"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 31 de marzo de 2019
SEVERO SARDUY
El gamo
El
gamo, contra el naranja
del
bosque, pasa mojado,
veloz.
El aire cuajado
añade
al bosque una franja
de aros
dispersos. En esos
Cartílagos
de paisaje
se divide,
o en el oleaje,
o en el
jardín de sus huesos.
RAMÓN MARTÍNEZ LÓPEZ
Invento
Te
invento.
Enredo
tu pelo.
Me
recreo en el contorno
De los
ojos.
Matizo
Los
labios.
Imagino
Su
risa.
Le doy
forma
Sin
prisa.
En los
pómulos.
Paso a
hurtadillas
Por el cuello.
Noto su
escalofrió.
Con los
ojos cerrados
Perfilo
el pecho.
Te
miro.
Me
sonrojo
Ya voy
Por las
piernas.
Me
desarmas.
No lo
olvides.
Yo te
invento.
XAVIER OQUENDO
Recuento de los hechos
Todos
nos fuimos.
Atrás
se escucha el torpedo de la fiesta,
la
corona roja de los bares,
el
aguardiente azul que nos amaba
y la
marcha desigual de la jarana.
Después,
la madrugada con olor a miel.
Los
amigos dormidos, amontonados
como un
pozo de trinos,
como un
manzano cargado.
Éramos
todos, solo el viento era solo.
Los
demás, los otros nosotros,
éramos
uno en la soledad del nuevo día.
Nos
dolíamos juntos y eso era la felicidad.
SARA VANEGAS COVEÑA
muerde el pez del
insomnio el blando velo de la luna. esa luna que tocas con los dedos y
extrañas. quizá el mar tiembla también de frío. por todos sus cadáveres y sus
canciones rotas. tal vez tu amigo olvidó calzarse en el sueño y pisa serpientes
heladas al fondo de su tristeza. quizá tú enciendes una luz para conjurar tanta
oscuridad y tanto frío … y me busques cerca del mar
quizá
llegues por el camino del insomnio a atarme esa luna a las manos. y a olvidarme
CESÁR DÁVILA ANDRADE
Canción a la cadena del blanco amor
Ayer te volví a ver, barrio de mis once años
y encontré la mitad de mi nostalgia
apoyada en una clara cruz de malva,
custodiando una sal de blanca usanza,
sobre el delgado muro de tu casa.
Miré tu monasterio en la colina,
con tres siglos de paz en los aleros
y con palomas que abren en el cielo
su corazón de musical garbanzo.
Oí cantar los gallos, como entonces,
con sus sombreros de oro y hojas frescas;
miré la casa en que moría siempre
por hambre, por olvido y por decoro,
caballero macilento y solo.
Y vi un copo de lana que nevaba
en la biografía de la abuela.
El ángel de la rueca tenía sueño
y en sus alas de pana, la tristeza
había doblado en dos la antigua rueda.
Cómo te recordé dulce Lucía muerta,
con tu cesto de pan fuera de tiempo,
llorando de vacío en la vereda...
Desde entonces estás blanca de enero,
perdida en la salud azul del cielo
y para ya no despertarte... sueño.
Ayer te volví a ver, barrio de mis once años
y encontré la mitad de mi nostalgia
apoyada en una clara cruz de malva,
custodiando una sal de blanca usanza,
sobre el delgado muro de tu casa.
Miré tu monasterio en la colina,
con tres siglos de paz en los aleros
y con palomas que abren en el cielo
su corazón de musical garbanzo.
Oí cantar los gallos, como entonces,
con sus sombreros de oro y hojas frescas;
miré la casa en que moría siempre
por hambre, por olvido y por decoro,
caballero macilento y solo.
Y vi un copo de lana que nevaba
en la biografía de la abuela.
El ángel de la rueca tenía sueño
y en sus alas de pana, la tristeza
había doblado en dos la antigua rueda.
Cómo te recordé dulce Lucía muerta,
con tu cesto de pan fuera de tiempo,
llorando de vacío en la vereda...
Desde entonces estás blanca de enero,
perdida en la salud azul del cielo
y para ya no despertarte... sueño.
FLOR ALBA URIBE
Evocación
En
dónde estarás ahora, dulce amigo,
qué luz desatará de ti mi sombra,
qué boca lapidará lo que antes fuimos,
qué piel me exilará
de tu memoria.
qué luz desatará de ti mi sombra,
qué boca lapidará lo que antes fuimos,
qué piel me exilará
de tu memoria.
En
dónde estarás ahora, mientras bebe
su postrer arrebol un viejo cuervo
y cae la plomada del silencio
señalando al rencor
su dura lágrima.
su postrer arrebol un viejo cuervo
y cae la plomada del silencio
señalando al rencor
su dura lágrima.
En
dónde ya sin mí, sin nuestro tiempo,
nuestro pacto de amor tras la batalla,
en dónde y hacia dónde tu deseo
y su terco llamear
en cada encuentro.
nuestro pacto de amor tras la batalla,
en dónde y hacia dónde tu deseo
y su terco llamear
en cada encuentro.
En
dónde la respuesta mientras sumo
otra piel, otro vino y la certeza
de no poder ser ya por haber sido.
