía,
yo escucharé el ritmo, tú el canto del ave.

Siguiendo del río las ondas rizadas
por rauda corriente, con sus mil rumores,
encontrar podremos cosas perfumadas,
yo buscando versos, tú cogiendo flores.

Y amor, halagando nuestra fantasía,
hará en tal momento nuestro afán constante:
yo seré el poeta y tú la poesía;
tú serás más bella y yo más amante.


De: “Paseos e interiores”


Versión de Cayetano de Alvear.

ROBERT PYNSKI





teclado



Un piano incorpóreo. Los auriculares otorgan
al que toca las teclas una cierta soledad
en el interior de su música; grítale y no se volverá:

la imagen de un alma que piensa dar la espalda al mundo.
Apolo en su piel de serpiente despelleja vivo al músico
ingenuo: Marsias adquirió entonces sensibilidad suficiente

para sentir en cada roce el mundo entero. En África
los invasores llevan machetes para amputar las manos
y tal vez hagan elegir a la víctima, «mangas largas o cortas».

Shahid Ali dice que les ocurrió a los tejedores de Cachemira:
acabar con el arte. Solo hay un cierto número de historias.
La Pérdida. El Elegido. E incluso antes El Viaje,

La Transformación: la fruta de cualquier árbol, la puerta
de cualquier aposento, menos este—y el alma codiciosa,
la cuchilla del torno. El Ejército Rojo destrozaba pianos,

pero una vez capturaron a alguien de las SS que sabía tocar.
Le sentaron al piano y se llevaron los dedos
a la garganta para explicarle que iban a matarle

cuando dejara de tocar, y así durante dieciséis horas
bebieron y lo destrozaron todo mientras el nazi tocaba las teclas.
La gran Canción del Mundo. Cuando se desplomó

sollozando frente al instrumento le golpearon la cabeza
y le reventaron los sesos. Orfeo despiadado regresa
de nuevo a su teclado para improvisar un planto:

los pequeños gemidos de placer de ella, bla bla, la zona
tras su oreja, lilas bajo la lluvia, un acorde suspendido,
una frase igual que una polilla volando indecisa a la luz de la luna,

Oh, perdida Eurídice, bla bla. Su arcaica cabeza
continuó cantando tras arrancarla del cuerpo:
el cuerpo, viejo y largo compañero, sostén—la esencia

de las naranjas, la-la-la, el aroma de los almendros,
el sabor de las aceitunas, su falda de paño. El grandísimo
anciano poeta dijo, ¿Qué deberíamos ponernos para el recital—corbata?

¿O mejor sin corbata, cuello alto? La cabeza
a flote se gira hacia Apolo para cantar y Apolo,
el lagarto de fuego de ojos gélidos, recorre las teclas.


De: “Música del golfo”


Versión de Andrés Catalán


GEORGE BATAILLE





Duermo



La boca abierta en espera
De un pene que me ahogue
De un esputo dulzón de un esputo pegajoso.
El éxtasis que me encula es el mármol
De la verga mancillada de sangre.
Para entregarme a las vergas
He puesto
Mi vestido que parte el alma.




lunes, 29 de abril de 2019


EPPE SALVIA





Carta



Viene por la noche, es verdad, silencioso
llueve una luz de sombra y cómo
fueron nuestros sentidos inevitables
repentino, nos quejamos
una ciencia más amplia.

Teniendo el fruto de eso
llamativo, la bella lujuria,
e incluso la sombra de los susurros
y juegos, como niños.

Pero sé que Serena no puedo,
en estos tiempos marcados por el secreto
de los cuales uno invade
nuestra intimidad,
vivir ahora si no con tanta dificultad
y tan ligero.

De esta amarga dificultad, ya es cada vez más cierto
un sentimiento de alegría, a la manera
eso en la tarde juntos
salir a la calle
claro, lo vi, en la sombra
y de secreto,
estamos entre las luces perdidas
seres más leves que aquellos
vino antes que nosotros
él solo tuvo que sufrir
salvado casi por casualidad, y en este pródigo.

Los besos son hermosos regalos.


