Andanza
Deja
esa puerta abierta
para
purgar el hambre y la cólera.
Deja
que camine inquieto,
persuadido
por el afán de mí locura.
Deja
que mire el espejo
donde
se proyecta esa bestia sedienta
que aún desconozco.
Deja
que sólo grite lo que no se escucha.
Deja
que sólo ame lo que no se ve.
Déjame
en silencio
y dicta
el nombre de aquella
que no
nace a la luz
de mi engaño.
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