sábado, 21 de noviembre de 2020

JOSÉ MARÍA PARREÑO

 

 

 

Querer llegar a ser...

 

 


Querer llegar a ser

y para eso

lecturas viajes cuerpos

conseguir lo que no se posee

deshacerse de lo que nos estorba

 

pero al final

¿cantaremos mejor?

¿estaremos más cerca

de nuestro propio centro?

 

¿no sería mejor dejarse ir

como los días

tomar aquello a que alcanza la mano

abandonar lo que nos abandona?

¿saber que somos ya

sin mácula

sin falta

quienes somos?

 

 


 

AUSIÁS MARCH

 

 

 

 

LXXXIII

 

 

 

Así como el enfermo que ha mucho tiempo yace

y un día quiere esforzarse en levantar,

y no puede su virtud mucho ayudarlo,

antes, puesto en pie, súbitamente, doblado, cae,

me ocurre a mí, que me esfuerzo contra Amor

y quiero seguir todo lo que mi juicio quiere;

no puedo cumplirlo, porque me quita la fuerza

un mal extremo causado por Amor.

 

 

SAINT KABIR

 


 

44

 

 

¿Quién eres? ¿Y de dónde vienes?

¿Dónde reside el Espíritu Supremo y cómo puede mezclarse en todos los juegos de la Creación?

El fuego está en la madera; pero ¿quién lo despierta de súbito?

La madera conviértese en cenizas; y, ¿adónde va la fuerza del fuego?

El verdadero Maestro nos enseña que el Espíritu no tiene límite ni fin.

 

Kabir dice:

Brahma adapta su palabra a la inteligencia de sus oyentes.

 

 

JOHN DONNE

 

 

 

El testamento




Antes que exhale mi último suspiro, deja, Amor,
que revele mi legado. Es mi voluntad legar
a Argos mis ojos, si mis ojos pueden ver.
Si están ciegos, Amor, a ti te los entrego;
A la Fama doy mi lengua; a embajadores, mis oídos; 
     a mujeres, o a la mar, mis lágrimas.
Tú, Amor, me has enseñado
al hacerme amar a aquella que a veinte más tenía,
que a nadie debía dar, sino a quien tenía demasiado.

Mi constancia entrego a los planetas;
mi verdad, a quienes viven en la Corte;
mi ingenuidad y franqueza
a los jesuitas; a los bufones, mi ensimismamiento;
mi silencio, a quien haya estado fuera;
mi dinero, al capuchino. 
        Tú, Amor, me has enseñado, al instarme a amar
allí donde amor no es recibido,
a dar sólo a quienes tienen incapacidad probada.

Mi fe entrego a los católicos;
mis buenas obras, todas, a los cismáticos
de Amsterdam; mis mejores modales,
mi cortesía, a la universidad;
mi modestia doy al soldado raso.
         Compartan los jugadores mi paciencia.
Tú, Amor, me has enseñado, al hacerme amar 
         a aquella que dispar mi amor entiende,
a dar sólo a quienes tienen por indignos mis regalos.

Sea mi reputación para aquellos que fueron
mis amigos; mi industria, para mis enemigos.
A los escolásticos hago entrega de mis dudas; 
    de mi enfermedad, a los médicos, o al exceso;
    a la naturaleza de todo lo que en rima tengo escrito,
     y para mi acompañante sea mi ingenio.
Tú, Amor, cuando adorar me hiciste a aquella
que antes este amor en mí engendrara, 
a hacer como si diera, me enseñaste, cuando restituyo sólo.

A aquel por quien tocan las campanas,
mi libro doy de medicina; mis pergaminos
de consejos morales sean para el manicomio;
mis medallas de bronce, para quienes tienen 
      escasez de pan; a quienes viajan entre
      todo tipo de extranjeros doy mi lengua inglesa.
Tú, Amor, al hacer que amara a quien
considera su amistad justa porción
para jóvenes amantes, haces mis dones desproporcionados. 

Así, pues, no daré más, sino que el mundo
destruiré al morir, pues el amor muere también.
Tu hermosura, toda, menos entonces valdrá
de lo que el oro en la mina, sin que haya quien lo extraiga
y de menos tus encantos, todos, te servirán, 
de lo que puede un reloj de sol dentro de una tumba.
Tú, Amor, me has enseñado, al hacerme
amar a aquella que a ti y a mí desdeña,
a ingeniar esta manera de aniquilar a los tres.

 

 

Versión de Purificación Ribes

 

MIHAÏ BENIUC

 

  

 

La sombra de Hiroshima 



Grabada en los peldaños hay la sombra de un hombre. 
Estampada en la piedra estará para siempre. 
Ha sido inscrita allí por los dueños del átomo. 
Como cuando a la muerte un perro aúlla, 
así el recuerdo ladra entre los muros, 
aúlla hacia una torre negra, triste y quemada. 

El hombre ya está muerto, pero la sombra grita: 
¿En dónde está mi hombre? ¿ Quién lo ha matado? 
Las ruinas se callan, un alambre se enreda 
en un cerezo que entreabrió sus flores. 
Quiere la primavera, con las piernas quebradas, 
lanzarse impetuosa fuera de los escombros, 

¡Hiroshima! ¡Quemados, bellos senos 
de mujer, en el centro de las llamas, sangrantes! 
Tus niños están huérfanos. La sombra grita: "¿Dónde 
están los despiadados que llevando 
antorchas cegadoras descendieron 
y destruyeron cunas, libros, palas y padres?" 

¡Hiroshima! La sombra de un hombre está grabada 
sobre una roca, y siempre estará ya en la piedra. 
Crece la hoja, luego cae del árbol, 
solamente la sombra no puede separarse. 
Queda. No se acostumbra a esta ausencia de un hombre 
entre los calcinados escombros de las ruinas.

 

"¿Eres mi hombre, dime?", les pregunta 
a todos los que pasan a su lado. 
Y ensombrecidos todos le responden: 
"No sé, mi pobre sombra, no soy yo... " 
Y la sombra contempla, mira siempre 
a todo aquel que pasa cerca de ella...

Pasan los transeúntes con su sombra, 
unos veloces, otros lentamente. 
Queda, sola, la sombra, sin premura. 
Miradla, ya sin hombre que la lleve al trabajo. 
¡De todos estos seres no hay ninguno 
que bajo el sol camine sin su sombra!

La sombra, centinela, está en su puesto, 
para siempre jamás está velando 
a fin de que no vuelva lo pasado, 
de que jamás estalle la tormenta, 
de que la llama nuclear no queme 
la flor de nuestra humana primavera.

 

1956

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León 

 

ANNA VENTURA

 

 



El mar es una manta negra

 


 

El mar es un manto negro
con franjas blancas de espuma
que lamen la arena. La arena
es oscura, húmeda, atravesada
por perros y gallinas marinas. El Gran Sasso
ya está cargado de nieve
y las colinas verdes
pronto se volverán blancas
como cebras. No recuerdo
los inviernos de la infancia,
tan tristes que dejaron huella:
usé siete pares de herraduras
para llegar a este rellano,
un regalo de la mala suerte.