"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 24 de marzo de 2019
IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO
La salida del sol
Ya
brotan del sol naciente
los primeros resplandores,
dorando las altas cimas
de los encumbrados montes.
Las neblinas de los valles
hacia las alturas corren,
y de las rocas se cuelgan
o en las cañadas se esconden.
En ascuas de oro convierten
del astro rey los fulgores,
del mar que duerme tranquilo
las mansas ondas salobres.
sus hilos tiende el rocío
de diamantes tembladores,
en la alfombra de los prados
y en el manto de los bosques.
sobre la verde ladera
que esmaltan gallardas flores,
elevan sus frente altiva
los enhiestos girasoles,
y las caléndulas rojas
vierte al pie sus olores.
Las amarillas retamas
visten las colinas, donde
se ocultan pardas y alegres
las chozas de los pastores.
Purpúrea el agua del río
lame de esmeralda el bordo,
que con sus hojas encubren
los plátanos cimbradores;
mientras que allá en la montaña,
flotando en la peña enorme,
la cascada se reviste
de iris con los colores.
El ganado en las llanuras
trisca alegre, salta y corre;
cantan las aves, y zumban
mil insectos bullidores
que el rayo del sol anima,
que pronto mata la noche.
En tanto el sol se levanta
sobre el lejano horizonte,
bajo la bóveda limpia
de un cielo sereno . . . Entonces
sus fatigosas tareas
suspenden los labradores,
y un santo respeto embarga
sus sencillos corazones.
En el valle, en la floresta,
en el mar, en todo el orbe
se escuchan himnos sagrados,
misteriosas oraciones;
porque el mundo en esta hora
es altar inmenso, en donde
la gratitud de los seres
su tierno holocausto pone;
y Dios, que todos los días
ofrenda tan santa acoge,
la enciende de Sol que nace
con los puros resplandores.
los primeros resplandores,
dorando las altas cimas
de los encumbrados montes.
Las neblinas de los valles
hacia las alturas corren,
y de las rocas se cuelgan
o en las cañadas se esconden.
En ascuas de oro convierten
del astro rey los fulgores,
del mar que duerme tranquilo
las mansas ondas salobres.
sus hilos tiende el rocío
de diamantes tembladores,
en la alfombra de los prados
y en el manto de los bosques.
sobre la verde ladera
que esmaltan gallardas flores,
elevan sus frente altiva
los enhiestos girasoles,
y las caléndulas rojas
vierte al pie sus olores.
Las amarillas retamas
visten las colinas, donde
se ocultan pardas y alegres
las chozas de los pastores.
Purpúrea el agua del río
lame de esmeralda el bordo,
que con sus hojas encubren
los plátanos cimbradores;
mientras que allá en la montaña,
flotando en la peña enorme,
la cascada se reviste
de iris con los colores.
El ganado en las llanuras
trisca alegre, salta y corre;
cantan las aves, y zumban
mil insectos bullidores
que el rayo del sol anima,
que pronto mata la noche.
En tanto el sol se levanta
sobre el lejano horizonte,
bajo la bóveda limpia
de un cielo sereno . . . Entonces
sus fatigosas tareas
suspenden los labradores,
y un santo respeto embarga
sus sencillos corazones.
En el valle, en la floresta,
en el mar, en todo el orbe
se escuchan himnos sagrados,
misteriosas oraciones;
porque el mundo en esta hora
es altar inmenso, en donde
la gratitud de los seres
su tierno holocausto pone;
y Dios, que todos los días
ofrenda tan santa acoge,
la enciende de Sol que nace
con los puros resplandores.
MAURIZIO MEDO
47.
Con
todo el pasado por delante para nosotros
el tiempo dura dos veces. Por gravedad.
La de una historia que no sabe conjugar ayer
con presente, tal si alguno de estos fuera
una hespéride que existe sólo a través
de cierta oralidad.
Para adelantar al pasado los peruanos desarrollamos
una resistencia muy particular: debemos correr
una perpetua maratón hasta alcanzar el presente.
—Mañana correremos más rápido—prometemos,
mientras quedamos atrás, cada vez más atrás
y volvemos a empezar sin saber que el diálogo
de las futuras generaciones
tendría que incluir a nuestro origen
para poder saltar al infinito.
el tiempo dura dos veces. Por gravedad.
La de una historia que no sabe conjugar ayer
con presente, tal si alguno de estos fuera
una hespéride que existe sólo a través
de cierta oralidad.
Para adelantar al pasado los peruanos desarrollamos
una resistencia muy particular: debemos correr
una perpetua maratón hasta alcanzar el presente.
—Mañana correremos más rápido—prometemos,
mientras quedamos atrás, cada vez más atrás
y volvemos a empezar sin saber que el diálogo
de las futuras generaciones
tendría que incluir a nuestro origen
para poder saltar al infinito.
De: “Interferencias”
ÁNGEL PÉREZ ESCORZA
Andanza
Deja
esa puerta abierta
para
purgar el hambre y la cólera.
Deja
que camine inquieto,
persuadido
por el afán de mí locura.
Deja
que mire el espejo
donde
se proyecta esa bestia sedienta
que aún desconozco.
Deja
que sólo grite lo que no se escucha.
Deja
que sólo ame lo que no se ve.
Déjame
en silencio
y dicta
el nombre de aquella
que no
nace a la luz
de mi engaño.
RAQUEL BARRAGÁN
El agua
desgajada que nunca será vapor
Nunca lluvia
Ni gotera
ni trago
ni saliva
ni lágrima
Ni nunca nada
dará a luz esterilidad
Nunca lluvia
Ni gotera
ni trago
ni saliva
ni lágrima
Ni nunca nada
dará a luz esterilidad
ALFREDO FRESSIA
Imagen digital
A Jean-Francis
Aymonier, In Memoriam
En la última
foto
beso tu
cabeza, enorme
como la
de un elefante
(hoy tu
cabeza ya no existe más).
Estamos
en la soledad de una sabana
(tampoco
era el París de nuestra juventud)
Los dos
sonreímos, incluso con los ojos.
Mi
mentón está pegado a tu cráneo
y tu
boca se cierra para respirar
por la
traqueotomía.
Ya no
esperamos nada, bramamos en el flash,
espléndidos
como el orgullo
al
borde del abismo.
(Mi
boca mortal sigue deslizando
sobre
la piel de tu cráneo)
El amor
era un arte hecho de polvo y huesos
como
nuestras tallas trabajadas en marfil.
Y hoy
me resta este poema narrativo
(que
apunta la escopeta a los recuerdos
y no
acorta mi espera).
JUAN MARCELINO RUÍZ
Presagio
El
tiempo,
no
tiene prejuicios ecológicos
de años
para acá
practica
la tala inmoderada
sobre
la zona frontal de mi cabeza;
la
selva roja
antes
lozana, agreste, orgullosa
se ha
ido mermando en forma paulatina
para
dejar pasar la luz que pisa
sobre
el futuro desierto
que
extenderá su geografía
de
oreja a oreja.
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