miércoles, 20 de enero de 2016


JUAN RAMÓN ORTIZ GALEANO




4



Poema en el piso 3


Las pavesas amenazaron el piso
que hervía cual volcán,
se agita la pluma del Epígrafo,
iracundo
huracán que se agita o tornado.

Los pensamientos atacan al Epígrafo,
y piensa:
“Paramoja:
Una crema boliviana
para la piel
en un envase
verde inglés”.

Se agita la mesa negra junto a la ventana,
ventana frente a La Estación
rigurosamente peligrosa,
pues débilmente sujeta el iracundo fijado
de sucesos apaciguadores o/e imPoesibles.

Un poema en el Piso 3
es un cuerpo destruido en la vereda,
es el cuerpo pavesa de la vida
y es crema
sobre la calle hirviendo cual volcán,
sobre la calle frente a La Estación
rigurosamente peligrosa.



El poema pertenece al libro “Arrebatos del Epígrafo”




ADALBERTO GARCÍA LÓPEZ



  
Al viejo Luca



Qué motivo había, viejo Luca,
Para que fueras dardo
A tan altas horas de la jornada

Grítame cuál es la frontera de este mundo
Tú, a diferencia del pelícano, no fuiste ciego:
Por tus ojos desfilaron pedazos de tu vida
El mismo cielo, distinto río

Qué motivo, viejo Luca,
Acaso el amor no pobló salvo el filo del Sena
Y la soga y el cuchillo y la corbata

(Cerca de donde reposó tu cuerpo
Hay un judío, amigo tuyo, que canta en ninguna lengua:
Dale mis saludos)




AARÓN RUEDA



  
Instantes de la demencia


  
Cuarto Instante

Este pasaje implora un momento de cordura
semejante a la lucidez de los pájaros
envueltos en la luminiscencia de arpegios
taciturnos de amaneceres que florecen en mi memoria.





CARMEN BOULLOSA



  
XIII- Durazno...



Durazno
miel de la uva,
fibra del pérsimon:
me ofreces un glosario de carnes
en cada beso.


De: Abierta


BALAM RODRIGO



  
[ eternometraje montado en daguerrotipos
sobre las calles de una ciudad en deconstrucción ]



[…] yo corro por las calles porque el aire y no el polvo
es mi elemento : más ligero que un latido corazón
de colibrí , allanan mis pasos laberintos y pórticos
disimulados por banquetas , cruces , peatones ,
piedras, mujeres , cables ; esquivar las estocadas
de la muerte a cada paso es una tarea honda y sutil
cuando su máscara es el ruido , la miseria, la doméstica
agonía de los que me rodean a cada zancada ,
su extrañeza ante el silencio de mis pasos , y el ese ver
las cosas tan lento , sangre que fluye apenas coagulada
desde solitarios y frescos cadáveres , porque en la muerte
nadie nos acompaña , sólo ese perro triste que soñamos
la noche anterior , anémico al igual que la noche posterior
a nuestra partida ; potro alimentado por torbellinos
y pastos de mercurio , por gotas de sol que reverberan
la indolencia del verano y repiten una y otra vez los pasos
del lenguaje en nuestras venas : así troto por las calles ,
porque inmensa es la ciudad y abandonada
y herrumbrada como los ocres páramos que extraño,
fríos y violentos y también inmaculados
porque en esta urbe no hay siquiera una astilla de pureza
y la luz que le ilumina es absurda y esquirlada :
la extensión de la ciudad es igual a la de todos
los ladridos del corazón , rabiosa , enferma ,
imantada y más nómada que los árboles
que me persiguen ; los árboles y no los pájaros ,
me persiguen : por eso me deslizo espetando sombras
con mi sombra , y la sombra de las ramas
y los frutos sombríos de las yerbas me acechan
con todo su manar palomas glaucas y reptantes :
es verdad , los árboles y no los rostros , me persiguen ;
y yo ensueño y cerceno con mis párpados — tijeras
que recortan las imágenes que colecciono para habitarlas
después de mi muerte — el cielo todo , la gente toda ,
la vida toda : porque es prolongada e infinita
la posibilidad de cortar y pegar las imágenes
una vez vuelto a casa : abro los ojos frente a un cántaro
lleno de agua ( en el que caen los primeros iconos
idólatras ) y las imágenes pasan delante mío al igual
que páginas de luz sobre la corriente de un anchuroso
río ; y yo acomodo y reacomodo una y otra vez
las partes de ese eterno collage en construcción
hasta que la ciudad y sus seres son todos míos ,
y de nadie más ; por eso corro , porque una y otra vez
disparo el obturador de mis pupilas en esta infinita
película que pasa delante mío y que puedo apenas ver
aquí y allá sin saber cual será el final de este inmenso
y caótico eternometraje ; y no sigo más no porque aliento
me falte , sino porque tú , quien lees , eres parte
de esta cinta : tus ojos también han corrido de un lado
a otro , acompañándome mientras corro y salto
y capturo y vierto lo que apenas unas letras-calles atrás
dejé , y porque no hay ciudad más intricada e inextricable
que la página que ahora te dicto , y porque bien sabes
que al terminar esta línea , estaré otra vez cortando
las hojas de un árbol peregrino y las sombras
y las alas de los ángeles que guardo para ti , porque
yo también te veo , inmerso en esta inmensa escena ,
mortal y apenas vista , o cuando mucho , apenas leída ,
al igual que el polvo que no es mi elemento , sino
el aire que transita por mis venas , mientras corro ,
y te sueño […]


De: Icarías


SUSANA REYES




Ulises



Nadie te enseña a volver
te quedas ahí
esperando una corriente que te lleve
sin saber a qué playa
y regresas a otra orilla
que te cobija y alimenta
y olvidas el camino
en el sueño que no vuelve
eco impreciso en tu latido
eco triste
ajeno ya
imposible
sin nombre
No se sabe volver
a donde nunca se ha ido