ELIZABETH DARYUSH





Subalternos



Ella le dijo a uno: "¡Cómo brilla
Mi corazón ante el pensamiento ardiente
de la gloriosa agonía de la batalla!"
Él dijo: 'Para nosotros que luchamos
Son recuerdos helados
Que deben congelarse para siempre
Las horas de sol que compraron'.

Ella le dijo a uno: "¡Cuán ligero
debe ser ahora tu corazón liberado,
después de la dura pelea!"
Dijo: "Bueno, no sé ... ...
La guerra sacudió a uno, de
alguna manera, noqueó a uno ...
Ahora. la vida es tan letalmente lenta. 


FLORBELA ESPANCA





Gándara en Flor



Rellena mi pecho, en un encanto mago,
El frémito de las cosas dolorosas…
Bajo los urces quemados nacen rosas…
En mis ojos las lágrimas apago…

¡Ansío! ¡Alas abiertas! ¿Lo que traigo
En mí? ¡Escucho bocas silenciosas
Murmurarme las palabras misteriosas
¡Que perturban mi ser como un halago!

Y, en esta fiebre ansiosa que me invade,
Desnudo mi palio, mi burel,
Y ya no soy, Amor, Sóror Saudade…

Ojos ardiendo en éxtasis de amor,
Boca sabiendo a sol, a fruto, a miel:
¡Soy la gándara ruda abriendo en flor!



ILARIE VORONCA





MIRA



Qué flexible es el pedestal del alma
como un dedo el pequeño zueco toca el teclado de piedra

las piernas tienen una cadencia como de agua en marcha
el alma conoce la pupila de los senderos.

El diamante de las cimas rompe el cristalino vuelo del halcón
pero la pupila del alma ha encerrado las alturas

los cerrojos de roca no le asustan
lleva sobre sus hombros el peso de las hojas
y los gritos brotan de ella
como del agua de los ríos las gaviotas.


         1923

Versión de Pablo Neruda


JOHN HAINES





El túnel



La desaparición comienza contigo,
siempre listo para girar,
buscando un cambio,
una máscara, un rostro que no es tuyo,

un vacío repleto de raíces
que el rencor suspira.

Dejas en la íntima distancia
una sombra, o la concha
de una sombra,
quieta, durmiendo a mi lado.

Todas las señales se disipan
por la corriente de tu paso:
campos y ríos, calles
que no conozco, tu propio nombre…

Tu cara es un túnel de luces
que ya no alcanzo a mirar.




EVA STRITTMATTER


  


SOS 



Puede que sólo se trate de la tristeza
habitual de noviembre.
El no quiero nada y no sé nada.
La falta de ánimo y de ganas.
Disfrazada de enfermedad y miedo a la muerte
susurra el fin, el fin…
Quizá, como siempre, basta un día soleado
para que se produzca el cambio…
Hang-over de oscuridad.
Asqueada de la lluvia.
El amor y las palabras se vuelven inciertos
en el Océano Pacífico del tiempo.
El tsunami de lo absurdo.
Arrojada al suelo: yo.
Insignificante. Existo existo.
Un radiograma de mí para mí.




domingo, 28 de abril de 2019


HECTOR MURENA





IX



¿Quién soy
en este cuarto
silencioso y solitario,
quién es el que se queja
mientras yo permanezco
callado, quién
se agita, se estremece,
como si quisiese nacer en mí,
en mi alma,
para cambiarme en monstruo
o en ángel,
feto de fuego
de mi víctima
o mi verdugo?


VERONICA PORUMBACU





Pasarán los años



Ni los platos de plata,
ni los cálices de oro me interesan
sino que lo que más anhelo en este mundo
es el hueco de tu palma.
Pasarán los años. Y nuevamente,
enamorada como el primer día
beberé de tu palma
de la que no me cansaré nunca.
Nunca.
Y en el mismo camino, como al principio
volveremos a sonrojarnos
Y besaré el primer surco
de tu mejilla llena de vida
Pero si llegado el día
Me dieses a beber de grandes cálices,
yo, de entre todos,
volvería a posar mi boca
en el hueco de tu palma.



