viernes, 7 de febrero de 2014

MIGUEL HERNÁNDEZ




Vientos del pueblo me llevan



Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.



JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ



Zebech


Tus pensamientos passiuos
Deuen ser contenplatiuos
Pedro de Veragoe

Ese
relamerse, esos labios
brillantes de saliva, ese mohín
entre infantil y disoluto,
esos ojos burlones que cruzan como un rayo
el universo de plástico del aeropuerto…

Su amiga, sin embargo,
aún siendo hermosa, acaso más hermosa, no
excita.
Y es que no es la belleza la que irradia
ese misterio que te hechiza,
esa lumbre de júbilo,
ese pájaro con las alas en llamas.

No es la belleza de esos ojos, sino su forma de mirar;
el desmadejamiento de esas piernas,
esa lengüecita incandescente,
esa lividez canalla bajo sus ojos,
cómo mueve el pelo,
cómo lo sabe.

Eso
que los Dioses conceden
sólo a muy pocas,
y a veces sólo por poco tiempo.
Esa dicha a la que no puede
tocar
el Destino.



HASIER LARRETXEA




LAS HOJAS en movimiento y todos sus significados.
Las nubes que se forman y sus fi guras.
El rayo que atraviesa cualquier posibilidad y, haciendo luz,
fotosíntesis del día rebelde de verano.

Rezuma el silbido del viento, el compás del
fluir del río: las sombras se reclinan perezosas.

El baile premonitorio de las ramas: su saludo,
nuestra bienvenida.


PERE GIMFERRER

  

Cuchillos en abril


Odio a los adolescentes.
Es fácil tenerles piedad.
Hay un clavel que se hiela en sus dientes
y cómo nos miran llorar.

Pero yo voy mucho más lejos.
En su mirada un jardín distingo.
La luz escupe en los azulejos
el arpa rota del instinto.

Violentamente me acorrala
esta pasión de soledad
que los cuerpos jóvenes tala
y quema luego en un solo haz.

¿Habré de ser, pues, como estos?
(La vida se detiene aquí.)
Llamea un sauce en el silencio.
Valía la pena ser feliz.



MARTHA ASUNCIÓN ALONSO

  

Corazón de naranja



Al pastor alemán que tú recuerdas, trotando por tu infancia,
lo atropelló un tractor cuando creciste.

Se nos cayeron luego los vencejos,
como guantes raídos, de las tardes azules,
tardes de manos llenas, cielo bajo.

Miro cómo mi abuela,
los ojos muy abiertos, fervorosa,
está exprimiendo un zumo en la cocina;
miro temblar sus manos, debajo de esas manos
miro girar el sol, aroma antiguo,
sangre pura del tiempo más redondo,
corazón de naranja que aún nos ciega.
No queremos morirnos, no queremos…

La miro y habla sola en la cocina,
mientras exprime un zumo como quien reza un salmo,
apura la inocencia y el candor, bebe memoria.

Miro temblar sus manos. Y el almendruco estéril,
la tapia; blanco sucio para trepar de sed,
amarga adolescencia, fruta viva.

Son cosas que brillaron antes de que te fueras.



FÉLIX DE AZÚA




Isaías
  

un guardia va de rojo


Se avecina la muerte va a empezar el deshielo
y mira al Este.
Del bosque bajan las ardillas los pinzones
en tierra dejan caer sus plumas.
Mira al Este ¿sabes
que empieza ya el deshielo?
Viene la muerte
canción de la Comtesse de Die, el arpa de Nerón
algo que cante la Roma del deshielo nueva Roma.
Porque el deshielo viniéndonos del Este
borrará nuestros caminos vecinales
la cascada que arrasará los bosques
no quedará una casa
y bajarán a flote en la avenida
la catedral de Amiens ¡oh violín de Cremona!
El hielo muere al Este
y ya no queda tiempo para un dique.