jueves, 15 de septiembre de 2022


 

DANTE GABRIEL ROSSETTI

 

 

Sueño de amor



El joven Amor yace durmiendo
Bajo el mayo de cada año,
Entre los lirios bañado
Por su tierna luz:
Blancos corderos pastorean,
Blancas palomas tejen sus nidos,
Y alrededor de su sueño
Los arbustos de mayo son blancos.

Suave es la almohada de musgo
Para una suave mejilla;
Las hojas lanzan sombras
Sobre los ojos cansados:
El viento y las aguas
Crecen abatidas y apenas hablan;
Allí persiste el crepúsculo
Estirándose en los cielos.

El joven Amor yace soñando;
¿Pero quién conoce su sueño?
Un sol perfecto
Sobre la cima del bosque,
O una luna perfecta
Sobre el arroyo escarpado;
O un silencio perfecto,
Una canción sobre los labios amados.

Se queman aromas en torno a él
Hasta llenar el aire soñoliento;
El silencio baila alrededor,
De un lado a otro;
Pues en el despertar
El paisaje no es tan bello,
Ni el silencio ni la canción,
Ninguno es como en el sueño.

El joven Amor yace soñando
Hasta que los días del verano mueran;
Soñando y lamentando
Lejos en un sueño perfecto:
Él ve la Belleza del sol
Sin observar hacia arriba,
Y saborea la fuente
Indeciblemente profunda.

Él es la música perfecta
Que huye hacia los sueños;
Y a través de las pausas
Calma un silencio perfecto:
Pobres las voces de la tierra,
Del este al oeste,
Y pobre la quietud de la tierra
Entre sus delicadas gemas.

El joven Amor yace dormitando
Lejos de la muerte;
Frías sombras se atraviesan
Sobre el rostro durmiente:
Así cae el verano
Con un delicioso aliento cálido;
¿Qué habrá de darnos
El otoño en su lugar?

Acercaos a las cortinas
De la planicie siempre verde;
El cambio no puede tocarla
Con sus dedos oscuros:
Aquí las primeras violetas,
Tal vez un lirio perdido
Con una paloma, quizás,
Retornen a descansar.

 

CHRISTINA ROSSETTI

 


Una hija de Eva



Una ingenua fui por dormirme al mediodía,
Y despertar cuando la noche es helada
Debajo de la confortable y gélida luna;
Ingenua por desgarrar mi rosa con delirio,
Ingenua por vislumbrar apenas mis lirios.

Mi pobre jardín no he conservado,
Se desvaneció al ser abandonado,
Entonces lloré como nunca he llorado:
Era invierno cuando en sueños me envolví,
Y es verano cuando ahora despierto.

Habla cuanto quieras de la futura primavera,
Sobre algún cálido y dulce mañana:
Desnuda de esperanzas y absolutos,
Sin nada para reír, nada para cantar,
Me siento a solas con el Dolor.

 

RÓMULO BUSTOS

 

 

Palenqueras



Mujeres grandes que llevan
tesoros blancos en los dientes
Sentadas parloteando en lengua extraña
como enormes diosas ya olvidadas
Acaso mejor que el sabio
conozcan sus cabezas
el peso exacto de las cosas del mundo

 

 

DALIA ALONSO





Los caminos de la gracia

“La Regenta, que era su mujer, su legítima
mujer, no ante Dios, no ante los hombres,
ante ellos dos.”

LEOPOLDO ALAS “CLARÍN”, La Regenta

 

 

Haber hallado en ti los caminos de la gracia
y la ternura que nunca deja de otorgar

es el deseo
que me ha cumplido la noche estrellada
tras tantos años rezando sin fe.

Cuando Dios escucha, no sabe
o no quiere saber
de los irónicos impedimentos del credo
que parten la realidad y el deseo:

con toda la belleza suspendida
a nuestro alrededor,
la maravilla es una luz escasa
que deja a la vista únicamente
tus ojos
y mi palabra.

 

MARÍA CODES

 


Herramienta de Madoz

 

 

Ponga un cuchillo en su vida
con regla selectiva para cortar prejuicios
para cortar por lo enfermo, al milímetro
un agujero en la nada.

Aquel del surtido futurista
que no brillaba por el borde,
el que melló los colores célibes
hasta convertirlos en perfil de llaves.

Cortar lo que sobra de todo un hombre
los fundamentos del comercio internacional
las encuadernaciones y las miniaturas
de la fiesta que va por dentro.

Rogamos lea las instrucciones
no se equivoque al empuñarlo
y, sobre todo, no se lo ponga al cuello
puede morder.

 

De: “Conservar al vacío”

 

JUAN VICENTE PIQUERAS

 

 

 

Nombres borrados

La mente no es un lápiz para tomar apuntes,

es una goma de borrar.

(Marko Vesovič)

 


Mi padre fue perdiendo poco a poco el lenguaje.
Y empezó por los nombres. Lo primero
que olvidó su cerebro no fueron los adverbios
ni los pronombres ni los adjetivos,
como uno estaría tentado de creer,
ni las motas de polvo de las preposiciones,
sino los sustantivos.

La manzana dejó de ser manzana,
el vaso pasó a ser eso,
y quienes se acercaban dejaban de llamarse.

La muerte comenzó su labor minuciosa
robándole los nombres,
borrándolos, poniendo
en su lugar un esto o un aquello,
un dame, un balbuceo, un gesto de la mano.

Lo último que se pierde son los verbos,
los verbos que se mueven en la sangre
como si fuesen peces
hasta que acaba el mundo,
hasta que ya no puede el cuerpo con su alma.

Los adjetivos son afectuosos,
visten de amor lo que miran
y por eso perviven.

Pero los nombres se esfuman.
Y la sustancia de los sustantivos
es agua de borrajas, niebla, torres de humo.

La manzana deja de ser manzana.
Yo dejo de llamarme
La palabra dolor no significa nada.

  

De: “Qué hago yo aquí”