lunes, 9 de agosto de 2021


 

CARLOS DARIEL

 


 

La Higuera

la tarde rodea con su abrazo
las calles angostas
y la escuelita
emplazada en el pequeño pueblo
cercano a la selva

 

los rayos de sol que dan en la pared
dejan ver el deterioro
con furia estremecida

 

todo el lugar a la redonda
está enmarcado
por un silencio
nauseabundo y líquido

 

una puerta entreabierta
deja ver manchas de oscuridad
atravesadas por un hilo de luz
y más adentro
un catre
donde la presencia del hombre
reposa

 

RIYAD AL-SALEH AL-HUSSEIN

 

 

 


Una habitación pequeña y estrecha y nada más

 

 

Habitación pequeña apta para la vida.
Una habitación pequeña y estrecha digna de morir.
Habitación pequeña y húmeda que no sirve para nada.
Una pequeña habitación.
Una mujer pelando papas y desesperación.
Un albañil y un niño que nunca duerme,
una niña que llora mucho sin razón
y yo, un niño travieso, pero no perverso,
tengo libros y amigos
y nada más.
Desde que nací sin patria
y desde que la patria se hizo tumba
y desde que la tumba se convirtió en un libro.
Desde que el libro se convirtió en una prisión
y desde que la prisión se convirtió en un sueño,
y desde que el sueño se convirtió en un hogar.
Estaba buscando una habitación pequeña y estrecha
en la que pueda respirar libremente.
Respiro libremente
en una habitación pequeña y estrecha.
Me quito la ropa y me voy a dormir,
me quito la boca y hablo,
me quito los pies y doy un paseo bajo el polvo de la cama.
Busco sobras de comida y gatos a los que les encanta que los acaricien.
En el estante de la habitación hay libros y amigos.
También hay un ramo seco de alfalfa,
una foto de Guevara y un tablero negro por Munther Masri.
Cuando tengo hambre como libros y les digo a mis amigos:
amigos, vamos a conversar.
Y mis amigos son muchos;
los que me aman no me dejan morir,
los que me odian no me dan oportunidad de vivir
y probablemente mañana
devoraré a mis amigos como devoré los libros
y resoluciones de las Naciones Unidas.
Y probablemente mañana
retener mi sueños al igual que la señorita X
que retiró su mano de los asuntos de mi corazón.
Y probablemente mañana
saldré de la habitación para establecer mi vida.
Con sus cinco paredes ensangrentadas
y su única ventana abierta
En una habitación pequeña y estrecha, apta para las lágrimas.
En una habitación pequeña y estrecha, apta para parcelas
no podría conspirar contra nadie,
no pude hacer nada.
En una habitación pequeña, apta para escribir
no pude evitar escribir mi última voluntad.
La pequeña y estrecha habitación que se extendía como un cadáver
encima de la cama del suelo
apta, como yo, para la autopsia
y, como yo, apta para la aniquilación.

 

 

 

ROBERTO MALATESTA

 

 

 

Nada mas

 


Nada más pido a la tarde,
buen ejercicio es ceder
toda codicia.
Cierro los ojos:
tibieza del sol,
algo de frío en los pies,
ramas que se mecen.
¿Mañana qué habré de decir?
Tampoco importa.
Esta noche
bajo la lámpara
recogeré trozos de sol
con la punta de mis dedos
tocándome los párpados.


CARLOS ILLESCAS

 

  

 

Pregunto por Francesca

 

 

    Te infiero en honda sombra;

el mar no borra aún 

sobre la arena tu rescoldo.

         ¿Amor,

  persisten nuestras huellas?

         ¿De ser así, 

dónde estamos nosotros,

cenizas náufragas sin sueño?

 


ANTONIO MIRABAL

 


 

En la pornografía

 

 

Las manos fuera del timón en alarde de libertad

(el cielo esplende, es verano y la vía una recta),

es ley aquí:

los abrazos abiertos

con tal de que la cámara entre a fondo.

 

Aspiración al corte transversal,

de cámara esa sierra eléctrica

que troza víctimas en otro de los filmes,

o el ojo filamento

que aguarda desde el interior la arremetida.

Mitad película de horror,

mitad documental científico.

 

El máximo de aire entre quienes actúan

y bienvenidos los hombres garrocha:

¡pornografía es tangencialidad!

 

Que un geómetra no consiga dormir

por el recuerdo de cómo dos esferas se rozaban.

 

RAQUEL CAMPOS

 


 

2.

 

 

dicen que entonces maté
la verdad–tan pura–
de los días más felices;
no la maté, la escondí
en las amarguras más
profundas de mis
días: la única mentira
que me podía
salvar la alegría.