¡Terca es la pena
y es vano el simulacro!
otra piel, otro vino y la certeza
de no poder ser ya por haber sido.
¡Terca es la pena
y es vano el simulacro!
sábado, 30 de marzo de 2019
IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO
María
Allí en
el valle fértil y risueño,
Do nace el Lerma y, débil todavía
Juega, desnudo de la regia pompa
Que lo acompaña hasta la mar bravía;
Allí donde se eleva
El viejo xinantécatl, cuyo aliento,
Por millares de siglos inflamado,
Al soplo de los tiempos se ha apagado,
Pero que altivo y majestuoso eleva
Su frente que corona eterno hielo
Hasta esconderla en el azul del cielo.
Allí donde el favonio murmurante
Mece los frutos de oro del manzano
Y los rojos racimos del cerezo
Y recoge en sus alas vagarosas
La esencia de los nardos y las rosas.
Allí por vez primera
Un extraño temblor desconocido,
De repente, agitado y sorprendido
Mi adolescente corazón sintiera.
Turbada fue de la niñez la calma,
Ni supe qué pensar en ese instante
Del ardor de mi pecho palpitante
Ni de la tierna languidez del alma.
Era el amor: mas tímido, inocente,
Ráfaga pura del albor naciente,
Apenas devaneo
Del pensamiento virginal del niño;
No la voraz hoguera del deseo,
Sino el risueño lampo del cariño.
Yo la miré una vez, virgen querida
Despertaba cual yo, del sueño blando
De las primeras horas de la vida:
Pura azucena que arrojó el destino
De mi existencia en el primer camino,
Recibían sus pétalos temblando
Los ósculos del aura bullidora
Y el tierno cáliz encerraba apenas
El blanco aliento de la tibia aurora.
Cuando en ella fijé larga mirada
De santa adoración, sus negros ojos
De mi apartó; su frente nacarada
Se tiñó del carmín de los sonrojos;
Su seno se agitó por un momento,
Y entre sus labios espiró su acento.
Me amó también. Jamás amado había;
Como yo, esta inquietud no conocía,
Nuestros ojos ardientes se atrajeron
Y nuestras lamas vírgenes se unieron
Con la unión misteriosa que preside
El hado, entre las sombras, mudo y ciego,
Y de la dicha del vivir decide
Para romperla sin clemencia luego.
¡Ay! Que esta unión purísima debiera
No turbarse jamás, que así la dicha
Tal vez perenne en la existencia fuera:
¿Cómo no ser sagrada y duradera
si la niñez entretejió sus lazos
Y la animó, divina, entre sus brazos
La castidad de la pasión primera?
Pero el amor es árbol delicado
Que el aire puro de la dicha quiere,
Y cuando de dolor el cierzo helado
Su frente toca, se doblega y muere.
¿No es verdad? ¿no es verdad, pobre María?
¿Por qué tan pronto del pesar sañudo
Pudo apartarnos la segura impía?
¿Cómo tan pronto obscurecernos pudo
La negra noche en el nacer del día?
¿Por qué entonces no fuimos más felices?
¿Por qué después no fuimos más constantes?
¿Por qué en el débil corazón, señora,
Se hacen eternos siglos los instantes,
Desfalleciendo antes
De apurar del dolor la última hora?
¡Pobre María! Entonces ignorabas
Y yo también, lo que apellida el mundo
¡Amor... amor! Y ciega no pensabas
Que es perfidia, interés, deleite inmundo,
Y que tu alma pura y sin mancilla
Que amó como los ángeles amaran
Con fuego intenso, mas con fe sencilla,
Iba a encontrarse sola y sin defensa
De la maldad entre la mar inmensa.
Entonces, en los días inocentes
De nuestro amor, una mirada sola
Fue la felicidad, los puros goces
De nuestro corazón... el casto beso,
La tierna y silenciosa confianza,
La fe en el porvenir y la esperanza.
Entonces... en las noches silenciosas
¡Ay! Cuántas horas contemplamos juntos
Con cariño las pálidas estrellas
En el cielo sin nubes cintilando,
Como si en nuestro amor gozaran ellas;
O el resplandor benéfico y amigo
De la callada luna,
De nuestra dicha plácido testigo,
O a las brisas balsámicas y leves
Con placer confiamos
Nuestros suspiros y palabras breves.
¡Oh! ¿qué mal hace al cielo
Este modesto bien, que tras él manda
De la separación el negro duelo,
La frialdad espantosa del olvido
Y el amargo sabor del desengaño,
Tristes reliquias del amor perdido?
Hoy sabes qué sufrir, pobre María,
Y sentiste al presente
El desamor que mezcla su hiel fría
De los placeres en la copa ardiente,
El cansancio, la triste indiferencia,
Y hasta el odio que impío
El antes cielo azul de la existencia
Nos convierte en un cóncavo sombrío,
Y la duda también, duda maldita
Que de acíbar eterno el alma llena,
La enturbia y envenena
Y en el caos del mal la precipita.
Muy pronto, sí, nos condenó la suerte
A no vernos jamás hasta la muerte:
Corrió la primera lágrima encendida
Del corazón a la primera herida,
Mas pronto se siguió el pensar profundo,
Del desdén la sonrisa amenazante
Y la mirada de odio chispeante,
Terrible reto de venganza al mundo.
