miércoles, 23 de abril de 2025


 

EUGENIO DE ANDRADE

 


 

Ahora vivo más cerca del sol

 

 

Ahora vivo más cerca del sol, los amigos
no saben el camino: es bueno
ser así de nadie
en las altas ramas, hermano
del canto exento de algún ave
de paso, reflejo de un reflejo,
contemporáneo
de cualquier mirada desprevenida,
solamente este ir y venir con las mareas,
ardor hecho de olvido,
polvo dulce a la flor de la espuma,
eso apenas.


Versión de Aníbal Núñez

 


PABLO GARCÍA BAENA

 

 

 

Hace ya tiempo que no sé de ti

A Cándida Guerrero Natera

 

 

Hace ya tiempo que no sé de ti
y está la sierra como te gustaba
con el otoño.
Por Escalonias y por San Calixto
a las primeras lluvias han crecido
las hierbas y una seña silenciosa
me entregan tuya en verdor y aroma.
Las ciervas ramonean acebuches
y está la brama resonando fiera,
en el fragor del monte su sollozo.
El venado de sombra taciturna
alza la cuerna como un candelabro
que incendiara de celo y oro el bosque,
y el jaro jabalí híspido bate
el hosco ramo prieto de la encina,
tal me decías.

Hace ya tiempo que callas, lejana.
Mañana de los lunes en el viejo
archivo provincial, legajos, cintas
rojas de las carpetas, boletines.
Todo el oficinal rito perenne
se estremecía al aire del lentisco,
al varear de juncos en las fugas,
al corno inglés en óperas de Weber.

Y queda aún olor de jara y pólvora,
en el veraz relato, entre tus manos,
hace ya tiempo.

Y pienso en ti y sonrío y me es grata
tu memoria, como una prenda usada
de abrigo al calofrío de la casa.

YEHUDA HA-LEVI

 

 


 

¿Qué te pasa, gacela, que no envías tus mensajeros
al amado cuyo pecho rebosa de dolor por ti?
¿No sabes que el Destino no concede a tu amante
más que escuchar el son de tus saludos?
Si la separación es más fuerte que nosotros,
detente un poco, que pueda ver tu rostro.
No sé si entre mis costillas quedó preso
mi corazón, o si partió tras de tus pasos.
¡En nombre del amor! Recuerda los días que me amabas
como recuerdo yo las noches en que te deseaba.
Lo mismo que cruza tu imagen por mi sueño,
desearía pasar yo por los tuyos.
Hay entre nosotros un mar de lágrimas con rugientes
olas y no puedo llegar hasta ti,
mas si tus pasos se acercaran a cruzarlo,
se henderían las aguas a las plantas de tus pies.
Si después de mi muerte llegara a mis oídos
el tañir de campanillas doradas del borde de tu manto,
o preguntaras cómo le va a tu amigo, desde el sĕ ‘0l
me interesaría por tu amor y bienestar.
Ahí tienes dos testigos de que vertiste la sangre
de mi corazón: tus mejillas y tus labios;
¿cómo vas a negarlo, si dan ellos testimonio de
mi sangre y de que tus manos la vertieron?
¿Por qué deseas mi muerte? ¡lo que yo quiero son
años que sumar a los de tu vida!
Aunque robes mi sueño por las noches al amarte, ¿no
daría yo el sopor de mis ojos a tus párpados?
Tu fuego lame las gotas de las lágrimas, y hasta
corazones de piedra desgastarían tus sollozos;
yo he caído en el fuego de tu amor y las aguas de mi llanto, ¡ay
de mi corazón por mis lágrimas y tus brasas!
Amargura y dulzor cercan mi corazón:
la ponzoña de la ausencia y la miel de tus besos;
una vez que tus palabras como láminas lo aplanaran,
tus manos lo cortaron en tiras.
Veo imagen de rubí sobre zafiros
al contemplar tus labios y tus dientes.
El sol está en tu rostro, y a modo de noche despliegas
sobre su fulgor la espesura de tus rizos.
Seda bordada es el vestido de tu cuerpo, pero
la gracia y la hermosura recubren tus ojos;
las joyas de las doncellas son obra de artesano, mas
esplendor y encanto son tus adornos.
El sol y la luna, la Osa y las Pléyades quisieran
asemejarse a tus hermanos y hermanas;
jóvenes y doncellas desean, siendo libres,
convertirse en siervos y esclavas tuyos.
De la fortuna del Destino sólo reclamaré mi parte
el hilo de tus labios, el ceñidor de tu cintura;
mi panal y mi miel están entre tus labios,
mi nardo y mi mirra entre tus dos pechos.
Te he puesto en mi mano derecha como un anillo;¡ojalá fuera yo
un sello sobre tus brazos!
Olvidaría mi diestra y mi siniestra, cierva,
si descuidara el amor de tus esponsales.
La ausencia amarga mi corazón al recordar
el panal de miel de tus besos en mis labios.
Mi espíritu por tu perfume de mirra virgen yo daría;
¡quizás podría besar tu rostro a cambio de mi alma!
A las mujeres se honra con alabanzas, mas
a ti deben su gloria tus mismas loas.
En el campo de las amadas, las gavillas del amor
se postran ante las tuyas.
¡Ojalá pudiera yo vivir para recoger aromas
y mirra de entre tus pasos!
No oigo tu voz, pero escucho en
mi desgarrado corazón el ruido de tus pisadas.
Cuando cuentes a los vivientes víctimas
de tu amor, el día que resuciten tus muertos, incluye
a mi alma para devolverla al cuerpo, pues cuando
te fuiste, al partir tú salió en pos de ti.
Pregunta cómo le va a tu amado, cierva agraciada,
si es el Destino el que hace tus preguntas.
¡Vuelve, y que nuestra Roca te haga regresar al lugar
de tus deseos ya la tierra de la que procedes!

