domingo, 10 de marzo de 2019


LOUIS ELISABETH GLÜCK





Malahierba



Algo
llega al mundo sin ser bienvenido
y llama al desorden, al desorden.

Si tanto me odias
no te molestes en buscar
un nombre para mí: ¿necesitas
acaso un desdoro más
en tu lenguaje, otra
manera de culpar
a la tribu por todo?

Ambos lo sabemos,
si adoras a un dios, necesitas
sólo un enemigo.

Yo no soy el enemigo.
Sólo soy una treta para ignorar
lo que ves que sucede
aquí mismo en esta cama,
un pequeño paradigma
del fracaso. Una de tus preciosas flores
muere aquí casi a diario
y no podrás descansar
hasta enfrentarte a la causa, es decir,
a todo lo que queda,
a todo aquello que es más fuerte
que tu pasión personal.

No estaba escrito
permanecer para siempre en este mundo.
Pero por qué admitirlo, si puedes seguir
haciendo lo de siempre,
lamentándote y culpando,
las dos cosas a la vez.

No necesito que me alabes
para sobrevivir. Llegué aquí primero,
antes que tú, antes
de que sembraras un jardín.
y estaré aquí cuando el sol y la luna
se hayan ido, y el mar, y el campo extenso.

Y yo conformaré el campo.

De: "Iris salvaje"

Versión de Eduardo Chirinos


TÉOPHILE GAUTIER





El traje rosa



Adoro la túnica rosa
en que va tu hermosura envuelta;
es el tibor de tu garganta;
es de tu cuerpo ánfora esbelta.

Frágil como una rosa thé,
leve como un ala de abeja,
toda te ciñe y te circunda
con rauda caricia bermeja.

A la seda tu piel trasmite
sus estremecimientos cálidos:
a tu piel la seda devuelve
reflejo de carmines pálidos.

-¿ Quién urdió la mágica tela
con hilos de tu carne misma,
en un misterio donde suman
luz, seda y piel un móvil prisma?

-¿Son los iris de la alborada;
o los nácares de Afrodita;
o los rubíes de tu seno
lo que en tu clámide se agita?

-¿Quizá las hebras se tiñeron
en tus corales de pudor,
cuando desnuda contemplabas
de tus líneas el esplendor?

Tú, despojada de esos velos
-soñada encarnación del arte-
ser podrías ante Canova
cual otra Venus Bonaparte.

No sé si eres urna de ónice
donde ávidos goces van presos,
o si lo que tu cuerpo ciñe
es una túnica de besos.

Versión de Carlos López Narváez

NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN






Saber sin estudiar
Admiróse un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en Francia
supiesen hablar francés.
«Arte diabólica es»
dijo, torciendo el mostacho,
«que para hablar en gabacho,
un fidalgo en Portugal
llega a viejo, y lo habla mal;
y aquí lo parla un muchacho.»


TRISTAN TZARA





He sembrado en tu cuerpo, amada, la flor...



He sembrado en tu cuerpo, amada, la flor
que esparcirá pétalos sobre tu cuello, mejillas y manos
y hará brotar mañana tus senos -primavera
Me gustan las cejas y tus ojos con destello de metales
y los brazos que ondulan como las serpientes, las olas, el mar

De tu cuerpo quisiera levantar palacios, arquitectónicos jardines
y terrenales paraísos monumentales
Quiero enterrarme en sus tierras cuando me muera
Quiero enterrarme en tu carne cuando me muera

En tu cabello siento el olor de los racimos de naranjas
En tus ojos anublados veo sol y en los labios ganas de comer
Con tus dientes querrás Cortar carne del alma
querrás cambiar las uñas en garras

Quisiera morder tus senos como muerden el pan
Los hambrientos que mendigan monedas en la calle
Quisiera que florecieran en tus miradas jardines arquitectónicos
Alinear tu pensar a los sueños terrenales, mamie.

Versión  de Darie Novácenau
 


ARLETTE LUÉVANO






Yo no sé rezar                       no puedo
todavía no creo en tu muerte
apenas si puedo creer en cualquier cosa

¿Para qué es todo esto?
No te vayas, quédate a hablar conmigo
dime qué de cierto hay en esta sangradura

Hay tanto que debiste ver
Tantas cosas que no deberían suceder sin ti

Y llegaría a tomar tu cuerpo y sacudirlo
gritaría desde el dolor de mi garganta
para exigir hasta la convulsión

porque no alcanzan mis ojos para derramar
el vacío que me colma el cuerpo
cuando mi condena es no poder aniquilarlo
a cambio del tuyo y el hubiera


FÉLIX MARÍA SAMANIEGO







4. La codorniz



Presa en estrecho lazo
la Codorniz sencilla,
daba quejas al aire,
ya tarde arrepentida.
«¡Ay de mí miserable
infeliz avecilla,
que antes cantaba libre,
y ya lloro cautiva!
Perdí mi nido amado,
perdí en él mis delicias,
al fin perdilo todo,
pues que perdí la vida.
¿Por qué desgracia tanta?
¿Por qué tanta desdicha?
¡Por un grano de trigo!
¡oh cara golosina!»
El apetito ciego
¡a cuántos precipita,
que por lograr un nada,
un todo sacrifican!