Mucho tiempo pasó. Tristes seguimos
El mandato cruel del hado fiero,
Contrarias sendas recorriendo fuimos
Sin consuelo ni afán... Y bien, señora,
¿Podremos sin rubor mirarnos ora?
¡Ah! ¡qué ha quedado de la virgen bella!
Tal vez la seducción marcó su huella
En tu pálida frente ya surcada,
Porque contemplo en tus hundidos ojos
Señal de llanto y lívida mirada.
Con el fulgor de acero de la ira.
Se marchitaron los claveles rojos
Sobre tus labios ora contraidos
Por risa de desdén que desafía
Tu bárbaro pesar, ¡pobre María!
Y yo... yo estoy tranquilo:
Del dolor las tremendas tempestades,
Roncas rugieron agitando el alma;
La erupción fue terrible y poderosa...
Pero hoy volvió la calma
Que se turbó un momento,
Y aunque siente el volcán mugir violento
El fuego adentro del, nunca se atreve
Su cubierta a romper de dura nieve.
Continuemos, mujer, nuestro camino.
¿Dónde parar? ...¿Acaso los sabemos?
¿Lo sabemos acaso? Que destino
Nos lleve como ayer: ciegos vaguemos,
Ya que ni un faro de esperanza vemos
Llenos de duda y de pesar marchamos,
Marchamos siempre, y a perdernos vamos
¡Ay! De la muerte en el océano obscuro,
¿Hay más allá riberas?... no es seguro,
Quién sabe si las hay; mas si abordamos
A esas riberas torvas y sombrías
Y siempre silenciosas,
Allí sabré tus quejas dolorosas,
Y tú también escucharás las mías.
Do nace el Lerma y, débil todavía
Juega, desnudo de la regia pompa
Que lo acompaña hasta la mar bravía;
Allí donde se eleva
El viejo xinantécatl, cuyo aliento,
Por millares de siglos inflamado,
Al soplo de los tiempos se ha apagado,
Pero que altivo y majestuoso eleva
Su frente que corona eterno hielo
Hasta esconderla en el azul del cielo.
Allí donde el favonio murmurante
Mece los frutos de oro del manzano
Y los rojos racimos del cerezo
Y recoge en sus alas vagarosas
La esencia de los nardos y las rosas.
Allí por vez primera
Un extraño temblor desconocido,
De repente, agitado y sorprendido
Mi adolescente corazón sintiera.
Turbada fue de la niñez la calma,
Ni supe qué pensar en ese instante
Del ardor de mi pecho palpitante
Ni de la tierna languidez del alma.
Era el amor: mas tímido, inocente,
Ráfaga pura del albor naciente,
Apenas devaneo
Del pensamiento virginal del niño;
No la voraz hoguera del deseo,
Sino el risueño lampo del cariño.
Yo la miré una vez, virgen querida
Despertaba cual yo, del sueño blando
De las primeras horas de la vida:
Pura azucena que arrojó el destino
De mi existencia en el primer camino,
Recibían sus pétalos temblando
Los ósculos del aura bullidora
Y el tierno cáliz encerraba apenas
El blanco aliento de la tibia aurora.
Cuando en ella fijé larga mirada
De santa adoración, sus negros ojos
De mi apartó; su frente nacarada
Se tiñó del carmín de los sonrojos;
Su seno se agitó por un momento,
Y entre sus labios espiró su acento.
Me amó también. Jamás amado había;
Como yo, esta inquietud no conocía,
Nuestros ojos ardientes se atrajeron
Y nuestras lamas vírgenes se unieron
Con la unión misteriosa que preside
El hado, entre las sombras, mudo y ciego,
Y de la dicha del vivir decide
Para romperla sin clemencia luego.
¡Ay! Que esta unión purísima debiera
No turbarse jamás, que así la dicha
Tal vez perenne en la existencia fuera:
¿Cómo no ser sagrada y duradera
si la niñez entretejió sus lazos
Y la animó, divina, entre sus brazos
La castidad de la pasión primera?
Pero el amor es árbol delicado
Que el aire puro de la dicha quiere,
Y cuando de dolor el cierzo helado
Su frente toca, se doblega y muere.
¿No es verdad? ¿no es verdad, pobre María?
¿Por qué tan pronto del pesar sañudo
Pudo apartarnos la segura impía?
¿Cómo tan pronto obscurecernos pudo
La negra noche en el nacer del día?
¿Por qué entonces no fuimos más felices?
¿Por qué después no fuimos más constantes?
¿Por qué en el débil corazón, señora,
Se hacen eternos siglos los instantes,
Desfalleciendo antes
De apurar del dolor la última hora?
¡Pobre María! Entonces ignorabas
Y yo también, lo que apellida el mundo
¡Amor... amor! Y ciega no pensabas
Que es perfidia, interés, deleite inmundo,
Y que tu alma pura y sin mancilla
Que amó como los ángeles amaran
Con fuego intenso, mas con fe sencilla,
Iba a encontrarse sola y sin defensa
De la maldad entre la mar inmensa.
