"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 27 de octubre de 2023
AIDA TOLEDO
Epigramas
a Guilaume
VII
Crees
que el daño que te causé fue irreparable
Pienso
que el daño que te causé fue necesario
PAMELA ÁGUILA
4
cuántas
veces hemos visto a los animales hacer esto una hembra carga consigo el dolor
un
dolor heredado de útero
a
útero a útero
un
dolor del que no se puede huir
siento
el dolor de mi abuela huele a campo
a
hierba recién cortada
siento
el dolor de mi madre
lo
siento en el agua de mi cuerpo
lo
siento cuando lloro y cuando llueve
HILSA RODRIGUEZ
La
infancia es un retrato surrealista
Somos
un retrato surrealista
Distópico
desarticulándose
haciéndose
polvo
porque
la vida ha mendigado amor a su padre asesino
La
ausencia la aniquiló
El
llanto de millones de reptiles
descendiendo
como constelaciones hasta los pies
ahogándose
mientras
una niña con rostro de caracol se pregunta:
¿Acaso
no me repugnan todos los hipócritas, los padres
ausentes,
las madres sumisas, los vidrios, el incendio, la
infidelidad,
todo el ruido que se yergue de los humanos?
No
importa que estemos solos en esta carretera
y no
tengamos a quien abrazar
Solo
importa la belleza de los astros perforando tu cuerpo de sangre
como
un amuleto
dejándonos
retazos apocalípticos en un cajón
Esta
prodigiosa forma de existir desde lo pétreo desde el nacimiento
implica
pensarte en todos los objetos del mundo
como
en el pestillo de la puerta que cerraste
el
espejo que rompiste con puño infalible
la
correa como una serpiente buscando acariciarme
cuando
te confesé que me enamoré por primera vez
un
recipiente enclenque lleno de agua turbulenta deseando que mi madre se pudra
una
cama donde me escondía de las arañas
porque
en mí se funda la ausencia de los parques
una
pintura tallada con risas alcohólicas
estruendosas
donde
solo estaba mamá
y tu
hijo llevándote en brazos
sujetando
tu locura
diciéndote: Madre,
en tus párpados se escriben mis penas
Una
frazada hablándote al oído
augurio
inaudito
Por
eso ya no pienso en la complejidad de la muerte
cuando
veo morir a una mujer en un segundo en el inodoro
remolino
de tristezas
agua
maldita
¿Acaso
no me repugna tu silencio, tu fractura, tu lunar, tu
paro
cardíaco, cuando yo era una niña?
Ahora
entiendo que las voces emergieron llamándote a su tribu
Te
romperás como un hilo que teje el destino de los hombres
Te
fuiste, pero aún existen manos gigantescas comiéndome el rostro
millones
de hormigas ingresando a mis párpados
devorándome
los intestinos
un
cosquilleo de caballos frenéticos
y la
niebla espesa gritando tu nombre
y a
mí
solo
me queda la poesía
El
último bostezo de amor
JUANA GOERGEN
El
banquete
Desde
el principio, la yuca, desde el origen en Amauyama.
Vivir
era el oficio de irle descubriendo entre lo cotidiano
y
adentrarse en la pura geometría de su jugo dulce o venenoso −yare o naiboa−
y
adentrarse en las delicias del casabe jau-jau, pan fino.
En
ella lo transparente se vuelve inevitable, cobra colores, formas
se
viste abiertamente hacia otras realidades, a probables futuros de la forma y el
tacto.
Cuando
en la guerra quemaron al Zemí Baibrama, dicen que después, lavándolo con el
jugo dulce de la yuca, le crecieron los brazos y las piernas y le nacieron de
nuevo los ojos y le creció otra vez el cuerpo.
Por
eso en el banquete me lanzó a la aventura.
−Nitayna
yo− me despliego sin prisa a una suerte voraz ante sus formas,
y
las engullo siempre con los ojos cerrados y corazón de yuca, abierto.
FIAMA VALERIO
Delirio
de persecución
Escuché
marchas.
Las
fibras de los cordones
se
deshebraban como el deshojar de margaritas.
El
herrete se había manchado de polvo.
A la
orilla del macadán afloraron guijarros,
se
descarrilaron las hormigas
al
trasladar sus despensas,
violaron
la fila india,
se
enmarañaron en la punta de mis tenis,
me
murmuraron advertencia.
No
iba sola.
Aceleré
el paso,
chasqueó
la suela en el agua,
miré
en el retrovisor al caminante persecutor,
escuché
su jadeo hostigoso,
giré
lentamente
y
nadie se avizoraba en el camino.
CAMILO RESTREPO MONSALVE
Bestias
del sueño
Rueda
la sangre por el talud
y
dibuja su ruta
Criaturas
abisales
rondan
el mar de la noche
escapadas
de un delirio
tras
el cual la carne
se
hincha de terror
Despertar
mientras la mano
acaricia
todavía el pelaje
de
las bestias del sueño
y
surgir intacto
para
contemplar los truenos
que
rompen el sol
De. “Las
rutas de la sangre”