domingo, 3 de marzo de 2019


GUILLAUME APOLLINAIRE





Sombra



De nuevo estáis aquí a mi lado
Recuerdos de mis compañeros muertos en la guerra
La oliva del tiempo
Recuerdos que no sois más que uno solo
Como cien pieles que no forman más que un manto
Como esos miles de heridas que no son más que un artículo de periódico
Apariencia impalpable y sombría que has apresado
La forma cambiante de mi sombra
Un indio al acecho durante la eternidad
Sombra te arrastras junto a mí
Pero ya no me oyes
No conocerás más los hermosos poemas que canto
mientras yo te oigo aún te veo
Destino
Sombra múltiple que el sol te guarde
A ti que me amas lo suficiente para no abandonarme nunca
Y que danzas al sol sin levantar polvo
Sombra tinta del sol
Escritura de mi vida
Arcón de penas
Un dios que se humilla


Versión de L.S.


LOUIS ARAGON





La rosa y la reseda



El que en el Cielo creía,
el que no creía en él,
los dos con idolatría
amaban a la rehén.
Uno a mirarla subía,
otro tendíase al pie:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.

Nada importa cuál sería
la luz que alumbrando fue;
uno del templo salía,
otro esquivó su dintel:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.

Cuerpo y alma en alegría,
cada cual amante fiel,
que Ella vive se decía,
y quien viva lo ha de ver:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.

Loco pedir cortesía
viendo arrasada la mies,
rumiando melancolía
de la metralla al vaivén:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.

Desde lo alto el vigía
tiró una y otra vez;
uno tras otro caía;
¿cuál de ellos muerto fue:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él?

¿En la prisión cuál sería
el de más duro yacer;
cuál de los dos prefería
de las ratas el tropel:
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él?

Sollozar de rebeldía,
¿a quién puede conmover?
Dejan la terrena vía
al rayar el alba cruel
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.

Al caer, nombrar se oía
a la que adorada fue;
con brillo igual relucía
la roja sangre al caer
del que en el Cielo creía,
del que no creía en él.

Cárdeno arroyo teñía
la tierra de su nacer
para que madure un día
vendimias de moscatel
el que en el Cielo creía,
el que no creía en él.

Corren, vuelan a porfía
el bretón y el lorenés;
vuelve el grillo a su tonía
en el huerto y el vergel.
Flauta o viola en melodía,
en doble amor van a arder
las aves entre la umbría,
rosa y reseda también.


Versión de Carlos López Narváez


MARCO ANTONIO CAMPOS





Cine Ermita



Claro y caro era el mundo para él.
Claro e insólito el filme con la figura del héroe.
Combatiente o artesano, trapecista o estudiante,
da lo mismo, y no importa.
La primera película inicia
a las cuatro veintiocho de la tarde,
y los rasgos del niño se transfiguran en héroe,
y da lo mismo, y qué importa, bailar a lo
Astaire 0 lo Kelly, ser vaquero a lo Wayne,
el gran chulo a lo Gassman.
Relatos e historias (no lo ignora el niño)
se han hecho para él,
y en qué forma, y formidablemente, claro.
Ríelo y llóralo en el melodrama nacional,
extravíalo de frente y de perfil en el perfil
italiano de Gina Lollobrigida o en la alba
desnudez de Carrol Baker,
abúrrelo con Disney o con filmes
donde el protagonista es elefante o perro,
diviértelo, en fin, del todo, distráelo, en fin
-mientras afuera, sobre Revolución,
se lee en enormes letras: CINE ERMITA,
y el tren eléctrico color pajizo enfila hacia
el sur,
             y llueve,
y la larga lluvia de agosto
se alarga y cae desde las goteras, y el agua
se mezcla en el pavimento oscuro
con el lodo o con aceite blando o espeso,
y en el asiento trasero del tren eléctrico
despierta el niño, se despereza, y mete
el dinero en el bolsillo roto del pantalón.


                                                                                  1998
De: "Poesía reunida"



NINA CASSIAN





Galope en el cielo



Cuando el ayer se transforma en el antes de ayer
y el antes de ayer se convierte en hace mucho tiempo
y el hace mucho tiempo se convierte en nunca más
¿qué puedes esperar?

Galopando en la cabalgadura del atardecer
van llegando,
los Cuatro Jinetes.


Versión de Jorge Torés


ANTONIN ARTAUD





Poeta negro



Poeta negro, un seno de doncella
te obsesiona
poeta amargo, la vida bulle
y la ciudad arde,
y el cielo se resuelve en lluvia,
y tu pluma araña el corazón de la vida.

Selva, selva, hormiguean ojos
en los pináculos multiplicados;
cabellera de tormenta, los poetas
montan sobre caballos, perros.

Los ojos se enfurecen, las lenguas giran
el cielo afluye a las narices
como azul leche nutricia;
estoy pendiente de vuestras bocas
mujeres, duros corazones de vinagre.


De: "L'Ombilic des limbes"
Versión de Aldo Pellegrini

ÁLVARO CUNQUEIRO





6. También el mar, hoy...



También el mar, hoy,
tiene el alma llena de madurez.
-Se le oye la adolescencia
en el vidrio del aire
llena de fragmentos de vísperas
y de intactas navegaciones oscuras.-
Así. Más allá. Ahora de la sombra:
¿No te duele el canto,
-redondez tibia de beso preciso-
del sol en la sombra?


De: "Mar ao norde"
Versión de Vicente Araguas