domingo, 26 de marzo de 2017


EFREN REBOLLEDO




Posesión



Se nublaron los cielos de tus ojos,
Y como una paloma agonizante,
Abatiste en mi pecho tu semblante
Que tiñó el rosicler de los sonrojos.
Jardín de nardos y de mirtos rojos
Era tu seno mórbido y fragante,
Y al sucumbir, abriste palpitante
Las puertas de marfil de tus hinojos.
Me diste generosa tus ardientes
Labios, tu aguda lengua que cual fino
Dardo vibraba en medio de tus dientes.
Y dócil, mustia, como débil hoja
Que gime cuando pasa el torbellino,
Gemiste de delicia y de congoja.



GABRIELA MISTRAL




Interrogaciones



¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?
¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,
las lunas de los ojos albas y engrandecidas
hacia un ancla invisible las manos orientadas?

¿O tú llegas después que los hombres se han ido,
y les bajas el párpado sobre el ojo cegado,
acomodas las vísceras sin dolor y sin ruido
y entrecruzas las manos sobre el pecho callado?

El rosal que los vivos riegan sobre su huesa
¿no le pintas a sus rosas unas formas de heridas?
¿no tienes acre el dolor, siniestra la belleza
y las frondas menguadas de serpientes tejidas?

Y responde, Señor: cuando se fuga el alma,
por la mojada puerta de las largas heridas,
¿entra en la zona tuya hendiendo el aire en calma
o se oye un crepitar de alas enloquecidas?

¿Angosto cerco lívido se aprieta en torno suyo?
¿El éter es un campo de monstruos florecidos?
¿En el pavor no aciertan ni con el nombre tuyo?
¿O lo gritan y sigue tu corazón dormido?

¿No hay un rayo de sol que los alcance un día?
¿No hay agua que los lave de sus estigmas rojos?
¿Para ellos solamente queda tu entraña fría,
sordo tu oído fino y apretados tus ojos?

Tal el hombre asegura, por error o malicia;
mas yo, que te he gustado, como un vino, Señor,
mientras los otros siguen llamándote Justicia,
¡no te llamaré nunca otra cosa que Amor!

Yo sé que como el hombre fue siempre zarpa dura;
la catarata, vértigo; aspereza, la sierra,
¡Tú eres el vaso donde se esponjan de dulzura
los nectarios de todos los huertos de la Tierra!




ELVA MACÍAS




Perdiz



Arco en la nieve
la perdiz abre sus alas
blancas sólo en invierno,
entonces
sueña que se aleja y resplandece.


EUGENIO MONTALE




No nos pidas la palabra que contenga por entero



No nos pidas la palabra que contenga por entero
nuestro ánimo sin forma y con letras de fuego
lo declare y resplandezca como el azafrán
perdido en medio de un campo polvoriento.

¡Ah, el hombre que se marcha tan seguro,
el amigo de todos y de sí mismo,
descuidando su sombra que el tórrido calor
imprime en un descascarado muro!

No nos pidas la fórmula que pueda abrirte mundos,
sí alguna sílaba torcida y seca como una rama.
Hoy podemos decirme sólo esto:
lo que no somos, lo que no queremos.



GUADALUPE AMOR




El fauno



El fauno estremecido
en la moldura de la piedra gris
está como dormido
Con sonrisa de gis
delira delirante en un desliz



EDUARDO CARRANZA




Oda con una orquídea




Tus pies de nácar.
Tus doradas piernas
donde el mar ha cantado.

Tu cuello de álamo primaveral
plateado por la risa y despeinado
por el viento y la risa.

Tu hombro derecho
lleno de palabras mías, de silencios míos
y de música dormida, en declive.

Y tu mano, Dios mío, donde he tocado el alma.
Tu mano con una orquídea entre los dedos.

Tu corazón donde una rosa gime
doblada por el temporal.

Tu voz, humedecida por la espuma del mar.
Tu voz, donde mi nombre ha dejado una huella.

Tu cabeza, alta y bella entre los hombros,
como la flor que se abre entre dos hojas.

Tu pecho, como un rumor de orquídeas
entreabriéndose.

Tu boca joven,
tus guerreros dientes,
donde la sangre se hizo blanca y dura
para morder y amar, brillar, reír
en relámpago tibio de jazmín.

Tus cabellos, revueltos como un fuego
negro. Tus cabellos.

Tus labios donde llevas pegados para siempre
mis besos, como el aire.

Y la frente de donde ningún viento podría
desprender las miradas de mis ojos.

Tu mirada que viene de lejos,
de lo oscuro, del origen de la música;
tu mirada que llega hasta tus ojos
húmeda de las flores y la luna
y el sueño, porque anduvo mucho tiempo
por dentro de tu cuerpo y de tu alma
siguiendo un sueño.
Tus miradas, que buscan otro mundo.

Tu cintura, delgada como la de las lámparas.
Tu cintura, delgada como el humo
saliendo de la botella.

Tu cintura delgada e inclinada
hacia el amor como la luna nueva.

Tus ojos que miran el cielo estrellado
y se llenan de lágrimas.

Tus cabellos, casi de niña,
para apoyarse en ellos y llorar,
llorar, llorar, porque no sabemos nada...