CÉSAR DÁVILA ANDRADE





Poema número uno



Ahora sí. Tú puedes ya mirarme.

Soy compañero de los ofendidos;
de las almas oscuras que transitan
la profunda llanura de la noche,
amando tristemente los abismos
y las jaurías cárdenas del vino.

Ahora sí. Tú puedes ya mirarme. ..

Padezco el peso puro de la tierra
sobre mi corazón buscador de ángeles,
sobre mi alma hechizada por el río
azul e inmóvil que atraviesa el cielo
con invisibles olas siderales
y con mil barcas de humo pensativo.

Una vez quise abrir tu paraíso
con una aguja débil de rocío.

Hoy amo el cielo humano de la arcilla
poblado de fantasmas que tiritan.

Amo la soledad, la sed, el frío,
la carne vestidora de incurables,
el pecado y su fina risa de ámbar.

Sí: ya puedes mirarme.

Enterré ya los mármoles que amaba.
Duermen en él los ángeles helados
en ocultos tropeles ateridos.

Ya sé odiar berilos y zafiros,
-parásitos brillantes de la roca-.

No deseo admirar tus vestiduras
salpicadas de signos y asteroides.

Amo la desnudez de los caminos.

Sí: ya puedes mirarme.

Por la llanura de la noche cruza
una pequeña luz que cabecea;
ella es mi pecho roto en el que tiembla
la fiebre inextinguible.

Ya puedes tú mirarla;
tú que vives arriba
y que talvez no eres inconmovible.



ANTONIA POZZI





Grito



No tener un Dios,
no tener una tumba,
no tener nada firme,
tan sólo cosas vivas que se escapan;
vivir sin ayer,
vivir sin futuro,
y cegarse en la nada
(socorro)
a causa de la miseria
que no tiene fin.


10 febrero 1932


EDUARDO ANGUITA





La visita



Espéranos bajo el ciruelo, zagal de los difuntos.
Ábrenos ese estanque, el corral silencioso que la resaca de estrellas y el dorado crepúsculo solar lavan día tras día.
Las hierbas altas acallan a medias las lápidas marchitas;
Mensajes antiguos que debemos leer muy lentamente;
Palabras, tal vez: no para ser pronunciadas,
Sino palpadas apenas con la tibieza del sol.
Así pasan el lagarto moroso, la araña, el saltamontes,
Y hasta el viento del páramo marino sobre ellas se encalma
Como un gran espejo tendido sobre la soledad.

Ábrenos ese jardín que sólo se visita
Cuando alguien viene a vivir de verdad.
La colina que nace y muere al pie de esta capilla, ola petrificada junto a la roca enemiga, ahora ambas perdonadas,
Ni odiándose ni amándose: ¡pasadas!
Los huesos ya llegaron al hueso, la sangre llegó al puro fluir,
Y el tiempo al tiempo vuelve.
Colina de muertos que una invisible corriente
Gasta, acrecienta y purifica.

Fin de estío. ¡Qué sentido tiene decirlo en el Cementerio de Totoral!
Jardín donde los años maduran mejor que los mismos veranos en cualquier huerto terrestre.
Fin de estío en este rincón rural adonde han vuelto quienes siempre debieron vivir juntos.
Allí mismo estaba la eternidad, aquí tan cerca de ellos, tras la tapia y el cerco rústico de Cristián, zagal del pueblo;
Allí, tras de la casa, debían ir los amigos a contarse las nuevas familiares.
Estaba reservado el lugar para cada uno -los forasteros frente a la casa, los forasteros en el atrio,
Parloteando, chanceando, despidiéndose estridentes-; pero
atrás, atrás, en el huertecillo oloroso que los dueños de
casa siempre desearon marchito porque lo marchito es signo de vieja amistad leal,
Atrás, detrás de la casa, tras la verja, la conversación íntima de los amigos eternos.

Fin de estío en este cementerio costero, tierra adentro.
Primera tarde de otoño, sol dorado tan lejano de luz,
Tan próximo por su delicadeza,
Deslízate sobre esta ladera cercada como un huerto.
Tumbas detenidas (los remos dejados a los vivos, los jóvenes y los forasteros):
Entre los filos de la alfalfa, mármol desvanecido, eternidad lugareña,
Lee tú en el aliento del sol otoñal:

MUERTA EL 11 DE MAYO DE 1857.

