lunes, 2 de marzo de 2015

EUNICE ODIO


 

Declinaciones del monólogo

 

 
I

Estoy sola,
muy sola,
entre mi cintura y mi vestido,
sola entre mi voz entera,
con una carga de ángeles menudos
como esas caricias
que se desploman solas en los dedos.
Entre mi pelo, a la deriva,
un remero azul,
confundido,
busca un niño de arena.
Sosteniendo sus tribus de olores
con un hilo pálido,
contra un perfil de rosa,
en el rincón más quieto de mis párpados
trece peregrinos se agolpan.
 

II

Arqueándome ligeramente
sobre mi corazón de piedra en flor
para verlo,
para calzarme sus arterias y mi voz
en un momento dado
en que alguien venga,
y me llame...
pero ahora que no me llame nadie,
que no quepo en la voz de nadie,
que no me llamen,
porque estoy bajando al fondo de mi pequeñez,
a la raíz complacida de mi sombra,
porque ahora estoy bajando al agónico
tacto de un minero, con su media flor al hombro,
y una gran letra de te quiero al cinto.
Y bajo más,
a las inmediaciones del aire
que aligerado espera las letras de su nombre
para nacer perfecto y habitable.
Bajo,
desciendo mucho más,
¿quién me encontrará?
Me calzo mis arterias
(qué gran prisa tengo),
me calzo mis arterias y mi voz,
me pongo mi corazón de piedra en flor,
para que en un momento dado
alguien venga,
y me llame,
y no esté yo
ligeramente arqueada sobre mi corazón, para verlo.
y no tenga yo que irme y dejar mi gran voz,
y mi alto corazón
de piedra en flor.

 

MANUEL JOSÉ OTHON

 

Crepúsculos

 

I

Rubia la aroma luce en el oriente
sus galas más espléndidas de fiesta,
que amorosa y rendida ya se apresta
del esposo a besar la roja frente.

Para verle asomar alza su ingente
tajada cumbre la montaña enhiesta;
prepárale su incienso la floresta,
su trino el ave y su rumor la fuente.

El cielo gotas de cristal rocía
en corolas y muérdagos. Los vientos
tañen las ramas de la selva umbría.
Y alza a su Dios en rítmicos acentos,
como grata oración del nuevo día,
himnos la tierra, el hombre pensamientos.
 

II

Tramonta el sol. Esmalta la colina
de su postrera luz con el escaso
fulgor, que va envolviendo en el ocaso
con su túnica blanca la neblina.
Desbarátase la húmeda calina
en la llana extensión del campo raso,
y ya por el oriente, paso a paso,
la silenciosa noche se avecina.

Todo es misterio y paz. El tordo canta
sobre los olmos del undoso río;
el hato a los apriscos se adelanta,
flota el humo en el pardo caserío,
y mi espíritu al cielo se levanta
hasta perderse en Ti. ¡Gracias, Dios mío!

 

 

GILBERTO OWEN


 
Booz canta su amor

 
Me he querido mentir que no te amo,
roja alegría incauta, sol sin freno
en la tarde que sólo tú detienes,
luz demorada sobre mi deshielo.
Por no apagar la brasa de tus labios
con un amor que darte no merezco,
por no echar sobre el alba de tus hombros
las horas que le restan a mi duelo.
Pero cómo negarte mis espigas
si las alzabas con tan puro gesto;
cómo temer tus años, si me dabas
toda mi juventud en mi deseo.

Quédate, amor adolescente, quédate.
Diez golondrinas saltan de tus dedos.
París cumple en tu rostro quince años.
Cómo brilla mi voz sobre tu pecho.
óyela hablarte de la luna, óyela
cantando lánguida por los senderos:
sus palabras más nimias tienen forma,
no le avergüenza ya decir "te quiero".
Me has untado de fósforo los brazos:
no los tienen más fuertes los mancebos.
Flores palúdicas en los estanques.
de mis ojos. El trópico en mis huesos.
Cien lugares comunes, amor cándido,
amoroso y porfiado amor primero.

Vámonos por las rutas de tus venas
y de mis venas. Vámonos fingiendo
que es la primera vez que estoy viviéndote.
Por la carne también se llega al cielo.
Hay pájaros que sueñan que son pájaros
y se despiertan ángeles. Hay sueños
de los que dos fantasmas se despiertan
a la virginidad de nuestros cuerpos.
Vámonos como siempre: Dafnis, Cloe.
Tiéndete bajo el pino más erecto,
una brizna de yerba entre los dientes.
No te muevas. Así. Fuera del tiempo.

Si cerrara los ojos, despertándome,
me encontraría, como siempre, muerto.

 

LORENZO OLIVAN

 

Bancos de arena

 

¿De dónde hemos salido tantos muertos
con este falso aspecto de turistas?
Un reluciente sol,
con un brillo de plástico,
incongruente en medio del invierno implacable,
se ha sumado a la farsa
y prodiga una luz que no calienta.

Todos nos contemplamos
con asombro. ¿Qué diablos ha podido
hacer que los variados cursos de nuestras vidas
confluyan hoy aquí, en un remoto,
perdido, frío y gris embarcadero?

Mientras llega la hora
de partir, ocultamos la creciente
extrañeza, exhibiendo
cierto interés -que es falso-
por las tiendas fantasmas de la orilla
llenas de baratijas: regalos para muertos,
que confirman que todo es espectral
en tan yerto escenario.

Por fin, un hombre, casi sin rostro, extiende
la pasarela y, mecánicamente, vamos subiendo al barco,
que ha de llevarnos río
abajo, hasta su desembocadura.

Una voz oficiante explica en alto
las maravillas -que nadie contempla-
de tan desoladora travesía
entre Iodos y barros.
Corriente arriba, sí, alguien exclama,
mirad, allá a lo lejos, pasa un pájaro.


El motor agoniza
lo mismo que las aguas. Las riberas
muestran sólo hierbajos, pajas, juncos.

A la vuelta del último meandro,
de pronto, el mar,
de frente.
Y esa voz, que nos habla del peligro
de que queden varadas nuestras vidas
en sus bancos de arena.

 

De: Puntos de fuga

 

 

IDA VITALE


 
Estar solo

 

Un desventurado estar solo,
un venturoso al borde de uno mismo.
¿Qué menos? ¿Qué más sufres?
¿Qué rosa pides, sólo olor y rosa,
sólo tacto sutil, color y rosa,
sin ardua espina?
 

De "Palabra dada"

 

 

JOSÉ SARAMAGO

 

Virginidad

 

No es esa que el pudor un día deja,
No es esa que fue espejismo y es engaño.
La última puerta es la que importa:
Cazador que porfía, caza alcanza.
 

De "Poesía completa"
Versión de Ángel Campos Pámpano