lunes, 14 de septiembre de 2015

GILBERTO OWEN




7. Ciudad



Alanceada por tu canal certero,
sangras chorros de luces,
martirizada piel de cocodrilo.
Grito tuyo -a esta hora amordazado
por aquella nube con luna-,
lanza en mí, traspasándome, certera,
con el recuerdo de lo que no ha sido.

Y yo que abrí el balcón sin sospecharlo
también, también espejo de la noche
de mi propio cuarto sin nadie:

estanterías de las calles
llenas de libros conocidos;
y el recuerdo que va enmarcando
sus retratos en las ventanas;
y una plaza para dormir, llovida
por el insomnio de los campanarios
-canción de cuna de los cuartos de hora-,
velándome un sueño alto, frío, eterno.



De: Desvelo


JOSÉ GOROSTIZA




Presencia y fuga



Te contienes, oh Forma, en el suntuoso
muro que opones de encarnada espuma
al oscuro apetito de la bruma
y al tacto que te erige luminoso.

Dueña así de un dinámico reposo,
marchas igual a tu perfecta suma
ay, como un sol, sin que el andar consuma
ni el eco mismo de tu pie moroso.

¡Isla del cielo, viva, en las mortales
congojas de tus bellos litorales!
Igual a ti, si fiel a tu diseño,

colmas el cauce de tu ausencia fría;
igual, si emanas de otra tú, la mía,
que nace a sus insomnios en mi sueño.



CARLOS PELLICER




"Hermano Sol", nuestro padre San Francisco

A Jaime Sabines




I

HERMANO Sol, cuando te plazca, vamos
a colocar la tarde donde quieras.
Tiene la milpa edad para que hicieras
con puñados de luz sonoros tramos.

Si en la última piedra nos sentamos
verás cómo caminan las hileras
y las hormigas de tu luz raseras
moverán prodigiosos miligramos.

Se fue haciendo la tarde con las flores
silvestres. Y unos cuantos resplandores
sacaron de la luz el tiempo oscuro

que acomodó el silencio; con las manos
encendimos la estrella y como hermanos
caminamos detrás de un hondo muro.



II

HERMANO Sol, si quieres, voy mañana
a esperarte en la sombra. Tengo el canto
que prefieres, y el cielo que levanto
desde mi pecho, te sabrá a manzana.
Quiero estar junto a ti. De ti dimana
la energía de todo lo que planto.
Tu tempestad de luz busco y aguanto
con limpia desnudez y abierta gana.

Y fui desde la ceiba que da vuelo
hasta el primer escalafón del cielo.
Canté y mi voz estremeció mi muerte.

HERMANO Sol: para volver a verte
ponme en los ojos la humildad del suelo
para que suban con tu misma suerte.


III

FRATERNIDAD Solar. Uva y espiga;
con el vino y el pan tendí la mesa.
Comenzaba la noche de una ilesa
jornada a toda suerte flor y amiga.

¡A cuánto amor el corazón obliga!
Con la frente divina su sorpresa
divina da la noche, y se profesa
con lirios la lealtad a sol y a hormiga.
Hermano Sol: mi sangre es caloría
de tus entrañas que el Poder Divino
concretó lentamente un ancho día.
Si quieres, a la puerta de mi casa
voy a esperarte. Beberás el vino
y comerás el pan. Enciende y pasa.



Las Lomas, 29 de agosto de 1948



SALVADOR DÍAZ MIRÓN





En el álbum de Matilde




¡Si yo tuviera aliento como el águila
que se remonta a la región azul,
me elevaría a la mansión espléndida
donde se sienta el Padre de la luz!

Y postrado a sus pies como los ángeles
que bendicen su altísima bondad,
le pidiera la música del céfiro
y el murmullo pacífico del mar;

le pidiera la voz dulce y monótona
del viento en la desierta soledad,
y el gemido del aura melancólica
cuando calma la ronca tempestad.

Y le pidiera más: la voz magnífica
y el arpa melodiosa de David;
y mucho más: la inspiración profética,
¡y todo, todo, por cantarte a ti!

Sí, por cantarte a ti, beldad seráfica,
por cantarte, dulcísima mujer,
aunque dejaras mi plegaria trémula
en alas de la brisa perecer.

Cuando tus ojos de paloma tímida
se humedecen al tacto del dolor,
y se desprende de ellos una lágrima
que pasa y moja tu mejilla cándida,
¡me pareces un ángel del Señor!

Y cuando miro tu cabello undívago
de tus blancas espaldas en redor,
cayendo como leve manto de ébano
y sombreando tu semblante lánguido,
¡me pareces un ángel del Señor!

Cuando te veo que la frente humillas
balbuceando una mística oración,
y empapadas en llanto tus mejillas,
¡me pareces un ángel de rodillas
demandando con lágrimas perdón!

¿Lloras? ¿Acaso entre tu pecho gime
tu leal e inocente corazón,
o algún recuerdo de dolor le oprime?
¡Llora, sí, que llorando eres sublime,
y aún eres más sublime en la oración!


JOSÉ JUAN TABLADA




La carta



Busco en vano en la carta
de adiós irremediable,
la huella de una lágrima...


CARMEN ALARDIN





ERA TODO TAN LEVE COMO EL PUNTO
más liviano del sol cuando amanece.
Era todo tan suave como el higo
picoteado de pájaros con sueño.
Era luz que se quiebra en tu sonrisa
suspendiendo sus frutos en la sombra.
Era todo tan tenue que cabía
en un adiós o en una bienvenida.
Era todo tan tuyo y tan ajeno
que se fue dispersando con la vida.




De: Todo se deja así