jueves, 25 de julio de 2019


ALBERTO DESTEPHEN





Y esta metáfora oscura



que habita en mí como un punto,                                         
        ya no será mañana                                               
    la amo hoy,                                                         
            en este espacio del tiempo,                               
      en este espiral donde nada permanece.                             
          ¿Será el amor?                                               
la cima circular sin fronteras                                         
      el origen perdido                                                 
          en el espacio multidimensional                               
              fuera de mi sombra                                       
                                    en el interior;                   
                esta fuera de mí,                                     
                  fuera de todo y de todos.                           
            Alcanzare talvez,                                         
                después de este punto,                                 
                        en la infinitud.                               
                      en la otra existencia del mañana,               
                                un espacio curvo,                       
                                                convexo sin sombras.                  



OTONIEL GUEVARA




No apto para turistas



Qué escalofriante el infierno del que ama
Macabra
su noble efervescencia de condenado

Enfila alegremente hacia el suplicio
Entrega el corazón lleno de alas

Sus ojos se extraviaron para siempre
contemplando la belleza
de un paraíso
tan solo prometido



FABRICIO ESTRADA





Cuando el rojo se detiene



En esta esquina, el peón
y en esta otra, la torre.

Salto como un caballo al centro de la pista,
me niego al juego
a costa de volverme humano
y atropellable.
Con un pase de pecho,
Evito la corneada del último auto
y siguiendo el ritmo, giro
en un torbellino de risa
que apaga y destroza pancartas.

Una sonrisa en la nuca, me salva,
espanta puñales...

Semáforo en rojo y palpito,
detengo por breves segundos
la muerte en los cristales,
la próxima estocada del mundo
que resopla
y se me viene encima.


De: “Solares”



FRANCISCO AZUELA



  

El cóndor de los andes, víctima de sueños



I

En la sombra de la vida, que es una sola, alta, profunda y misteriosa cae un eco de destinos imposibles. La humanidad anda sin aliento, cautiva, rompiendo sus silencios. Llega el viento, trae su rostro, su espejo, ánimo de flor en tierra.

El alba nace en la comisura de sus labios, caléndula del tiempo. Cuánto cuesta soltar la soledad a la orilla de la vida, la hierba crece hacia adentro y se hace verde el pensamiento, el ojo de la tarde indefinida.

Como una tempestad de ilusiones la herida cicatriza el instante de antiguos sufrimientos y un beso tierno de sus labios adelanta el sentimiento, los ojos se llenan nuevamente, cántaros de vida, de amor silencioso donde la oruga prepara su cosecha de sueños en la admiración del brillo de una pequeña estrella perdida en sus ojos nebulosos.

El párpado del pájaro guarda su último canto de desdichas en la madrugada que a nadie dice nada, caen rayos de ira, el viento levanta su coraje de espinas y en la concha marina viajan sus pensamientos como el último aliento de sus deseos de ir muy lejos de la raíz profunda que encarnó sus primeras tierras de fértil contextura en la piel.

Enamorada el ave suicida sigue en el vuelo su inmensa soledad, el cristal del aire atraviesa sus ojos tristes, ojos de nieve.


II

El IlLimanI envía en el reflejo de su nieve, una vez más, su manto de amor a una ciudad perdida, el cóndor se conmueve en su propia ternura de siglos.

América dolida hasta los huesos de su arrepentimiento, hasta los huesos de su alma y de su tierna sangre indefensa y cálida.

Viene nuevamente el recorrido de todo lo pasado, la estirpe humana se conmueve y la orilla del espejo vuelve a desdibujar en el aire la imagen del cóndor que agoniza en el vuelo sublime que toca el ala de los ángeles.

¿De qué color es tu alma hombre-pájaro-cóndor?, ¿dónde quedó el último aliento de tu sombra?, ¿dónde quedó tu pasado?, ¿dónde quedó tu América con sus puertas al sol, con sus guerreros de flechas en pedernal?.

La palabra héroe se inventó para nombrar tus vientos, no hay nada más que decir, te has ido de nuestros sueños, te has ido de la vida, sólo ha quedado tu sombra en el vuelo imaginario de la tarde, de esta tarde que tiene en su remordimiento una escritura que ya nadie sabe leer.


III

Ayer fue el fuego, el agua y la lluvia. Tu te llevaste el viento, te llevaste en el aire la soledad entera para que nadie estuviera triste.

Cóndor de los Andes infinitos, de patrias compartidas, silencio de luz en tu plumaje de esperanzas.

Ágata de vuelos, la noche también crece en tu firmamento, ahí te haces infinito en tus espejos de oro. Cóndor-hombre, Cóndor-ángel.


De: “Son las cien de la tarde”



JAIME SILES




  
Daimon atopon (ii)



Árbol de olvido, tú,
cuerpo incesante,
paloma suspendida sobre el vértigo.
Hay una sal azul tras de tus cejas,
un mar de abierto fuego en tus mejillas
y un tic-tac indecible que me lleva
hasta un profundo dios hecho espuma.

Y es otear el aire,
arañar el misterio,
acuchillar la sombra.

Y te voy descubriendo,
metálica mujer, entre el espino:
un murmullo de sangre transparente
en el rostro perdido del silencio.



OTONIEL MARTÍNEZ



  
Ponga



una bomba
de tiempo
entrelíneas
al poema.

Que
se
derrumbe.

Luego
construya
una poesía
más justa.

Hallará lo necesario
entre los escombros.