Entonces, en los días inocentes
De nuestro amor, una mirada sola
Fue la felicidad, los puros goces
De nuestro corazón... el casto beso,
La tierna y silenciosa confianza,
La fe en el porvenir y la esperanza.
Entonces... en las noches silenciosas
¡Ay! Cuántas horas contemplamos juntos
Con cariño las pálidas estrellas
En el cielo sin nubes cintilando,
Como si en nuestro amor gozaran ellas;
O el resplandor benéfico y amigo
De la callada luna,
De nuestra dicha plácido testigo,
O a las brisas balsámicas y leves
Con placer confiamos
Nuestros suspiros y palabras breves.
¡Oh! ¿qué mal hace al cielo
Este modesto bien, que tras él manda
De la separación el negro duelo,
La frialdad espantosa del olvido
Y el amargo sabor del desengaño,
Tristes reliquias del amor perdido?
Hoy sabes qué sufrir, pobre María,
Y sentiste al presente
El desamor que mezcla su hiel fría
De los placeres en la copa ardiente,
El cansancio, la triste indiferencia,
Y hasta el odio que impío
El antes cielo azul de la existencia
Nos convierte en un cóncavo sombrío,
Y la duda también, duda maldita
Que de acíbar eterno el alma llena,
La enturbia y envenena
Y en el caos del mal la precipita.
Muy pronto, sí, nos condenó la suerte
A no vernos jamás hasta la muerte:
Corrió la primera lágrima encendida
Del corazón a la primera herida,
Mas pronto se siguió el pensar profundo,
Del desdén la sonrisa amenazante
Y la mirada de odio chispeante,
Terrible reto de venganza al mundo.
Mucho tiempo pasó. Tristes seguimos
El mandato cruel del hado fiero,
Contrarias sendas recorriendo fuimos
Sin consuelo ni afán... Y bien, señora,
¿Podremos sin rubor mirarnos ora?
¡Ah! ¡qué ha quedado de la virgen bella!
Tal vez la seducción marcó su huella
En tu pálida frente ya surcada,
Porque contemplo en tus hundidos ojos
Señal de llanto y lívida mirada.
Con el fulgor de acero de la ira.
Se marchitaron los claveles rojos
Sobre tus labios ora contraidos
Por risa de desdén que desafía
Tu bárbaro pesar, ¡pobre María!
Y yo... yo estoy tranquilo:
Del dolor las tremendas tempestades,
Roncas rugieron agitando el alma;
La erupción fue terrible y poderosa...
Pero hoy volvió la calma
Que se turbó un momento,
Y aunque siente el volcán mugir violento
El fuego adentro del, nunca se atreve
Su cubierta a romper de dura nieve.
Continuemos, mujer, nuestro camino.
¿Dónde parar? ...¿Acaso los sabemos?
¿Lo sabemos acaso? Que destino
Nos lleve como ayer: ciegos vaguemos,
Ya que ni un faro de esperanza vemos
Llenos de duda y de pesar marchamos,
Marchamos siempre, y a perdernos vamos
¡Ay! De la muerte en el océano obscuro,
¿Hay más allá riberas?... no es seguro,
Quién sabe si las hay; mas si abordamos
A esas riberas torvas y sombrías
Y siempre silenciosas,
Allí sabré tus quejas dolorosas,
Y tú también escucharás las mías.
MAURIZIO MEDO
45.
No pude
conocer a Chantal Maillard.
María Ramos llegó cuando me fui
algo más lejos que los poemas
desaparecidos antes de perder
la dignidad en una trivia
improvisada con el propósito de ilustrar
los registros obrados en la nueva
poesía peruana que, en Andalucía,
provoca las mismas sospechas que
sentimos cuando el turco –alojado
en la habitación contigua- nos preguntó
si los incas comprendían el uso de ciertos
objetos aparecidos con el idioma español.
O cuando o el cordobés —quien nos invitó
a su casa—no pudo ocultar su nerviosismo
al creer que devoraríamos los cobayos
que adoptó, tal como hizo Madrid con
los caleños que encontramos en
la calle de La Ruda, perdidos como el
esplendor virreinal de Santafé.
—Sudacas decimos por aquí— me corrigió Paco
(al oír “caleños) y pensé en la reacción
originadaal creer vasco al turco.
—Si se sabe algo del Perú—agregó luego
es por el filme de Ridley Scott (adonde
nunca apareció), Google, Tripadvisor y
por algunas vaguedades mal editadas en
el especial que National Geographic
dedicó a la Argentina.
El Perú y yo nos parecemos.
Ninguno es real, como lo exige la adrenalina
de un concierto en vivo. Si se le escucha
es a través del lipsync
de lo que cantó en el siglo XVI.
Ese jueves de enero.
María Ramos llegó cuando me fui
algo más lejos que los poemas
desaparecidos antes de perder
la dignidad en una trivia
improvisada con el propósito de ilustrar
los registros obrados en la nueva
poesía peruana que, en Andalucía,
provoca las mismas sospechas que
sentimos cuando el turco –alojado
en la habitación contigua- nos preguntó
si los incas comprendían el uso de ciertos
objetos aparecidos con el idioma español.
