lunes, 3 de octubre de 2022


 

CHARLES PÉGUY

 

  

La pequeña esperanza

 


Yo soy, dice Dios, Maestro de las Tres Virtudes.
La Fe es una esposa fiel.
La Caridad es una madre ardiente.
Pero la esperanza es una niña muy pequeña.
Yo soy, dice Dios, el Maestro de las Virtudes.
La Fe es la que se mantiene firme por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se da por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se levanta todas las mañanas.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es la que se estira por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se extiende por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que todas las mañanas nos da los buenos días.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es un soldado, es un capitán que defiende una fortaleza.
Una ciudad del rey,
En las fronteras de Gascuña, en las fronteras de Lorena.
La Caridad es un médico, una hermanita de los pobres,
Que cuida a los enfermos, que cuida a los heridos,
A los pobres del rey,
En las fronteras de Gascuña, en las fronteras de Lorena.
Pero mi pequeña esperanza es
la que saluda al pobre y al huérfano.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es una iglesia, una catedral enraizada en el suelo de Francia.
La Caridad es un hospital, un sanatorio que recoge todas las desgracias del mundo.
Pero sin esperanza, todo eso no sería más que un cementerio.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
Yo soy, dice Dios, el Señor de las Virtudes.
La Fe es la que vela por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que vela por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se acuesta todas las noches
y se levanta todas las mañanas
y duerme realmente tranquila.
Yo soy, dice Dios, el Señor de esa Virtud.
Mi pequeña esperanza
es la que se duerme todas las noches,
en su cama de niña, después de rezar sus oraciones,
y la que todas las mañanas se despierta
y se levanta y reza sus oraciones con una mirada nueva.
Yo soy, dice Dios, Señor de las Tres Virtudes.
La Fe es un gran árbol, un roble arraigado en el corazón de Francia.
Y bajo las alas de ese árbol, la Caridad,
mi hija la Caridad ampara todos los infortunios del mundo.
Y mi pequeña esperanza no es nada más
que esa pequeña promesa de brote
que se anuncia justo al principio de abril.

 

 

BENJAMIN PÉRET

 

  

Cuando envejece el diablo se hace ermitaño

 

 

Luis Felipe es alto para su edad
Dale algunos céntimos
Su sombrero será muy pequeño
Dale dos corbatas
Mentirá todos los días
Dale otra pipa
Su madre llorará
Dale un par de guantes
Perderá sus zapatos
Dale café
Tendrá bombillas
Dale un corsé
llevará un collar
Dale unos tirantes
Cuidará ratones
Dale una pala
Subirá en avión
Dale sopa
Hará una estatua
Dale unos cordones
Comerá grosella

El señor Luis Felipe
Que vive de píldoras y de carpetas
Se come a su madre
Y pierde el tiempo caminando

  

Versión de Cesar Moro

 

DIEGO DONCEL

 

  

El frío de la casa

 

 

Después de tanto tiempo, vuelvo a estar en tu casa.

Las fotos del pasillo se han vuelto viejas
de tanto vivir en el pasado.

Hay una luz de otro tiempo en las ventanas
del fondo y el ruido de la calle trae voces
de gente que ya ha muerto.

Dime si soy como tú, si me convierto como tú
en el polvo que se acumula encima de las cosas.

Si ser tu hijo es esto: caminar por tus huellas,
repetir tus gestos,
estar en la misma dimensión de tus heridas.

En el salón los sueños siguen sintonizados
en un canal que ya no existe,
los muebles se han llenado de arrugas, en el piano
se toca el nocturno de lo que se fue.

Junto a la chimenea se han arrojado todas nuestras
noches,
conversan en silencio nuestros cigarrillos,
se hacen amargas las sombras en los vasos,
por las paredes se va ensuciando algún rayo de luz.

En los espejos quien envejece soy yo.

Siento cómo hace frío en tu ropa colgada en el armario,
cómo están helados los libros en las mesillas,
cómo huelen al más allá las sábanas que ya nunca sabrán
de ti.

Solo los que tienen un sentimiento del tiempo
conocen lo que es la vida, me dijiste.

Ahora sé que estamos siempre diciendo adiós.

Sentimos nostalgia incluso de lo que poseemos.

Pero buscamos esa rara intensidad de vivir,
ese no pensar la vida como una sucesión de días,
sino los días como una sucesión de vidas.

Llenar el mundo de cosas para que cuando venga la muerte
solo pueda llevarse un cuerpo desgastado
que no le queda nada por dar.

Se han podrido los cubiertos y la vajilla con los que
comíamos.

La sal se ha vuelto líquida. Sale oxidada el agua de los
grifos.

Abro la cancela a las hierbas del jardín.

Quién sabe qué está pasando al otro lado de cada flor,
de cada árbol, al otro lado de mi sombra.

¿Seguirás tú defendiéndonos de los incendios
y de las barbaries,
de las caídas de las civilizaciones?
¿Evitarás que el más miserable
de los ladrones del Calvario lleve nuestro rostro?
¿Esconderás las piedras, bajo
las que alguien nos sepultará,
simplemente con el gesto de servir el café de la mañana?

Quién sabe si puede haber un milagro,
la materia buscándose, transformándose
infinitamente para que volvamos a sentarnos juntos a la
mesa.

Solo el dolor nos desafía a amar una vez más.

 

De: “La fragilidad”

 

CHŪYA NAKAHARA

 

  

Sobre la tristeza ya maculada

 

 

Sobre la tristeza ya maculada

hoy también caen copos menudos de nieve,

sobre la tristeza ya maculada

hoy también pasa de largo el viento.

 

La tristeza ya maculada

se asemeja a un gabán de piel de zorro,

la tristeza ya maculada

acurruca mientras caen copos menudos de nieve.

 

La tristeza ya maculada

no aspira a nada, no ansia nada,

la tristeza ya maculada

sueña con la muerte por agotamiento.

 

Sobre la tristeza

ya maculada se ciernen la pena y el miedo,

sobre la tristeza ya maculada

se pone el sol sin poder hacer nada.

 

De: “Abrazado a las estrellas”

 

 

CECILIA ORTIZ

 

  

Cautiverio

 

 

No puedo salir más de la casa
respeto la sombra
sólo hay tiempo para la poesía
riega la abundancia interior
florezco
y el perfume queda para después

 

LUIS GERARDO MÁRMOL

 

 

La voz que se doblega
(otra imitación de tu fu)

 

 

Mientras le canto al mar, lejos de allí,
camino sobre multitudes de hojas caídas,
negras por la lluvia.
No logro aquietar el corazón.

Pájaros rojinegros, tersos,
conocen bien su recinto celeste.

Allende los dulces árboles escuálidos,
nieblas y azul damasco.