PRONTO SE REUNIRÁ A ELLA SU INCONSOLABLE ESPOSO.

Oh, juventud impaciente: en esta lápida grabasteis la promesa de reuniros PRONTO.
Pronto:
Y el PRONTO tardó tanto en llegar: demoró, dolió, se ocultó, casi se olvidó, germinó, reapareció,
Maduró interminables años.

Pero a su lado, por fin, como si siempre hubiesen estado juntos, vetas tranquilas del mármol que nadie imagina fueron tempestad, A su lado, por fin!:

AQUÍ VINO A REUNIRSE A SU QUERIDA ESPOSA
EL 6 DE ENERO DE 1902.

1857 – 1902. ¡Cuánto tiempo -45 años- separándolos! ¡Y cuánto tiempo
-48 años- desde que aquel otro tiempo
desdichado cesó: cuánto tiempo entre su reencuentro feliz y ahora nosotros!
¡Y cuanto -93 años- entre la muerte de ella, cuando ESO comenzó a transcurrir, y nosotros ahora!
¡Cuánto tiempo amargo sucediendo y por fin cesado para hacerse feliz:
Más el tiempo dichoso transcurrido y poco a poco olvidado hasta hacerse irreal!
Y, nuevamente sumando desde fuera del seto como si todo esto hubiera sido siempre un pasado, hecho para nosotros, decir: “Esta bien. Todo eso es real”.
Y cuanto tiempo más para quien lea estas páginas tanto tiempo después! ¿Quién, quién ha esperado?
Y el mismo sol besando la colina, las tumbas detenidas.
Y…
Fin de estío.
Estamos en 1950 en un huerto marchito de Totoral, la colina donde resbalan los muertos y las enredaderas,
La colina de los amigos. ¡1950! Tanto tiempo perdido estaba aquí, tierra adentro, adonde hemos llegado sin pensar, agolpados como una ráfaga de niños a una charla grave.

Tanta vena febril, tanta impetuosa lágrima, ¡más que existieron! ¡existen! SON: huellas en el mármol, inmóviles, como se ve el mar desde la altura: un epitafio.
Todo ello rescatado para nosotros, que nada hemos sufrido, a quienes se nos da la lejanía del viento.

¡Aquel lejano, largo PRONTO,
Para nosotros, importunos, es PRONTO otra vez!

Ambas vidas, ambas muertes, las dos aquí próximas, sin mediar ni una hierba.
Esposa y esposo cara a cara,
El tiempo hendido, la llaga que debía cerrarse
(Las aguas que una mano fugaz -45 años- separó un breve instante).
La palabra está ahora reunida,
Y el tiempo plácido, lúcido, admirable.
Esposa y esposo, dos extremos vacíos
Para dar vida a la separación.

¡Juntos aquí dos labios de tiempo formando un sólo beso Viejo y nupcial!


MANUEL SCORZA





Vals gris



Las torres más valientes
agachan la cabeza
cuando el otoño llega
con el plumaje acribillado.

En otoño los árboles
encienden sus ojos más tristes.

Otoño sin embargo era
cuando miré en tus ojos
comarcas donde ardía otro sol.

Agosto, el cojo malvado,
escupía las ventanas;
la niebla graznaba en los tejados.

Pero nosotros caminábamos
-oh praderas, oh puentes-
por países de diamante.

Tus veinte años saltaban como peces
y el corazón merlín se me saltaba.

En el palacio de las luciérnagas
bailamos danzas desgarradoras.

Hoy llega sin ti el otoño
y sin ti los crepúsculos desalentados
sólo saben ponerse sus viejos trajes.

Los pájaros idiotas
repiten verdosos
las canciones de ayer.

Lentas cruzan el cielo
las tardes astrosas.

Pobre el mundo:
sólo tú autorizabas lo maravilloso.

Vivir es largo.
Ave carnicera es la Melancolía.