O cuando o el cordobés —quien nos invitó
a su casa—no pudo ocultar su nerviosismo
al creer que devoraríamos los cobayos
que adoptó, tal como hizo Madrid con
los caleños que encontramos en
la calle de La Ruda, perdidos como el
esplendor virreinal de Santafé.
—Sudacas decimos por aquí— me corrigió Paco
(al oír “caleños) y pensé en la reacción
originadaal creer vasco al turco.
—Si se sabe algo del Perú—agregó luego
es por el filme de Ridley Scott (adonde
nunca apareció), Google, Tripadvisor y
por algunas vaguedades mal editadas en
el especial que National Geographic
dedicó a la Argentina.
El Perú y yo nos parecemos.
Ninguno es real, como lo exige la adrenalina
de un concierto en vivo. Si se le escucha
es a través del lipsync
de lo que cantó en el siglo XVI.
Ese jueves de enero.
De: “Interferencias”
ÁNGEL PÉREZ ESCORZA
Arte poética
El día
que me fui,
volví
para quedarme.
Abracé
la vida,
la
estrechez sublime
de un
espejo roto…
empañado
por mi propia
ausencia.
RAQUEL BARRAGÁN
Decir
mucho, mucho
que las palabras se vacíen
Que llevemos, sin callar, la lengua al silencio
Desgastemos la palabra
el silencio en aquel día nos pedirá cuentas
Porque no me podrás nombrar
Y tu nombre flotará podrido
que las palabras se vacíen
Que llevemos, sin callar, la lengua al silencio
Desgastemos la palabra
el silencio en aquel día nos pedirá cuentas
Porque no me podrás nombrar
Y tu nombre flotará podrido
ALFREDO FRESSIA
Ipsa Senectus
Al
mancebo de Cartagena de Indias
Cuando
lo vi
me subí
sobre los escombros de mi cuerpo, trepé
a la
parte más alta como si subiera a un faro
y traté
de iluminarlo como si mis ojos
no
estuvieran condolidos, y brillaran,
repuse
los bloques de granito de mis viejas
murallas,
llené las partes vaciadas
con las
historias de amor que no viví,
el
secreto memorial de hombres que nunca me amaron
como si
ahora sí pudiera abrirme a la vida
de ese
hombre joven que me mira, se acerca
y va a
abrazar a su amigo, el que llegaba
cuando
yo encendí candiles como faros
y velé
las mismas armas que guardo hace años
en la
insidiosa humedad de mis almenas.
JUAN MARCELINO RUÍZ
Venganza Perra
Esta
noche,
meteremos
los perros a la alcoba,
les
prestaremos
las
sábanas, la almohada,
la
lámpara de tenue luz
y el
pudor tejido en los prejuicios.
Mientras
pretenden dormir como la gente
tú y yo
tomaremos el patio
por asalto:
ladridos
al gato del vecino,
a la
luna
y a la
titilación absurda de los grillos.
Con los
dientes
romperemos
la cuerda que ata los instintos:
no ser
hombre y mujer:
ser
hembra y macho;
antes y
después de amarnos
moveremos
el rabo
para
espantar lo que quede en la cordura.
Y
después, ya satisfechos
dormir
el uno junto al otro
lamiendo
agradecido tus orejas,
y
cuando el sol dibuje nuestras sombras
ir a
rascar la puerta en la cocina:
algún
buen hueso quedaría en la cena.
viernes, 29 de marzo de 2019
CATALINA GONZÁLEZ RESTREPO
Promesa
La
señora, vestida de negro, exhibe su viudez
mientras
nosotros compartimos el postre.
Nos
habla de esa llama
que se
enciende y apaga,
nos
mira a los ojos,
dice
que se la jugó toda y no perdió,
la
muerte nos hace vulnerables a la verdad.
Desordena
su pasado
y se
alegra de tu mano sobre la mía.
Quizás
adivina que hace rato sueño con llegar a casa
y que
lentamente dejas caer mi falda,
la
misma de esa vez,
cuando
cenamos con tus amigos
y aún
no éramos nada.
ABRIL MEDINA
Usábamos
palabras de cuatro metros como aeroplano
cada
letra medía lo que mide un segundo al aire
pero no
te distraigas en eso
tengo
sólo un vicio que quiere matarme y no tiene que ver con Marlboro o Johny Walker
siendo
profundamente honesto no tiene nada que ver con el bostezo abierto o la dimplomacia
por
aquí está muy oscuro y uno confunde el sabor con el efecto
tomábamos
el tiempo que tardaba una cosa para transformarse en otra y después
en
alguien
cada
sombrilla podía ser un barco giratorio antes de ser un tipo horriblemente
despeinado
pero no
me preguntes esos detalles
tu
madre o la mía dirían que perdimos la razón
sólo tengo
una historia y se prende más rápido que el fuego en un derrame de petróleo
igualmente
se consume y nadie sabe lo que pierde al encontrar la moraleja
sabíamos
arriesgarlo todo variar veces por noche y sobre el auto eran toda vía más
éramos
tan cómicos jugando al drama
podíamos
quedarnos en el mismo sitio dando vueltas al caligrama
y
cuando abríamos la boca alguien hablaba de nosotros por adentro
pero no
quiero recordarlo
porque
entonces me río y esto es bastante serio
esto es
bastante serio…
tratemos
de dormir.
