"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 29 de mayo de 2022
E. E. CUMMINGS
Llevo tu corazón conmigo
Llevo
tu corazón conmigo
lo llevo en mi corazón
nunca estoy sin él.
A donde quiera que voy vas tú mi amor;
Y donde aquello que hago yo sola
es gracias a tí, mi cielo.
No le temo al destino
ya que tu eres mi destino, cariño.
No quiero ningún mundo porque hermosa
tu eres mi mundo, mi bien.
Este es el secreto más profundo que nadie conoce…
Esta es la raíz de la raíz
y el brote del brote
y el cielo del cielo de un árbol llamado vida;
que crece mas alto de lo que el alma pueda esperar… o la mente ocultar
Es la maravilla que mantiene las estrellas separadas
Llevo tu corazón
lo llevo en mi corazón
Si
te gustan mis poemas, déjalos…
si
te gustan mis poemas, déjalos
caminar en el atardecer, un poco detrás de tí
entonces
la gente dirá
“A lo largo de esta senda vi pasar a una princesa
en ruta a encontrarse con su amante era
hacia el anochecer con sirvientes altos e ignorantes.”
Nota: Edward Estlin Cummings nombre del
poeta conocido como E. E. Cummings
PHILIP LEVINE
Una historia
Todo
el mundo adora las historias. Empecemos con una casa.
Podemos llenarla con prolijos dormitorios, y llenarlos
De cosas –mesas, sillas, alacenas, gavetas,
Cerradas para esconder camas pequeñas donde los niños alguna vez durmieron
O grandes cajones abiertos como bostezos para revelar
Prendas dobladas con precisión, lavadas hasta el desgaste,
Inmaculadas, viejas, y esperando ser usadas del todo.
Debería haber una cocina, y la cocina
Debería tener una estufa, quizás una grande de acero
Con un grueso tubo negro que desapareciera en el techo
Hasta alcanzar el cielo y despedir sus olores conjuntos.
Esto ha sido el centro de cualquier vida familiar
Que haya estado aquí, esto y el lavabo ahora amarillo
Alrededor de la rejilla donde el agua, sucia o pura,
Desaguó sin explicaciones, algo así como el punto
De esto, la historia prometida que tal vez entreguemos.
Sin duda alguna, una familia estuvo aquí. Ahora ves
el sendero trazado en el linóleo donde la madera,
el gris pino, muestra en ella.
Un padre estuvo aquí a la mitad de su vida
Para llamar a los cielos sobre el tejado que imaginó
Debían estar escuchando. Cuando nadie respondía
Puedes ver donde sus pasos vuelven una
Y otra vez, pese a que se le ha enseñado
A nunca suplicar. No es que la vida fuera especialmente cruel;
Tuvieron agua potable que bombearon primero,
una cocina que proveía calor, una madre que permanecía
en el lavabo a todas horas y miraba con nostalgia
a donde el bosque una vez retuvo el sonido
de osos pequeños –una familia también ellos- y las canciones
de aves que volaron lejos una vez en el bosque alrededor,
un árbol a la vez después de que los trabajadores llegaron
con jarros de café caliente. El lugar desgastado en el alfeizar
es donde la madre descansaba su cabeza mientras nadie veía,
esas dos crestas manchadas ahora eran asideros
donde se apoyaba, y nunca le fallaron.
¿Dónde está ahora? ¿Crees que tienes derecho
A saberlo todo? ¿Niños bastante pequeños
Para caber en las alacenas, bastante grandes para tener dormitorios
Para sí mismos y abandonarlos, el padre
Con la mano derecha levantada al cielo?
Si estas preguntas son muy personales, entonces dinos,
¿Dónde está ahora el bosque? Tiene que haber estado
Porque el continente estaba plagado de árboles.
Todos lo hemos leído en la escuela y sabemos que es cierto.
Todo lo que vemos son casas, filas y filas
De casas distantes para la visión, y donde ella se desvanece
Hacia la nada, en el nuevo mundo que nadie ha visto,
Debió haber más que polvo, partículas al viento
De la tierra quemante, la tierra que perdimos, y nada más que eso.
JOSÉ SANTOS CHOCANO
A un soñador
Para Leopoldo Cortés
¿Adónde
vas incauto y errabundo,
con los desnudos pies hollando abrojos?
Tu reino ¡oh, soñador! no es de este mundo;
¡alza del suelo los cobardes ojos!
¿Qué
te importa el clamor de torpe lucha
en que se agita la pasión humana?
El extraviado caminante escucha,
tendido en el desierto, el breve paso
con que lo adelantó la caravana.
¿Pero es que tú te retardaste acaso?
No:
tú te apartas, porque así lo quieres,
del rumbo señalado a tu destino:
tú eres dueño de ti. Bien sé que no eres
una piedra rodando en el camino.
Empedernido
soñador, ansías
ceñir a tu ideal la humana suerte;
y execras, como un joven Jeremías,
el dolor de las grandes tiranías
y la ley opresora del más fuerte…
Quisieras
estrechar entre tus brazos
al pueblo no domado en las peleas;
romper los yugos; desatar los lazos;
¡y hacer la comunión de las ideas,
repartiendo tu carne hecha pedazos!
¡Ay
de ti, soñador! Tu afán es grande,
pero inútil también. No es todavía
tiempo que el Sol de la justicia mande
un rayo redentor, a la sombría
prisión del pueblo. Tu presura es vana.
Romeo: no es la alondra, no es el día;
no es tiempo que abandones la ventana
en que te habla de amor la Poesía…
Ama,
busca un amor. Cántale el canto
del acendrado afán que te devora;
y así cual viertes generoso llanto
por el pueblo que sufre, amando llora…
¿Crees
acaso tú que el sacrificio
de tu sangriento Gólgota, redime
al pueblo, que te mancha con su vicio,
que corre desolado al precipicio
y que besa la mano que lo oprime?
