martes, 5 de enero de 2016


HANNAH ESCOBAR




Elegía funeral a una joven dormida



Rilke ha muerto
Orfeo ha abierto los ojos y tiene sed
El cuerpo de una joven blanca reposa sobre mi cama
Rodeada de flores, parece el otoño.

Le he preguntado a mi madre si habrá de quedarse mucho
A dormir,
Mi madre ha dicho que debemos preparar la mortaja.

He entrado  a hurtadillas a mirarla
A hurtadillas como un ángel pequeño
Con el ardor de la infancia en el corazón
Con el brillo de la infancia en los ojos
Con la impaciencia de la infancia en las manos.

Le he preguntado a mi padre si la conoce
Su nombre, un nombre,
Mi padre ha guardado silencio.

Afuera las flores,
El olor a jazmín era insoportable.






VIOLETA OROZCO




Desde siempre


Me tendí sobre mi muerte
como si fuera el manto
envolvente de la higuera.
Me tendí sobre mi sombra
pensando que el vacío
no existía.
Y todas las imágenes
cayeron sobre mí como un meteoro.
Estaba todo tan lejos
que no podía tocarlo.
Todo era tan amplio
que no me alcanzaban los ojos
para mirar.
Sueños desterrados hemos sido.
sueños cayendo hacia su hoguera
de estrellas extenuadas.
Pero yo me tendí sobre mi muerte
como si fuera una piel abrigadora
porque pensé que mi muerte era un refugio
o una gran habitación sin muros
tan alta que las enredaderas llegarían a la nube más próxima
y podrían colgarse ahí como un columpio,
como un puente entre el estar y estar ausente.
Pero cuando me tendí sobre mi muerte
supe que era más grande que mi vida
y entonces tendí mi vida al pie de mi muerte
para volver a ganarla
y así pude atestiguar cómo mi muerte
rendida de ser ofrendada
se levantó del suelo y me dejó tendida
mirando la lluvia
desde el polvo constelado.



MIGUEL FLORIANO TRASEIRA



  
Prometimos no contarlo



Entonces, tú me cogías la mano
en los tramos que así lo requerían:
reprimidos
depósitos de arena, o alguna valla
que lograba complicarnos el acceso
a una mágica meseta, que solo
tú conocías para mí. No más
que azarosas excusas para ser
tú mucho más abuelo y yo más nieto.

Mientras caminábamos, la tierra
era poco más que un juguete
posado ante mis ojos cautivados.

Monarcas ya tú y yo
del terreno y el paisaje, pudimos
descansar muchas veces, regalando
nuestros ecos peregrinos, nuestras voces
que viajaban también entrelazadas
por misteriosos páramos del aire;
y aguardábamos entonces, risueños
e impacientes, sentados en la hierba,
un viento que de nuevo
las trajera de vuelta, sorprendiéndonos
bajo el perfecto sol de una sonrisa.

Recuerdo que solía
cansarme siempre antes que tú, abuelo.

Y recuerdo también aquella mañana
en la estación de Trubia, en la que, por entrar
yo muy pronto al tren, se cerró
la puerta y me quedé
solo dentro, huérfano del pánico,
mientras tú aporreabas el cristal nerviosamente,
inexperto ante mis jóvenes lágrimas.

Aunque luego, después
del abrazo grandullón, nos reímos
en silencio, y prometimos no contarlo.

Sin nosotros, jamás
pudo ser nada; nada el amor
ni la aventura.

Hoy, algo cansado
aunque tenaz, recibo la noticia de tu muerte
y vuelvo a conocer a la tristeza, otra tristeza
insólita y violenta para mí, torpe novato
en los caprichos del destino.

Como aquella remota mañana,
hoy un cristal
celoso y miserable se alza entre nosotros,
agrieta el silencio y me encoge
sin piedad el corazón. Vuelvo a llorar
lo mismo que aquel día.

Pero esta vez podré sin duda prometerte
que no se acabará, que nunca
se apagará este abrazo, pues lo dejo
aquí, bordado entre estos versos, protegido.

Y vuelvo a verte inquieto, llamándome
tras el cristal, y sonrío, y nos recuerdo

en cada instante feliz, y maldigo, y sangro,
y le arranco los ojos a la muerte.


De: Tratado de identidad



HÉCTOR DE PAZ




Pondrás tu boca en el polvo



el corazón acongojado
sollozando sigiloso
murmurante
afligido
con la piel como cáscara sobre los huesos
la lengua pegada al paladar
esperanzado
-aún te queda la otra mejilla.


De: Pondrás tu boca en el polvo



MOISÉS VEGA



  
A Francisco Meza y Juan José Rodríguez



El maniquí del ventanal
tiene el corazón más grande que un amanecer de Nebraska
lanza su sombra sobre el carisma milenario
de Greta Garbo o Maria Felix
triunfa sobre Cristo y Aristóteles:
sobre todos los misterios de la tierra
no hay uno tan grande
como su boca

Asidua a la promesas del relámpago
ha recorrido los estrechos del Bósforo
la ínsula Brataria y la isla de Nemo
ninguna geografía real o imaginaria le es ajena

Lo que ignora el maniquí
es que hay un hombre tras el ventanal
un señorito de Polanco o Donceles
sin la mejilla partida de un hachazo
o la papada de un obispo

Lo que no sabe el maniquí
es que el hombre busca una tregua
poner días de mar y anuncios civiles
en cualquier esquina de septiembre
hipotecar el olor de su mujer en abril
que la aduana y una diva de Broadway
pasen desnudas la prueba del insomnio.




CARMEN INÉS PERDOMO




Vestigios



Arrebatas de las piedras
la imagen perpetua de un instante.

El ocaso vigila tus huellas
cuando en las eternas aras
se derrama sangre de siglos.

¿Dónde la mortal esfinge:
esa roca hecha carne
con los brazos caídos al mundo?

Noches lunares invocan tu nombre.

El silencio agita las tinieblas,
doblega al peregrino
 y en su mirada descansan los reinos.

Sepultada la pregunta,
se despojan en pedazos las orzas,
ante el dios solitario.

De: Silencio en Llamas