CORAL BRACHO
El amor es su entornada sustancia
Encendido
en los boscajes del tiempo, el amor
es su entornada sustancia. Abre
con hociquillo de marmota,
senderos y senderos
inextricables. Es el camino
de vuelta
de los muertos, el lugar luminoso en donde suelen
resplandecer. Como zafiros bajo la arena
hacen su playa, hacen sus olas íntimas, su floración
de pedernal, blanca y hundiéndose
y volcando su espuma. Así nos dicen al oído: del viento,
de la calma del agua, y del sol
que toca,
con dedos ígneos y delicados
la frescura vital. Así nos dicen
con su candor de caracolas; así van devanándonos
con su luz, que es piedra,
y que es principio con el agua, y es mar
de hondos follajes
inexpugnables, a los que sólo así, de noche,
nos es dado ver
y encender
es su entornada sustancia. Abre
con hociquillo de marmota,
senderos y senderos
inextricables. Es el camino
de vuelta
de los muertos, el lugar luminoso en donde suelen
resplandecer. Como zafiros bajo la arena
hacen su playa, hacen sus olas íntimas, su floración
de pedernal, blanca y hundiéndose
y volcando su espuma. Así nos dicen al oído: del viento,
de la calma del agua, y del sol
que toca,
con dedos ígneos y delicados
la frescura vital. Así nos dicen
con su candor de caracolas; así van devanándonos
con su luz, que es piedra,
y que es principio con el agua, y es mar
de hondos follajes
inexpugnables, a los que sólo así, de noche,
nos es dado ver
y encender
JORGE EDUARDO EIELSON
Columna al otoño
Se pierde el tiempo, las sedosas sombras
Que ruedan entre esferas de esmeralda
Hacia la muerte. Frente al otoño
Respiro como un ángel, escucho el silbido
De las flores vivas, veo grandes cielos,
Y corrientes frías de olvidados rostros
Pasan por mi frente. Yo sé bien,
Corazón mío, gorgona púrpura y girante,
Cómo es de oscura tu sonrisa y cómo se agita
Tu corona de gusanos en la sombra. Rey vulnerado
Por las detonaciones lilas del otoño,
Heme aquí, transido ante los fuegos estelares,
Mirando cómo arden en una azul columna,
Agreste y solitaria, mi corazón, los árboles y el viento.
Se pierde el tiempo, las sedosas sombras
Que ruedan entre esferas de esmeralda
Hacia la muerte. Frente al otoño
Respiro como un ángel, escucho el silbido
De las flores vivas, veo grandes cielos,
Y corrientes frías de olvidados rostros
Pasan por mi frente. Yo sé bien,
Corazón mío, gorgona púrpura y girante,
Cómo es de oscura tu sonrisa y cómo se agita
Tu corona de gusanos en la sombra. Rey vulnerado
Por las detonaciones lilas del otoño,
Heme aquí, transido ante los fuegos estelares,
Mirando cómo arden en una azul columna,
Agreste y solitaria, mi corazón, los árboles y el viento.
De: "Doble diamante"
JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ
No estás conmigo...
No estás conmigo. Ignoro tu imagen. No pueblo tu gran olvido.
Pasarán los años. Un rapto sin control como la dicha
habrá en el sur.
Con la riqueza mágica del encuentro, vuelve hasta mí,
sube tu silencioso fervor,
tu súplica por los viajes,
tu noche y tu mediodía.
Apareces.
Tu órbita desafía toda distancia.
Entonces, para iluminar el presente, tú y yo acariciamos
la llaga de nuestro antiguo amor.
De: "Animal de costumbre"
No estás conmigo. Ignoro tu imagen. No pueblo tu gran olvido.
Pasarán los años. Un rapto sin control como la dicha
habrá en el sur.
Con la riqueza mágica del encuentro, vuelve hasta mí,
sube tu silencioso fervor,
tu súplica por los viajes,
tu noche y tu mediodía.
Apareces.
Tu órbita desafía toda distancia.
Entonces, para iluminar el presente, tú y yo acariciamos
la llaga de nuestro antiguo amor.
De: "Animal de costumbre"
JULIA PRILUTZKY
Quiero
estar en tu sueño. Ser tu sueño.
Penetrar más allá de lo que advierte
la mirada sutil. Como beleño
recorrer, galopar tu sangre inerte.
Quiero quebrar con definido empeño
toda defensa en ti: muralla, fuerte:
y adentrarme, crisálida de ensueño
más allá de tu vida y de tu muerte.
Más allá de tu piel, y más adentro
de toda sombra, y más allá del centro
desconocido, virgen, tembloroso...
Y estar dentro de ti -seguro puerto-
como un paradojal milagro cierto,
presentido a la vez que pavoroso.
Penetrar más allá de lo que advierte
la mirada sutil. Como beleño
recorrer, galopar tu sangre inerte.
Quiero quebrar con definido empeño
toda defensa en ti: muralla, fuerte:
y adentrarme, crisálida de ensueño
más allá de tu vida y de tu muerte.
