"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 8 de octubre de 2019
ALEJANDRO AURA
Un ruido
De
repente ha entrado a la casa un ruido
y ha roto el minucioso y acompasado análisis del silencio
que tejía el insomnio con paciencia ejemplar.
Un inocente ruido. Pero uno cómo va a saber que es
[inocente.
Se ubica sólido en una peligrosa cercanía
que separa sólo una puerta que se vuelve su cómplice
y comienza a devorar el silencio hasta hacerse corpóreo.
Allí está el ruido ya ingente y no sabe uno
qué irá a pasar.
Me levanto y me acerco a la puerta.
No me atrevo a encender la luz.
Contengo el aliento para que el ruido no me escuche,
contengo el sudor para que no me sienta,
suspendo hasta donde es posible el golpeteo interno.
Los pocos ruidos lejanos nada pueden
contra el ruido de marras que me aterra.
Siento un escalofrío: el repentino canto del gallo
en otra dimensión estalla. O sea que hay otro mundo.
Tomo entonces valor, no sé de dónde, y abro la puerta.
Desaparece el pobre ruido que tenía en suspenso
el transcurrir oscuro de la noche.
Me regreso a la cama, abrazo a mi mujer
y comienzo de nuevo con mi trama.
y ha roto el minucioso y acompasado análisis del silencio
que tejía el insomnio con paciencia ejemplar.
Un inocente ruido. Pero uno cómo va a saber que es
[inocente.
Se ubica sólido en una peligrosa cercanía
que separa sólo una puerta que se vuelve su cómplice
y comienza a devorar el silencio hasta hacerse corpóreo.
Allí está el ruido ya ingente y no sabe uno
qué irá a pasar.
Me levanto y me acerco a la puerta.
No me atrevo a encender la luz.
Contengo el aliento para que el ruido no me escuche,
contengo el sudor para que no me sienta,
suspendo hasta donde es posible el golpeteo interno.
Los pocos ruidos lejanos nada pueden
contra el ruido de marras que me aterra.
Siento un escalofrío: el repentino canto del gallo
en otra dimensión estalla. O sea que hay otro mundo.
Tomo entonces valor, no sé de dónde, y abro la puerta.
Desaparece el pobre ruido que tenía en suspenso
el transcurrir oscuro de la noche.
Me regreso a la cama, abrazo a mi mujer
y comienzo de nuevo con mi trama.
De: “Poeta en la mañana”
MARINA TSVETAIEVA
—¿Dónde
están los cisnes? —Los cisnes han partido.
—¿Y los cuervos? —Los cuervos se han quedado.
—¿A dónde se han ido? —A donde van las grullas.
—¿Por qué se han ido? —Para no ser desplumados...
—¿Y papá dónde está? —Duerme, duerme su sueño,
Sobre su corcel de las estepas vendrá a buscarnos.
—¿A dónde nos llevará? —Hacia el Don de los cisnes,
Allá, tú lo sabes, está mi cisne blanco.
—¿Y los cuervos? —Los cuervos se han quedado.
—¿A dónde se han ido? —A donde van las grullas.
—¿Por qué se han ido? —Para no ser desplumados...
—¿Y papá dónde está? —Duerme, duerme su sueño,
Sobre su corcel de las estepas vendrá a buscarnos.
—¿A dónde nos llevará? —Hacia el Don de los cisnes,
Allá, tú lo sabes, está mi cisne blanco.
26 de julio de 1918
De: “Campo de los cisnes”
GEORG TRAKL
La bendición de las mujeres
Caminas
bajo tus mujeres
Y con frecuencia sonríes nerviosamente:
Aterradores son los días por venir.
La amapola se marchita, pálida, en el seto.
Tan hermoso como tu vientre hinchado,
El vino madura, se dora, en la colina.
El espejo de un estanque brilla a la distancia.
Y la guadaña tintinea sobre los campos.
El rocío entre los arbustos.
Siguen cayendo las hojas escarlata.
Para recibir a su amada esposa,
A ti se aproxima un moro, moreno y rudo.
Y con frecuencia sonríes nerviosamente:
Aterradores son los días por venir.
La amapola se marchita, pálida, en el seto.
Tan hermoso como tu vientre hinchado,
El vino madura, se dora, en la colina.
El espejo de un estanque brilla a la distancia.
Y la guadaña tintinea sobre los campos.
El rocío entre los arbustos.
Siguen cayendo las hojas escarlata.
Para recibir a su amada esposa,
A ti se aproxima un moro, moreno y rudo.
SAUL IBARGOYEN
Materia escriptoria
Esto
es lo que fue dicho
en
un aire sin hojas.
Esto
es lo que fue escrito
en
la piedra masticada
por
el sol.
Esto
es lo que fue levantado
en
el sangriento desgaste
del
tiempo de un día.
Y
todo lo dicho
y
escrito
y
alzado
cabe
en la espesura
de
un pétalo seco.
Porque
si abres la mano
tu
puño será una campana de sombra
crujiendo
entre el polvo
y
el vacío.
Porque
si queda en los dientes
un
resto de canción
en
tu boca habrá señal
de
ese silencio.
Porque
si en los zapatos
se
empozan lágrimas
suero
sudor agua perdida
qué
harás de tu alameda
tu
calle o tu camino?
Está
escrito y fue dicho
y
ahora parecidamente
se
repite:
asesinada
rota sumergida impura
la
palabra es siempre palabra
y
el pájaro es siempre pájaro
aunque
el humo destruya
su
rumbo en el cielo.
Y
muda o sonora
cada
voz se desplaza
se
junta con mano y papel
con
piedra y mano
con
mano y madera
con
mano y su tantísimo esqueleto.
Pues
esto es lo que fue escrito:
la
grieta incurable en la almohada
la
inscripción en la cama
de
una carne sin sueño
el
ojo enredado en ceniza profunda
el
olor de la ropa
quemada
en la sangre
tu
nombre desprendido
las
uñas ya muertas
el
material gritador de tu cuerpo
desordenándose
en salivas
desgajándose
en estiércol
nutriéndose
de
oxidados orines de perro
tu
presencia despatriada
la
guerra en tus pueblos totales
cada
hueso tuyo trozado y medido
tu
invencida palabra.
Esto
es lo que fue dicho
esto
es lo que fue escrito.
LÍBER FALCO
Decadencia
Qué
milagro el día.
Y
cada día –entonces– qué milagro.
¿Cómo
diré ahora que te amaba,
si
pasó tanto tiempo
si
apenas lo sabía entonces?
¿Cómo
diré que tú vivías,
que
yo te vi
y
que otros te miraron?
JUAN GUSTAVO COBO BORDA
Contrapunto
En
estas ciudades nuestras
donde el horror es dueño,
escribo desconcertado
pensando en ti,
la amenazada,
la invadida por fuegos más crueles.
Pienso también
en los que tuvieron que huir,
coronas fúnebres
intimidándolos en su puerta,
y no pueden dejar de soñar
con esta tierra
exuberante de penas.
Mi padre viejo
trata cada día
de razonar en vano
otra incomprensible tragedia.
Frágiles esperanzas apenas si lo sostienen.
donde el horror es dueño,
escribo desconcertado
pensando en ti,
la amenazada,
la invadida por fuegos más crueles.
Pienso también
en los que tuvieron que huir,
coronas fúnebres
intimidándolos en su puerta,
y no pueden dejar de soñar
con esta tierra
exuberante de penas.
Mi padre viejo
trata cada día
de razonar en vano
otra incomprensible tragedia.
Frágiles esperanzas apenas si lo sostienen.
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