martes, 8 de octubre de 2019


ALEJANDRO AURA





Un ruido



De repente ha entrado a la casa un ruido
y ha roto el minucioso y acompasado análisis del silencio
que tejía el insomnio con paciencia ejemplar.

Un inocente ruido. Pero uno cómo va a saber que es
                                                                       [inocente.
Se ubica sólido en una peligrosa cercanía
que separa sólo una puerta que se vuelve su cómplice
y comienza a devorar el silencio hasta hacerse corpóreo.

Allí está el ruido ya ingente y no sabe uno
qué irá a pasar.

Me levanto y me acerco a la puerta.
No me atrevo a encender la luz.
Contengo el aliento para que el ruido no me escuche,
contengo el sudor para que no me sienta,
suspendo hasta donde es posible el golpeteo interno.

Los pocos ruidos lejanos nada pueden
contra el ruido de marras que me aterra.

Siento un escalofrío: el repentino canto del gallo
en otra dimensión estalla. O sea que hay otro mundo.
Tomo entonces valor, no sé de dónde, y abro la puerta.
Desaparece el pobre ruido que tenía en suspenso
el transcurrir oscuro de la noche.

Me regreso a la cama, abrazo a mi mujer
y comienzo de nuevo con mi trama. 


De: “Poeta en la mañana”



MARINA TSVETAIEVA






—¿Dónde están los cisnes? —Los cisnes han partido.
—¿Y los cuervos? —Los cuervos se han quedado.
—¿A dónde se han ido? —A donde van las grullas.
—¿Por qué se han ido? —Para no ser desplumados...

—¿Y papá dónde está? —Duerme, duerme su sueño,
Sobre su corcel de las estepas vendrá a buscarnos.
—¿A dónde nos llevará? —Hacia el Don de los cisnes,
Allá, tú lo sabes, está mi cisne blanco.


26 de julio de 1918
  
De: “Campo de los cisnes”



GEORG TRAKL





La bendición de las mujeres



Caminas bajo tus mujeres
Y con frecuencia sonríes nerviosamente:
Aterradores son los días por venir.
La amapola se marchita, pálida, en el seto.

Tan hermoso como tu vientre hinchado,
El vino madura, se dora, en la colina.
El espejo de un estanque brilla a la distancia.
Y la guadaña tintinea sobre los campos.

El rocío entre los arbustos.
Siguen cayendo las hojas escarlata.
Para recibir a su amada esposa,
A ti se aproxima un moro, moreno y rudo.



SAUL IBARGOYEN






Materia escriptoria



Esto es lo que fue dicho
en un aire sin hojas.
Esto es lo que fue escrito
en la piedra masticada
por el sol.
Esto es lo que fue levantado
en el sangriento desgaste
del tiempo de un día.
Y todo lo dicho
y escrito
y alzado
cabe en la espesura
de un pétalo seco.
Porque si abres la mano
tu puño será una campana de sombra
crujiendo entre el polvo
y el vacío.
Porque si queda en los dientes
un resto de canción
en tu boca habrá señal
de ese silencio.
Porque si en los zapatos
se empozan lágrimas
suero sudor agua perdida
qué harás de tu alameda
tu calle o tu camino?
Está escrito y fue dicho
y ahora parecidamente
se repite:
asesinada rota sumergida impura
la palabra es siempre palabra
y el pájaro es siempre pájaro
aunque el humo destruya
su rumbo en el cielo.
Y muda o sonora
cada voz se desplaza
se junta con mano y papel
con piedra y mano
con mano y madera
con mano y su tantísimo esqueleto.
Pues esto es lo que fue escrito:
la grieta incurable en la almohada
la inscripción en la cama
de una carne sin sueño
el ojo enredado en ceniza profunda
el olor de la ropa
quemada en la sangre
tu nombre desprendido
las uñas ya muertas
el material gritador de tu cuerpo
desordenándose en salivas
desgajándose en estiércol
nutriéndose
de oxidados orines de perro
tu presencia despatriada
la guerra en tus pueblos totales
cada hueso tuyo trozado y medido
tu invencida palabra.

Esto es lo que fue dicho
esto es lo que fue escrito.



LÍBER FALCO





Decadencia



Qué milagro el día.
Y cada día –entonces– qué milagro.

¿Cómo diré ahora que te amaba,
si pasó tanto tiempo
si apenas lo sabía entonces?

¿Cómo diré que tú vivías,
que yo te vi
y que otros te miraron?


JUAN GUSTAVO COBO BORDA





Contrapunto



En estas ciudades nuestras
donde el horror es dueño,
escribo desconcertado
pensando en ti,
la amenazada,
la invadida por fuegos más crueles.

Pienso también
en los que tuvieron que huir,
coronas fúnebres
intimidándolos en su puerta,
y no pueden dejar de soñar
con esta tierra
exuberante de penas.

Mi padre viejo
trata cada día
de razonar en vano
otra incomprensible tragedia.

Frágiles esperanzas apenas si lo sostienen.