miércoles, 24 de abril de 2019


TOR JONSSON





Montañas



Las olas cantaron anoche su poder.
Sólo encontré tres tablas de mi barca.

Las olas cantaron sobre la muerte cierta.
Una montaña es mi corazón y mi dolor un mar.

Las olas llevan su vida a la quietud.
La montaña brilló donde las olas rompieron.


LILIAN SILVA





La ventana



Se hace visible ahora el eco de nadie
Las cerraduras de mi sombrase vuelven luz
¿Quién leerá mientras destierro el sueño
                     y un verdugo trepa por mi cabeza?


ELISEO DIEGO





Nostalgia de por la tarde



El que tenía costumbre de poner las manos
sobre la mesa blanca junto al pan y el agua,
traje rugoso de fervor y alpaca,
y aquella su esperanza filial en los domingos,

ya no conmueve nunca el suave pensamiento de la fronda
con el doblado consejo de su paso.
Y el taciturno banco entre los álamos dormido
y aquel campito hirsuto a quien las lluvias respetaban.

Qué tedio los sepulta como la muerte a los ojos
que no los cruza nunca la bendición de unas palomas,
que tengo que soñarlos, mi amiga, tan despacio
como quien sueña un grave color que nunca viera,
como quien sueña un sueño y eso es todo.

Porque quién vio jamás
pasar al viejecillo
de cándido sombrero bajo el puente
ni al orador sagrado en la colina.

Yo vi al lagarto de liviana sombra
distraerse de pronto entre su sangre,
quedar inmóvil, sí, tumbado,
pesando e incapaz de confundirse ya nunca con la tierra.

(El que tenía costumbre de cruzar las manos
sobre la mesa blanca para mejor mirarnos,
su mueca de morir cuándo la he visto,
su mueca parda.)

He visto al pez de indestructible púrpura,
en la mañana arde como criatura perpetua de la llama,
olvida los trabajos mugrientos de su sangre,
yace perfecto y la madera sagrada lo levanta.

Pero quién vio jamás
el ruedo misterioso de tu falda
mientras cortas las rosas en la tarde
ni el roce y la tristeza de la lluvia
como un ajeno llanto por mi cara.

Porque quién vio jamás las cosas que yo amo. 


FRANÇOIS COPPÉE





Cometas manchadas en el cielo de septiembre en la luz



Septiembre con un cielo claro manchado de cometas. Es
favorable pasear con pasos lentos,
Por la calle, salir de la casa de la mujer amada,
Después de un tierno adiós, cuya alma está perfumada.
Para mí, todavía creo que lo amo mejor y más
en este mes, porque este es el momento en que lo quiero más.
Por la tarde, a menudo voy a verla en fraude;
Y, cuando tuve que dejar la habitación cerca y caliente.
Después de prometer que volvería pronto,
me enfrento, distraído. El recuerdo
trae al corazón su fragancia feliz;
Y de mi ropa y mis manos febriles Emite
un aroma exquisito y embriagador,
del cual soy al mismo tiempo demasiado orgulloso y vergonzoso
Para definir el placer profundo,
- Algo así como un olor que sería rubio. 


ROBERT PYNSKI





La ciudad



Vivo en la pequeña aldea del presente
pero últimamente ya no sé cómo se llaman mis vecinos.
Más y más a menudo paso mis días en la Ciudad:

la gran metrópolis en la que puedo tener la esperanza
de vislumbrar imponentes espíritus cruzando la calle,
almas resistentes como la cucaracha y el pez pulmonado.

Cuando era joven, vivía en una aldea diferente.
Teníamos desfiles: el circo, el fuerte cercano.
Y el rabino Gewirtz inventó un juego llamado «Béisbol».

Para alcanzar primera base tenías que cantar correctamente
dos versos en hebreo. Los errores eran eliminaciones.
Un strike por cada tartamudeo o titubeo.

Los chicos dábamos gracias a la benevolencia del rabí,
cómo lograba equilibrar la inmensidad de las palabras
escritas en letras de fuego por el mismísimo Dios

con nuestro simple béisbol, con las cosillas que sabíamos...
O quizás recuerde yo mal, quizás los chicos pensábamos
(no había chicas) que el béisbol era la Ciudad

y que el lenguaje que aprendíamos a base de repetir
–con un poco de atención al significado, de vez en cuando–
era algo pequeño y local. Las Grandes Ligas, la Ciudad.

A uno de los chicos lo mataron pocos años después,
vistiendo el uniforme, a miles de millas de distancia.
Era un muchacho estúpido: las veces que yo hacía de capitán,

si se las arreglaba para llegar hasta primera base,
nunca lo dejaba avanzar dos líneas
para forzar un doble. Hace tantísimo tiempo...

A veces creo que nunca he visto la Ciudad,
que el lugar donde he estado es solo un barrio infame
en el que me convenzo de que estoy en el centro.

O: salvajadas, decapitaciones, ejecuciones en masa,
tropas con órdenes de violar y humillar –las noticias,
los Salmos, las epopeyas–, ¿y si la Ciudad es eso?

Gewirtz, nos contó, significa mercader de especias.
Anís y mejorana para el embalsamamiento de cadáveres,
para conservar o mejorar la comida y la bebida:

la materia de la civilización, como los juegos o los versos.
La otra noche soñé con aquel muchacho,
aquel insensato que murió en la guerra:

acercaba la silla para mirar hacia la pared.
Yo pretendía que leyera del libro de oraciones.
Él no contestaba, no iba a jugar a ese juego.


Versión A. Catalán


GEORGE BATAILLE





Abro las piernas….



A la lengua de toro
De la piel
Un largo pene escupía
En la iglesia de mi corazón.