jueves, 30 de marzo de 2017


ANTONIO PORCHIA



  
Las certidumbres sólo se alcanzan con los pies



De: Voces

JORGE GAITÁN DURÁN





Quiero



Quiero vivir los nombres
Que el incendio del mundo ha dado
Al cuerpo que los mortales se disputan:
Roca, joya del ser, memoria, fasto.
Quiero tocar las palabras
Con que en vano intenté hurtarte
Al duelo de cada día,
Estela donde habitaban los dioses,
Hoy lisa, espacio para el gesto imposible
Que en el mármol fije el alma que nos falta.
No quiero morir sin antes
Haberte impuesto como una ciudad entre los hombres,
Quiero que seas ante la muerte
El único poema que se escriba en la tierra.

RAMÓN LÓPEZ VELARDE




Mi prima Águeda

A Jesús Villalpando



Mi madrina invitaba a mi prima Águeda
a que pasara el día con nosotros,
y mi prima llegaba
con un contradictorio
prestigio de almidón y de temible
luto ceremonioso.
Águeda aparecía, resonante
de almidón, y sus ojos
verdes y sus mejillas rubicundas
me protegían contra el pavoroso
luto...
Yo era rapaz
y conocía la o por lo redondo,
y Águeda que tejía
mansa y perseverante en el sonoro
corredor, me causaba
calosfríos ignotos...
(Creo que hasta la debo la costumbre
heroicamente insana de hablar solo.)
A la hora de comer, en la penumbra
quieta del refectorio,
me iba embelesando un quebradizo
sonar intermitente de vajilla
y el timbre caricioso
de la voz de mi prima.
Águeda era
(luto, pupilas verdes y mejillas
rubicundas) un cesto policromo
de manzanas y uvas
en el ébano de un armario añoso.




JOSÉ CARLOS BECERRA




Paisaje en desnudo



desnudo de mujer,
senos que no están ciegos y conocen las aves,
hombros y espalda donde la luz del sol parece estar
pensando,
vientre cruzado por una secuencia de fugaz infinito,

desnudo de mujer,
concentración de la tierra y lo humano,
estatua de la naturaleza,
más blanca que el sollozo de un ángel,
más morena que una mañana en la selva,
más viva que la sonrisa del sol en la vela de un bote de
pescadores,

desnudo de mujer,
vacilación del ámbar, probidez de la piedra,
vellón iluminado por un rayo de luna, por un rayo
de carne,
muslos separados como terminaciones del
anochecer,
cita con el origen, vida, potestad de la muerte,
humedad de universo, palabra final encontrada,

desnudo de mujer,
rodillas severas y más llenas de gracia que un
hoyuelo en la mejilla,
tobillos más dulces que la orilla de un estanque,
pies aposentados en su aire como delicias diurnas,

desnudo de mujer,
cuerpo que está volando sobre sí mismo,
piernas como un recorrido de cantos nupciales,
nalgas donde la redondez del mundo cobra sentido,

cuerpo que se desata de la noche,
cuerpo que se desata de sus astros como una batalla
naval,
cuerpo que se desata de las leyes que no son azules o
rojas,
cuerpo donde los marineros en tierra señalan el mar,
desnudo cuerpo, cuello, vientre, nalgas,
piernas concisas, vivas, entreabiertas,
desnudo de su desnudo, desnudo hasta el fondo de sí
propio
hasta tocar el fondo de sus aguas ocultas,
hasta tocar lo ilimitado de sus ríos,
desnudo de mujer,
arena, rosa, nave de verano,
viento…


De: Los muelles



AURELIO ARTURO




Clima



Este verde poema, hoja por hoja,
lo mece un viento fértil, suroeste;
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes.

Tumbos del agua, piedras, nubes, hojas
y un soplo ágil en todo, son el canto.
Palmas había, palmas y las brisas
y una luz como espadas por el ámbito.

El viento fiel que mece mi poema,
el viento fiel que la canción impele,
hojas meció, nubes meció, contento
de mecer nubes blancas y hojas verdes.

Yo soy la voz que al viento dio canciones
puras en el oeste de mis nubes;
mi corazón en toda palma, roto
dátil, unió los horizontes múltiples.

Y en mi país apacentando nubes,
puse en el sur mi corazón, y al norte
cual dos aves rapaces, persiguieron
mis ojos, el rebaño de horizontes.

La vida es bella, dura mano, dedos
tímidos al formar el frágil vaso
de tu canción, lo colmes de tu gozo
o de escondidas mieles de tu llanto.

Este verde poema, hoja por hoja
lo mece un viento fértil, un esbelto
viento que amó del sur hierbas y cielos,
este poema es el país del viento.

Bajo un cielo de espadas, tierra oscura,
árboles verdes, verde algarabía
de las hojas menudas y el moroso
viento mueve las hojas y los días.

Dance el viento y las verdes lontananzas
me llamen con recónditos rumores:
dócil mujer, de miel henchido el seno,
amó bajo las palmas mis canciones.



CÉSAR RODRÍGUEZ CHICHARRO




Palabras




En el hondo y extraño precipicio
donde las palabras suenan cuatro veces,
donde los vientos se entremezclan y confunden
para formar el viento,
donde las horas se convierten en siglos
y la vida no pasa.

En el hondo, extraño precipicio,
he querido ser para ti
pedazos de infinito,
vida y muerte,
noche y aurora,
silencio de tus labios
y palabra,
oscura palabra de tu boca...