"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 21 de mayo de 2019
KETTY BLANCO ZALDÍVAR
Yo la escéptica
El
vuelo del pájaro ya no me convence,
la
debilidad del viejo
creo
que es ficticia:
la
bondad del pobre, capa que le cubre.
A
veces está solo el que tiene gente
que
le dice bravo;
no
creo
que
ciertos peces naden.
ARTURO BAUZÁ
Invitación
Venga
por
esta plaza
venga
la calabaza
traiga
las ilusiones
los
sueños
y
los amores
venga
la
calabaza
con
su fiesta de semillas
traiga
sus maravillas
el
azul cielo
la
besa
fértil
lluvia
la
refresca
calabaza
calabaza
ven
feliz
por
esta plaza.
WILLIAM BUTLER YEATS
Tus ojos que antaño nunca se cansaron de
los míos...
«Tus
ojos que antaño nunca se cansaron de los míos,
se inclinan hoy con pesar bajo tus párpados oscilantes
porque nuestro amor declina».
se inclinan hoy con pesar bajo tus párpados oscilantes
porque nuestro amor declina».
Y
responde ella:
«Aunque nuestro amor se desvanezca,
permanezcamos junto al borde solitario de este lago,
juntos en este momento especial
en el que la pasión, pobre criatura cansada, cae dormida.
¡Qué lejanas parecen las estrellas,
y qué lejano nuestro primer beso,
y qué viejo parece mi corazón!».
«Aunque nuestro amor se desvanezca,
permanezcamos junto al borde solitario de este lago,
juntos en este momento especial
en el que la pasión, pobre criatura cansada, cae dormida.
¡Qué lejanas parecen las estrellas,
y qué lejano nuestro primer beso,
y qué viejo parece mi corazón!».
Pensativos
caminan por entre marchitas hojas,
mientras él, lentamente, sosteniendo la mano de ella, replica:
«La Pasión ha consumido con frecuencia
nuestros errantes corazones».
mientras él, lentamente, sosteniendo la mano de ella, replica:
«La Pasión ha consumido con frecuencia
nuestros errantes corazones».
Los
bosques les rodeaban, y las hojas ya amarillas
caían en la penumbra como desvaídos meteoros,
entonces un animalillo viejo y cojo renqueó camino abajo.
Sobre él, cae el otoño; y ahora ambos se detienen
a la orilla del solitario lago una vez más.
Volviéndose, vio que ella había arrojado unas hojas muertas,
húmedas como sus ojos y en silencio recogidas
sobre su pecho y su pelo.
caían en la penumbra como desvaídos meteoros,
entonces un animalillo viejo y cojo renqueó camino abajo.
Sobre él, cae el otoño; y ahora ambos se detienen
a la orilla del solitario lago una vez más.
Volviéndose, vio que ella había arrojado unas hojas muertas,
húmedas como sus ojos y en silencio recogidas
sobre su pecho y su pelo.
«No
te lamentes», dijo él, «que estamos cansados
Porque otros amores nos esperan,
odiemos y amemos a través del tiempo imperturbable,
ante nosotros yace la eternidad,
nuestras almas son amor y un continuo adiós».
Porque otros amores nos esperan,
odiemos y amemos a través del tiempo imperturbable,
ante nosotros yace la eternidad,
nuestras almas son amor y un continuo adiós».
Versión de Luis Zalamea
OSMÁN AVILÉS
Variaciones con pie de adagio
Amadeus
parece un tentador del Infinito/ Compone melodías que emanan gozo y
orquestan
desolación/
Cuando
cree alcanzar la belleza aumenta su sed/ la música/ el deseo/ ese regocijo
en
las tardes cerradas del espíritu/ y hace variaciones desde los fanales del
vivir/
desde
sus costumbres taciturnas/
Amadeus
no entiende cuánto de humano hay en la conquista de la belleza/ Y se
joroba
sobre el papel/ pensando en los alegres días de Baden/
ANA IVIS JUAN ESPINOSA
Rumor de feria
Hay
en este lugar un tibio rumor de feria,
algo
de caserones dispuestos en la calle atentos al pregón,
al
silbido del mercader,
al
hombre de los lentes que espanta a manotazos
los
insectos esparciendo el olor de la madera antigua,
de
las tizanas que hierven las vendedoras.
Hay
en este sitio una carpa y un puente,
entregan
a los paseantes el mágico entramado de la Ceiba
que
abriga al ladronzuelo entre el tumulto,
los
extranjeros tejidos,
la
orquesta aplaudida por el hombre de los lentes
que
la eternidad recibe para visitar las tiendas,
ir
en pos de una torre donde la magia cuelgue
desde
las almenas hasta el parque;
pero
el bosque es un huerto de gusanos,
un
reflejo del cielo que oscurece mientras alguien pasa diciendo:
no
existe, es otro rumor,
y
en su malhumorada prisa por quitar los afiches
aplasta
los lentes que han caído
sin
notar un hombre arrodillado que implora los cristales
eleva
en una plegaria las manos marchitas
como
sus ganas de feria año tras año
para
poder morir con un misterioso olor a carpa,
a
caserones dispuestos en la calle.
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