lunes, 28 de marzo de 2022


 

ALEJANDRO ROEMMERS

 

 

Momento blanco

 

 

Lúcida, entera, pura,
la inmensidad nevada.
Un arpa evanescente,
bajo el lienzo extendido
de las neblinas bajas…
Tómame, rodéame,
habítame blancura.
Inúndame grandeza.
Inocencia, abrázame.
Abrígame silencio
en blanco remolino.
Altura, despójame.
Absuélveme pureza,
impúlsame, sálvame.
Extraña liviandad.
Sobre tus alas libres
condúceme, poesía,
hacia el amor constante.
Llévame, transpórtame
angélica espesura,
hacia donde hay encuentro,
fulgor y epifanía.

 

 

RENÉ SEGURA

 

 

Para quien escribo

 

 

Escribo para mí
Porque esta es la única forma de poderme escuchar
Por encima de la voz interna que me atormenta.
Escribo para mí
Para no olvidar él porque escribo para mí
Y leer estos escritos que son mis nuevos enemigos.
Escribo para mí
Para recordar quien creo ser
Y sobre todo para escuchar un yo que le roba tiempo a su destrucción.

 

JULES LAFORGUE

 

  

Cisterna seca

 

 

Cobarde vi cómo el Arte partía, mi último dios;
ya no me estrecha lo Bello con su inmortal delirio,
siento que he perdido, pues con Él echó a volar
el éxtasis que aplaca a veces los viejos deseos.
Treinta siglos de hastío pesan en mi espalda
y concentran sobre mí su llanto y su culpa.
Nuestras manos olvidaron el trabajo que consuela.
No hay día en que no piense, miedoso, en la muerte.
Sordo a la ilusión de las multitudes,
me arrastro abatido hacia parajes lejanos,
todo acabó para mí, nada más espero.
¡Pero lates aún, deshecho corazón pobre!
¡Ah, si como antaño al menos lograra
el llorar que tanto bien hace a los niños!

 

 

MAROSA DI GIORGIO

 

  

Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto…

 

 

Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,
que fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos
en aquel tiempo.
Y en la cara tenía varias dentaduras, y lentes celestes como
el fuego.
Al pasar, por la tarde, parecía el ángel de la devoración con
pie punzó.
Mas, en realidad, amó la luz solar. Comía guindas, llevándose
una a cada boca.
Y sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre que llegaba
en la noche a buscar doncellas.
Y nunca la eligió.

 

 

 

LALO BARRUBIA

 

 

La mujer anarquista

 

 

este es un poema revolucionario
que la mujer anarquista se debía a sí misma
porque nunca antes
escribió poemas revolucionarios

ella viene de la clase obrera
y levanta su bandera por la libertad

a ella le gusta el sexo guarro
con gusto amargo en la boca
y que duela en las nalgas el día después
y los hombres de los que nunca podría enamorarse
porque si no no sería lo suficientemente guarro
y porque hay que vivir para contarlo

le gusta el vino barato
que pasa de mano en mano
bailando en la vereda
y los porros chiquititos que te ponen en onda
y sabe que con música de tambores remendados
se puede bailar también

pero también le gustan los vinos añejados
la carne asada en el punto exacto
los porros que te llenan el vientre de estrellitas
y los hombres inteligentes y sanos
que de todas las cosas parecen saber

hay muchas cosas que la mujer anarquista no sabe hacer
no sabe elegir el vino adecuado
y en los buenos restaurantes siempre pide el pescado
porque suena bien
no sabe exigir lo que le corresponde
y si lo hace es porque está muy enojada
y entonces nada sale bien

no sabe decir las cosas que piensa
y mucho menos decirlas en inglés
y el momento justo de decirlas
siempre lo encuentra después

pero sí sabe
escribir poemas revolucionarios
que los poetas no consideran poemas
y los revolucionarios no consideran revolucionarios

y tiene buen olfato para detectar
hombres inteligentes y guarros
de los que nunca podría enamorarse
porque hay que vivir después

  

Nota: Lalo Barrubia, seudónimo de María del Rosario González

 

 

 

BAUDILIO MONTOYA

 

 

Querella de pena y amor

 

 

Mira, que ya no resisto,
Escucha, es que ya no puedo
Y voy a parar la vida
para decir lo que siento,
Voy a contarle a las nubes
que pasan rayando el cielo,
Que te llamo, que te busco,
que te sigo y te deseo;
Voy a entregar estas voces
que descoyuntan mis huesos,
Para que sepan mañana
que te adoro, que te quiero.

¡Ah¡ si te asaltara un lirio,
Si te estrangulara el viento,
Si te robara esos ojos
tan hermosos, un lucero;
Si celebrara ese talle
tan bellamente trianero
El verso jamás oído
de algún poeta bohemio.

Mira, mira, aunque lo sepan,
Y aunque lo conozca el pueblo,
Como una sombra en silencio,
Voy a decir que te sigo
Que ya me estoy acabando,
Que ya me estoy consumiendo,
Ardiendo por tu cariño
como una brasa de cedro
Que iré por tí hasta la muerte,
Que no le temo al infierno,
Porque yo sé que en tu amor,
Tengo seguro mí cielo.

Mira, que lo entienda el mundo,
Que lo sepa el universo,
Y que conozcan las gentes,
Y el sol, y el agua y el viento
Que sobre todas las cosas,
Te quiero mucho… te quiero…