Más allá de tu piel, y más adentro
de toda sombra, y más allá del centro
desconocido, virgen, tembloroso...
Y estar dentro de ti -seguro puerto-
como un paradojal milagro cierto,
presentido a la vez que pavoroso.
jueves, 28 de marzo de 2019
LOUIS ELISABETH GLÜCK
Lamium
Así se vive cuando tienes un corazón helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.
El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.
No todos necesitan de la luz
en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.
Pero esto ya lo sabes.
Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.
Así se vive cuando tienes un corazón helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.
El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.
No todos necesitan de la luz
en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.
Pero esto ya lo sabes.
Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.
De: "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos
TÉOPHILE GAUTIER
El hipopótamo
El hipopótamo de vientre enorme
suele vivir en selvas como Java,
y allí en el fondo de las cuevas hay
monstruos que no se pueden ni soñar.
La boa que se agita entre silbidos,
el tigre que tan bien sabe rugir,
el búfalo enfadado que resopla;
él sólo duerme o pace siempre en calma.
El kris y la azagaya no le asustan,
contempla al hombre sin darse a la huida,
se ríe del cipayo y de sus balas
que no hieren su piel y que rebotan.
Por eso yo soy como el hipopótamo;
me protege mi fuerte convicción,
armadura que me hace invulnerable,
y así por el desierto ando sin miedo.
El hipopótamo de vientre enorme
suele vivir en selvas como Java,
y allí en el fondo de las cuevas hay
monstruos que no se pueden ni soñar.
La boa que se agita entre silbidos,
el tigre que tan bien sabe rugir,
el búfalo enfadado que resopla;
él sólo duerme o pace siempre en calma.
El kris y la azagaya no le asustan,
contempla al hombre sin darse a la huida,
se ríe del cipayo y de sus balas
que no hieren su piel y que rebotan.
Por eso yo soy como el hipopótamo;
me protege mi fuerte convicción,
armadura que me hace invulnerable,
y así por el desierto ando sin miedo.
NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN
Atrevimiento amoroso
Amor,
tú que me diste los osados
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;
intentos y la mano dirigiste
y en el cándido seno la pusiste
de Dorisa, en parajes no tocados;
si
miras tantos rayos, fulminados
de sus divinos ojos contra un triste,
dame el alivio, pues el daño hiciste
o acaben ya mi vida y mis cuidados.
de sus divinos ojos contra un triste,
dame el alivio, pues el daño hiciste
o acaben ya mi vida y mis cuidados.
Apiádese
mi bien; dile que muero
del intenso dolor que me atormenta;
que si es tímido amor, no es verdadero;
del intenso dolor que me atormenta;
que si es tímido amor, no es verdadero;
que no
es la audacia en el cariño afrenta
ni merece castigo tan severo
un infeliz, que ser dichoso intenta.
ni merece castigo tan severo
un infeliz, que ser dichoso intenta.
TRISTAN TZARA
Dudas
-He sacado el antiguo sueño de la caja como sacas tú el sombrero
cuando te pones el traje de muchos botones
cuando agarras el conejo por las orejas
cuando regresas de cacería
como eliges la flor de la maleza
y al amigo de entre los cortesanos.
Mira lo que me pasó
cuando llegó la noche lentamente como una cucaracha
buena para muchos como remedio, cuando enciendo
en el alma el fuego de los versos
me acosté. El sueño es el jardín preparado para las dudas
no sabes lo que es verdad, lo que no lo es
te parece que es un ladrón y lo fusilas
y después te comunican que ha sido un soldado
así ocurrió conmigo exactamente
por esto te llamé para decirme -sin error
lo que es verdad- lo que no lo es
-He sacado el antiguo sueño de la caja como sacas tú el sombrero
cuando te pones el traje de muchos botones
cuando agarras el conejo por las orejas
cuando regresas de cacería
como eliges la flor de la maleza
y al amigo de entre los cortesanos.
Mira lo que me pasó
cuando llegó la noche lentamente como una cucaracha
buena para muchos como remedio, cuando enciendo
en el alma el fuego de los versos
me acosté. El sueño es el jardín preparado para las dudas
no sabes lo que es verdad, lo que no lo es
te parece que es un ladrón y lo fusilas
y después te comunican que ha sido un soldado
así ocurrió conmigo exactamente
por esto te llamé para decirme -sin error
lo que es verdad- lo que no lo es
1914-1915
ARLETTE LUÉVANO
Un
testamento no escrito
tesoros
escondidos
aguas
agitadas
humeantes
espejos
a eso
suenan tus pasos
a rumor
interrumpido
por el
tiempo que no llegará
Lo
pienso así
cuando
debiera mejor
dejar
de buscar señales
en las
aves que llegan
en el
naranjo seco
en la
constancia
de la
presencia transparente en la escalera
FÉLIX MARÍA SAMANIEGO
Fábula VII
7. La zorra y el busto
Dijo la
Zorra al Busto,
Después
de olerlo:
«Tu
cabeza es hermosa,
Pero
sin seso»
Como
éste hay muchos,
Que
aunque parecen hombres,
Sólo
son bustos.
miércoles, 27 de marzo de 2019
GUILLAUME APOLLINAIRE
LOUIS ARAGON
Los ojos de Elsa
Inclinando a tus ojos los míos sitibundos
en su fondo vi todos los soles reflejados,
y el salto hacia la muerte de los desesperados,
como el de mis recuerdos a tus ojos profundos.
