sábado, 11 de abril de 2015

ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ


 

Como hermana y hermano...

 

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...

En la quietud de la pradera hay una
blanca y radiosa claridad de luna,
y el paisaje nocturno es tan risueño
que con ser realidad parece sueño.
De pronto, en un recodo del camino,
oímos un cantar... parece el trino
de un ave nunca oída
un canto de otro mundo y de otra vida...
¿Oyes? -me dices- y a mi rostro juntas
tus pupilas preñadas de preguntas.
la dulce calma de la noche es tanta
que se escuchan latir los corazones.
Yo te digo: no temas, hay canciones
que no sabremos nunca quién las canta.

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...

Besado por el soplo de la brisa,
el estanque cercano se divisa...
Bañándose en las ondas hay un astro;
un cisne alarga el cuello lentamente
como blanca serpiente
que saliera de un huevo de alabastro...
Mientras miras el agua silenciosa,
como un vuelo fugaz de mariposa
sientes sobre la nuca el cosquilleo,
la pasajera onda de un deseo,
el espasmo sutil, el calor-frío,
de un beso ardiente, cual si fuera mío...
Alzas a mí tu rostro amedrentado
y trémula murmuras: ¿me has besado?...
Tu breve mano oprime
mi mano; y yo a tu oído: ¿sabes?, esos
besos nunca sabrás quién los imprime...
Acaso, ni siquiera si son besos...

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...

En un desfalleciente desvarío,
tu rostro apoyas en el pecho mío,
y sientes resbalar sobre tu frente
una lágrima ardiente...
Me clavas tus pupilas soñadoras
y tiernamente me preguntas: ¿lloras?
Secos están mis ojos... Hasta el fondo
puedes mirar en ellos... Pero advierte
que hay lágrimas nocturnas - te respondo-
que no sabremos nunca quién las vierte.

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...

 

LEOPOLDO LUGONES


 

Olas grises

 

Llueve en el mar con un murmullo lento.
La brisa gime tanto, que da pena.
El día es largo y triste. El elemento
duerme el sueño pesado de la arena.

Llueve. La lluvia lánguida trasciende
Su olor de flor helada y desabrida.
El día es largo y triste. Uno comprende
Que la muerte es así..., que así es la vida.

Sigue lloviendo. El día es triste y largo.
En el remoto gris se abisma el ser.
Llueve... Y uno quisiera, sin embargo,
Que no acabara nunca de llover.

 

 

 

MATSUO BASHO



 

Nunca de olvides
del gusto
del rocío

 

CARMEN CONDE


 

Ausencia del amante

 

He vuelto por el camino sin hierba.
Voy al río en busca de mi sombra.
Qué soledad sellada de luna fría.
Qué soledad de agua sin sirenas rojas.
Qué soledad de pinos ácidos errantes...
Voy a recoger mis ojos
abandonados en la orilla.

 

 

 

 

CARMELINA SOTO

 


Balada del recuerdo

 

Llueve una lluvia fácil... negligente.
Casi sin desazón. Casi sin ruido...
Y en un sitio del alma... en el olvido
los recuerdos me asaltan de repente.

Recuerdo cosas... cosas... todavía
como si todavía las viviera.
(Aquel amor que tanto me mintiera
acaso sin saber que me mentía).

Una ciudad tan buena como el trigo
surge de pronto en tierras desiguales.
Un calendario pulcro... sin señales.
(Voy por las calles de anteayer contigo).
Nuestras miradas con amor -sin dudas-
redescubrían cosas evidentes:
la tierra con sus árboles, las gentes,
nuestras manos vacías y desnudas.

La lluvia por las calles recorría
con el sol enredado en sus cristales.
-Noble ciudad de agudas catedrales
(Me cuentan que allí vives todavía).

Todo nos separaba y nos unía.
Un gesto, una canción, una mirada.
El amor era todo... y era nada...
y era eterno no más porque moría.

Y nadie puede sepultar sus muertos
tan verdaderamente sepultados
que no puedan volver, si recordados,
a los brazos amantes y desiertos.

Las horas no se pueden devolver
ni lo que en ellas fue pasión o grito.
(Aquí todo es igual porque está escrito
y ya no es cierto porque está en ayer).

Aquí todo es igual. Nada envejece
al margen de las horas sin fortuna.
El mismo grillo con la misma luna...
y todo como estaba permanece.

Y como en los recuerdos no varía,
el viento lleva aún sobre sus hombros
de aquella nube grande los escombros.
(Y nunca acaba de pasar el día).

Nuestros rostros se miran a través
de la lluvia o la luz recién nacida.
Aquí la muerte pasa inadvertida
bajo el verde implacable del ciprés.

Los rostros de este sitio no regresan
jamás al ejercicio cotidiano.
(Aquí mi mano vive entre tu mano.
Aquí los corazones no nos pesan).

Eres. Soy. Cuánta soledad en torno.
Aún vivo y vives. Sorprendente llama.
Viajamos bajo el sol. Sobre la grama.
(Aquí en el calendario no hay retorno).

 

 

 

ANA MERINO


 

Algunos susurros en la memoria...

 

Algunos susurros en la memoria
son voces familiares,
sonidos que decrecen
en cada latido.

Los labios se desfiguran
por un olvido que erosiona las imágenes
y hay olas que escarban
con uñas transparentes
golpeando el vientre de las rocas.

Y los veranos inmensos
son parte de barajas
que perdieron espadas y bastos
en batallas y meriendas.

Ni las tormentas son las mismas
ni los segundos desde el rayo
hasta el trueno diabólico.

Ni siquiera ya me impresiona
el universo de noche
al dar la vuelta a la manzana.

Y todo porque nos volvemos ajenos
con nuevas lluvias y horizontes,
con la consciencia de lo efímero
y la dulzura del ensimismamiento.

 

 

De "Preparativos para un viaje"