Abandona
tu afán: deja el trabajo
de tu prédica santa en el desierto…
Mira hacia las alturas, no hacia abajo;
y si el llanto quizás tu vista empaña,
preferir debes la Oración del Huerto
al inútil Sermón de la Montaña!
¿Para
qué vas cual loco peregrino
buscando agravios que vengar? Tus quejas
befadas son: desanda tu camino;
no bregues con ejércitos de ovejas,
ni te encares con aspas de molino…
Un
día llegará. —¡Tardará el día!—
en que el vulgo cruel que te ha befado
reconozca en tu voz la profecía
y se contriste de no haberte amado.
¿Será arrepentimiento o ironía?
Sólo
cuando hayas muerto, el vulgo infame
apreciará tu vida. Hoy, entre tanto,
no esperes en tu sueño que te ame:
¿qué le importa tu amor, ni qué tu canto?
El en su orgía seguirá aturdido;
y ebrio, sin reparar en tu quebranto,
no te dará ni corazón, ni oído…
¡Vale
más, pues, morir! Joven y bello,
sacrifícate al ansia que te inspira;
busca en la muerte el póstumo destello
de la única gloria; dobla el cuello,
y que te decapiten con tu lira!
El
amor de los dioses te reclama.
Jóvenes mueren, en el canto griego,
los predilectos de los dioses. Ama;
que humo es la gloria y el amor es llama:
no hay gloria sin amor, ni humo sin fuego.
Ama,
pero no al vulgo: ama a los dioses.
Eres joven y bello. La fortuna
te aguardará en la tumba en que reposes…
Eres bello: tu sien luce serena
la palidez intacta de la luna,
bajo del nubarrón de tu melena.
Eres joven: tan joven como bello.
¿Por qué heroico la vida no te arrancas,
antes que en el negror de tu cabello
pinte la ancianidad sus rosas blancas?
Ya
sé: ¡triste es morir, con breve paso,
en plena juventud!…
¡Es
suerte impía
que el Sol se apague en la mitad del día,
cuando debe morir en el ocaso!
Vive,
sí; pero vive de otra suerte…
No más tus himnos ante el vulgo entones;
y hazte tuyo por fin, tranquilo, inerte,
hasta que sin sentirlo te abandones
al sueño perezoso de la muerte…
Alma
no comprendida y calumniada;
numen radiante en sublimado ensueño;
fe que bregara con altivo empeño,
serás tú la figura desgarrada
del héroe agonizante que, risueño,
fija en los cielos la postrer mirada…
Quijote
de la lira, sueña y calla,
ya que no encuentras eco en el abismo:
no enfiles tus estrofas en batalla;
consume tus ensueños en ti mismo…
Egoísta desde hoy, deja que el mundo
siga sin escucharte en su egoísmo:
sé desde hoy un escéptico profundo,
mudo ante la alabanza y el ultraje,
sordo al trueno de guerra que retumba,
austero como un árbol sin follaje,
frío como una lápida de tumbal…
Y
vive así, feliz, despreocupado
del vulgo que al abismo se derrumba,
si no quieres vivir ardiendo en ira
y morir, como un Dios, crucificado
contra el arco gigante de tu lira!
¡Una
cruz es el fin de tu aventura!
¡Don Quijote, que armado caballero
busca del bien las triunfadoras palmas,
sólo es la colosal caricatura
de Cristo, ese divino aventurero,
ese eterno Quijote de las almas!…
EMILIO ADOLFO WESTPHALEN
Un hombre se inclina sobre el cuerpo desnudo de una
mujer…
Un
hombre se inclina sobre el cuerpo desnudo de una mujer
Y lentamente extiende con la lengua sobre él
Un líquido rosado
El cuerpo queda todo húmedo brillante y encendido
Luego con los dientes hace aquí y allá
El signo el amor
Pequeños puntos blancos que adornan la piel oscura
La mujer cierra los ojos dilata las narices
A veces a pesar suyo un suspiro entreabre sus labios.
LECONTE DE LISLE
A un poeta muerto
Tus
ojos erraban, alterados por luz,
del color divino al contorno inmortal
y de carne viva al esplendor del cielo,
duerme en paz en la noche que sella tu párpado.
¿Ver,
entender, oler? Viento, humo y polvo.
¿Gustar? La copa de oro contiene sólo la hiel.
Así como un Dios lleno de aburrimiento que deja el altar,
vuelve y dispérsate en la materia inmensa.
Sobre
tu mudo sepulcro y tus huesos consumidos
qué otro vuelque o no las lágrimas acostumbradas,
qué tu siglo común te olvide o te renombre;
Te
envidio, en el fondo de la tumba tranquila y negra,
de ser liberado de vivir y no saber más,
de la vergüenza de pensar y el horror de ser un hombre.
Nota: Charles Marie René Leconte de Lisle,
nombre del poeta conocido como Leconte de Lisle.
NANCY BACELO
Tránsito de fuego
Yo
no sé de cenizas, sé de fuego.
No me conforman formas contraídas.
No sé tocar el frío, no lo puedo.
Ni sé vivir así, desposeída.
Quiero
atajar el aire, contraerlo.
Secar el viento que levanta cieno.
Mostrarte qué fragor el poseerlo,
Decirte por qué vivo, por qué peno.
Y me
miro las manos y me miro
Este ardor y esta llaga que se crecen.
Este dolor, y ya, ya no respiro,
Porque crezco de nuevo aunque me cesen.
