jueves, 2 de junio de 2022


 

CARMEN SÁNCHEZ

 


 

Abrazar su estrato de mar.
Abrazar su piel de roca.
Sentir el enmascarado
paisaje del atardecer.
Sal, brisa, espuma
cuando aparecen
sus ojos de niño,
sus ojos de lobo,
sus ojos de amante.
Dejar los besos
en su cuello de arena
para los días de sombra.

 

De: “Un roce al paso”

 

ROCÍO WITTIB

 

  

 

la poesía es un camino por el que no se puede regresar

nadie sabe de dónde vengo
devuélveme mis cartas

la poesía es todo lo que ocurre a destiempo

¿dónde está nuestro lugar?
nunca se nos dio esa respuesta

la poesía es arriesgarse a perderlo todo

me abandono para cruzar esa línea otra vez
y nunca es suficiente

 

 

SALVATORE QUASIMODO

 

  

El alto velero

 

 

Cuando vinieron los pájaros a mover las hojas
de los árboles amargos junto a mi casa
(eran ciegos volátiles nocturnos
que horadaban sus nidos en las cortezas),
alcé la frente hacia la luna
y vi un alto velero.

Al borde de la isla el mar era sal;
y se había tendido la tierra y antiguas
conchas relucían pegadas a las rocas
en la rada de enanos limoneros.

Y le dije a mi amada, que en sí llevaba un hijo mío
y por él tenía siempre el mar en el alma:
«Estoy cansado de estas olas que baten
con ritmo de remos, y de las lechuzas
que imitan el lamento de los perros
cuando hay viento de luna en los cañaverales.
Quiero partir, quiero dejar esta isla.»
Y ella: «Querido, ya es tarde: quedémonos.»

Entonces me puse a contar lentamente
los vivos reflejos de agua marina
que el aire me traía a los ojos
desde la mole del alto velero.

 

Versión de Carlo Fabretti

 

 

JAVIER PAYERAS

 

  

Uno

 


A veces las hojas se cansan y se dejan arrastrar por el viento, atraviesan el verano seco y los aguaceros. Ese rendirse guarda una belleza que nos ha sido destinada también a nosotros, un destino donde no existen privilegios ni pausas ni divinidades con quienes razonar. Uno no lo sabe, pero cada día vive menos y el rastro que queda es una nostalgia insobornable.
Uno se vuelve loco de tan triste. Uno deambula entre deseos. Uno finaliza el día pensando en los que ama y que lleva tiempo sin ver. Uno busca consuelo, pero no es fácil. Nada es fácil. Uno cruza puertas que nos llevan a puertas y habitaciones que nos llevan puertas y puertas que nos llevan a habitaciones, hasta el último segundo.
Uno se queda sin quien nos abandone. Uno piensa y piensa mientras las personas más hermosas se van. Uno evidencia su fragilidad y se hace niño. Uno es imperativo y se rodea de gente con veneno. Uno termina leyendo a solas y escribiendo para nadie.
Pero uno puede salvarse tarde, pero salvarse. Uno puede tocar un cuerpo sin retenerlo. Uno puede dejar que las flores crezcan sin jarrones. Uno puede ser lluvia y no granizo. Uno puede ser asombro que roza lentamente el oído de quienes aún no existen. Uno puede ser sendero o casa o cielo despejado.

 

 

 

MARTHA CECILIA ORTIZ QUIJANO

 

 

Receta de amor

 


Tiene tatuado el litoral, mi madre en sus manos.
Sus palmas guardan los secretos de los antepasados.
Mi madre tiene la sazón del achiote y el cimarrón.
Mientras ralla el coco, ella canta…
Canta arrullos que rasgan la memoria
(…”Abuela Santana porqué llora el niño”…)
Tiene tatuado el litoral, mi madre en sus manos.
Sus manos huelen a cebolla, ajo, romero y albahaca.
Entre trastos, especias y manjares va guisando su historia.

Ella aprendió el arte del amor, igual que la abuela.
El arroz atollao es lo que mejor le queda.
Añora el pescao recién cogido.
Su casa huele al café de la mañana.
Mi madre cuando cocina baila…
Baila al ritmo de las atarrayas
que llegan con el amanecer.

 

JULIO CÚMEZ

 

 

 
El deliro levanta la cabeza y me mira
Yo también lo miro

Ambos creemos encontrar en nuestras miradas una respuesta
Y esperamos una palabra que nos nombre

Ambos nos imaginamos ser como un abedul agitándose en el tiempo

(O como un cetáceo que surcando cruza el silencio)

Ambos desdibujamos nuestro reflejo en el agua
y vemos
cómo todo tiembla