 

Versión de Xavier Quintana

 

 

JAMES JOYCE

 

 

 

Una flor donada a mi hija

 

 

Frágil la blanca rosa es y frágiles son
Las manos que la dieron
Su alma está marchita y es más pálida
Que la difusa onda del tiempo.

Como la rosa frágil y hermosa: aún más frágil es
El silvestre prodigio
Que en tus ojos ocultas,
Mi pequeña de azuladas venas.

  

Versión de José Antonio Álvarez Amorós

 

 

JORGE ENRIQUE ADOUM

 

 


Otra vez el verano

 

 

El verano pone su color tranquilo
sobre todas las cosas y las hojas;
de nuevo alborota el viento
a las muchachas, cierra
los cuadernos y junta la tarde
perezosa a las naranjas.
Arena de luz la playa, tranquilo
el mar, en paz el ave, solo el polvo
arrastra su camisa a otro lugar.
Hoy ha crecido el trigo mucho,
está la sementera en mediodía:
doble lámpara de sol y cereal.

Hoy pude ser feliz: pude tenderme
a contemplar la página del cielo,
pude oír removerse a las raíces
discutiendo con el suelo su estatura,
pude hablar con la brisa, haber
entrado al mar que me rodea
como una cintura, de qué buena
gana me habría sometido
al gobierno del ocio y sus racimos.

Pero estuve ocupado, no tengo
tiempo porque sufro; el mundo
nos preocupa; están matando todavía
al infeliz, aún le rompen
su arado al triste campesino,
aún carbonizaron en la silla
a los callados mártires sin culpa,
de qué nos sirven el tabaco
y la luna serena del estío
si nos quitaron, como siempre, el trigo.

Para qué tanto sol, tanta abundancia
torrencial, toda la vida planetaria,
si nos golpea la injusta
repartición, si la muerte
baja del cielo a los extremos
de la tierra, si la pobreza
me aleja de las flores y la fiesta,
si me obliga a estudiar
cada día mis zapatos.

Nada es nuestro todavía, aquí
todo es ajeno como en una posada
y nos roban la luz en la boca
de la mina, y la placidez de junio
con su dulce cosecha que se va
en las bodegas, y hasta la alegría
de tenderme junto a ti escuchando
la sangre, como en una guitarra,
cantar bajo mi mano en tu cadera.

Sé que a pesar de todo este día
volverá con su límpida hermosura,
su vegetal en apogeo, su hora
de sopor y de ternura. Volverá
la estación con su signo de cobre,
cuando seamos dueños de la vida
y la tierra, cuando el agua
nos traiga noticias y saludos
del hermano. Y nos veremos
el próximo verano, en mitad
de un año circundado de uvas
y de avena. Déjame, entonces,
tocarte en el día desnudo, déjame
hablarte en una ola del viento,
déjame marcar en el corazón el sitio
del encuentro en que nos hallarán
cantando, pero no me dejes recordar entonces
que aún hemos sufrido este verano.

 

 

EUGENIO MONTALE

  

 

 

Casi una fantasía

 

 

Amanece de nuevo, lo presiento
por el albor de vieja
plata en las paredes:
las ventanas cerradas se vetean de un tenue resplandor.
Vuelve el advenimiento del sol
pero sin las difusas voces,
los acostumbrados estrépitos.

¿Por qué? Pienso en un día encantado
y de las justas de horas demasiado iguales
me resarzo.
Desbordará la fuerza que me inflamaba,
inconsciente mago, desde largo tiempo.
Ahora me asomaré, destruiré altas casas,
despojos viales.
Tendré ante mí un lugar de limpia nieve
mas tan ligero como el paisaje de un tapiz.
Resbalará un destello lento
entre el algodón del cielo.
Selvas y colinas llenas de invisible luz
me harán el elogio de los festivos retornos.

Alegre leeré sobre el blanco
los negros signos de las ramas
como un esencial alfabeto.
Todo el pasado de repente aparecerá delante.
No turbará sonido alguno esta alegría solitaria.
Cruzará el aire posándose sobre una estaca
algún gallito de Marzo.

  

Versión de F. Ferrer Lerin