Es un mar en tinieblas bajo el palio de un vuelo;
de pronto el día plácido de tus pupilas sube;
en los linos del ángel recorta el sol la nube
y sobre las espigas se azula más el cielo.
Vuelve al azul la bruma del viento perseguida;
-más diáfanos tus ojos abiertos bajo el llanto;
ni aún tras de la lluvia los cielos fulgen tanto;
el vaso azul no es tan azul como en la herida.
Madona de Dolores, humedecida lumbre,
siete espadas rompieron el prisma de colores;
el día es más punzante nacido entre clamores,
y el nocturno relente, más azul en quejumbre.
De las melancolías en la plácida fiebre
reabres con tus ojos sendas de epifanía.
Latiendo el corazón, el manto de María
al tiempo los Tres Magos vieron en el pesebre.
Al Mayo de las voces basta con un salterio
para todos los ayes y todas las canciones;
guarda un trozo de cielo luceros por millones,
donde faltan tus ojos con su doble misterio.
El infante absorbido por miríficos viajes
desmesuradamente menos asombro espacia
que si agrandas tus ojos -insoluble falacia-
como racha que abriera dos capullos salvajes.
¿Escondes tus relámpagos en medio del espliego
donde el insecto vive su voluptuoso instante?
Preso estoy en el lazo de la estrella filante,
como ahogado marino bajo estival sosiego.
Yo extraje ese metal sutil de su pechblenda;
yo calciné mis dedos en su fuego prohibido;
paraíso mil veces recobrado y perdido,
tus ojos mi Golconda, mi dorada leyenda.
Y sucedió que el mundo bajo la tarde excelsa
rompiose en arrecifes de pérfidos fanales,
en tanto yo veía desde los litorales
sobre lívidas ondas brillar los ojos de Elsa.
Inclinando a tus ojos los míos sitibundos
en su fondo vi todos los soles reflejados,
y el salto hacia la muerte de los desesperados,
como el de mis recuerdos a tus ojos profundos.
Es un mar en tinieblas bajo el palio de un vuelo;
de pronto el día plácido de tus pupilas sube;
en los linos del ángel recorta el sol la nube
y sobre las espigas se azula más el cielo.
Vuelve al azul la bruma del viento perseguida;
-más diáfanos tus ojos abiertos bajo el llanto;
ni aún tras de la lluvia los cielos fulgen tanto;
el vaso azul no es tan azul como en la herida.
Madona de Dolores, humedecida lumbre,
siete espadas rompieron el prisma de colores;
el día es más punzante nacido entre clamores,
y el nocturno relente, más azul en quejumbre.
De las melancolías en la plácida fiebre
reabres con tus ojos sendas de epifanía.
Latiendo el corazón, el manto de María
al tiempo los Tres Magos vieron en el pesebre.
Al Mayo de las voces basta con un salterio
para todos los ayes y todas las canciones;
guarda un trozo de cielo luceros por millones,
donde faltan tus ojos con su doble misterio.
El infante absorbido por miríficos viajes
desmesuradamente menos asombro espacia
que si agrandas tus ojos -insoluble falacia-
como racha que abriera dos capullos salvajes.
¿Escondes tus relámpagos en medio del espliego
donde el insecto vive su voluptuoso instante?
Preso estoy en el lazo de la estrella filante,
como ahogado marino bajo estival sosiego.
Yo extraje ese metal sutil de su pechblenda;
yo calciné mis dedos en su fuego prohibido;
paraíso mil veces recobrado y perdido,
tus ojos mi Golconda, mi dorada leyenda.
Y sucedió que el mundo bajo la tarde excelsa
rompiose en arrecifes de pérfidos fanales,
en tanto yo veía desde los litorales
sobre lívidas ondas brillar los ojos de Elsa.
Versión de Carlos López Narváez
MARCO ANTONIO CAMPOS
Se escribe
a Michael Rossner
Se escribe contra toda inocencia
del clavel o el lirio, contra el aire
inane del jardín, contra palabras
que hacen juegos vacíos, contra una estética
de vals vienés o parnasianas nubes.
Se escribe abriéndose las venas
hasta que el grito calla, con llanto ácido
que nace de pronto pues imposible
nos era contenerlo, con luz dura
como rabia azul, quemado el rostro,
destrozada el alma, desde una rama
frágil al borde del precipicio,
Se escribe.
a Michael Rossner
Se escribe contra toda inocencia
del clavel o el lirio, contra el aire
inane del jardín, contra palabras
que hacen juegos vacíos, contra una estética
de vals vienés o parnasianas nubes.
Se escribe abriéndose las venas
hasta que el grito calla, con llanto ácido
que nace de pronto pues imposible
nos era contenerlo, con luz dura
como rabia azul, quemado el rostro,
destrozada el alma, desde una rama
frágil al borde del precipicio,
Se escribe.
De: "Los adioses del forastero"
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