De "Desengaños del mago"

sábado, 27 de abril de 2019


ANNA DE NOAILLES





Una tarde moriste...



Una tarde, a la hora en que el día termina,
Moriste de repente. La pereza terrible
Y dulce no te venció invadiéndote.
Nada te anticipó el letargo y la tumba.
Tú, el sueño tuviste, y yo peno y tropiezo;
Y la muerte más muerta es el sobrevivirte.


Versión de Miguel Ángel Frontán.


ROBINSON QUINTERO





Pintura con pájaro



Todo el color del lienzo es nieve.
Nieve sobre las cumbres, por las colinas, en los bajos tejados de la casa solitaria.
En el camino que se curva y que nadie recorre, nieve.
Y en el recodo de un río, un árbol pelado de hojas sostiene apenas sus varas.
Y sobre una de las varas una pequeña mancha roja.



VACHEL LINDSAY





Los búfalos comedores de flores



Los búfalos comedores de flores de primavera
En el pasado
corrían donde hoy silban las locomotoras
Y se agazapan las flores de las praderas:
La ondulante hierba perfumada
es expulsada por el trigo,
Ruedas, ruedas y ruedas van girando
en la primavera que todavía es dulce.
Pero los búfalos comedores de flores de la primavera
Nos dejaron hace tiempo,
Ya no cornean más, ya no mugen más, -
ya no rondan más las colinas
Derrotados con los Pies Negros,
Derrotados con los Pawnee,
Derrotados.



ROGER WOLFE





Odio

                                Me faltan algunos odios todavía.
                                          Estoy seguro de que existen.
                                                                   Céline



El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el locutor deportivo
de la radio del vecino
esos domingos por la tarde.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el macaco de uniforme
que sentencia -arma
al cinto- que el semáforo
no estaba en ámbar, sino en rojo.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el cívico paleto
vestido de payaso
que te dice
que no se permiten perros
en el parque.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con la gente que choca contigo
por la calle
cuando vas cargado
con las bolsas de la compra
o un bidón de queroseno
para una estufa
que en cualquier caso
no funciona.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con los automovilistas
cuando pisas un paso de peatones
y aceleran.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el neandertal en cuyas manos
alguien ha puesto
ese taladro de percusión.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
cuando le dejas un libro a alguien
y te lo devuelve en edición fascicular.

El odio es una edición crítica
de Góngora.

El odio son las campanas
de la iglesia
en mañanas de resaca.

El odio es la familia.

El odio es un cajero
que se niega a darte más billetes
por imposibilidad transitoria
de comunicación con la central.

El odio es una abogada
de oficio
aliándose con el representante
de la ley
a las ocho de la mañana
en una comisaría
mientras sufres un ataque
de hipotermia.

El odio es una úlcera
en un atasco.

El odio son las palomitas
en el cine.

El odio es un cenicero
atestado de cáscaras de pipa.

El odio es un teléfono.

El odio es preguntar por un teléfono
y que te digan que no hay.

El odio es una visita
no solicitada.

El odio es un flautista
aficionado.
El odio
en estado puro
es retroactivo
personal
e intransferible.

El odio es que un estúpido
no entienda
tu incomprensión,
tu estupidez.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con este poema
si tu pluma
valiera
su pistola.


JORGE EDUARDO EIELSON



  

Impromptu



éste es tu cuerpo o nada
una nube o una rueda
un caballo o cinco dedos
qué alegría estoy vivo
o la lluvia
un ruido de tijeras
cuatro pasos un silbido
un grito    una habitación
otro grito
un cometa en el cielo
un cuchillo en la boca
dos ojos abiertos una esfera
dos ojos más
siete brazos    una mano
tres o cuatro tigres
una cabeza rubia
un beso de mamá
cuarenta espejos rotos
cuarenta tíos carlos
un teléfono sonando
un cadáver en el suelo
un señor aburrido
una historia cualquiera
un teléfono sonando
tres o cuatro tigres
qué tarde me acuesto
estoy solo
una palabra u otra
no importa qué cosa
un teléfono sonando
un cadáver en el suelo
una raza de perro
un perfume de francia
etcétera    etcétera


De: "Tema y variaciones"