lunes, 19 de agosto de 2013

ENRIQUETA OCHOA




Entre la soledad ruidosa de las gentes
para Wenceslao Rodríguez 



Busco un hombre y no sé si sea para amarlo
o para castrarlo con mi angustia.
Tengo hambre de ser
y me siento frente a la ventana
a masticar estrellas
para que este dolor de estómago sea cierto.
La verdad es que duele en los nervios
todo el cuerpo, esta noche, hasta los tuétanos.

En la casa contigua
grita una mujer las glorias de la Biblia
y no conoce a Dios.
Su voz huele a vinagre, a aceite de ricino,
y Dios no huele a eso.
Entre mil olores reconocería el suyo.
Algo que no digiero me ha hecho daño esta tarde.

He visto a otros más humildes que yo.
No quiero reconocerme en ellos.
De tanto huir se me han caído las palabras
hasta el fondo del miedo:
no salen, rebotan dentro como canicas, suenan sordas.
Sin querer, me doy cuenta que me he quedado en la ruina.
Me falta lo mejor antes de irme: el Amor.
Y es tarde para alcanzarlo,
y me resulta falso decir:
—Señor, apóyame en tu corazón
que tengo ganas de morir madura.
Nadie madura sin el fruto.
El fruto es lo vivido y no lo tengo:
lo busco ya tarde,
entre la soledad ruidosa de las gentes
o en el amor que intento, y doy, y espero,
y que no llega.





De “El retorno de Electra”

ELSA CROSS



III. Palabras



Nombre


Danza sin cuerpo.
Un movimiento nace del vacío,
un sonido
               del silencio.
Del sonido tu nombre,
que a una inflexión se irisa
                        –cola de pavorreal–,
cae en cascada,
se duerme sobre mi hombro
                                             –tórtola.

Tú respondes por el silencio.
Reduces al vacío
                           el pensamiento,
y allí donde arrasaste toda imagen
tu nombre se renueva



ANTONIO COLINAS




Nocturno


Duermes como la noche duerme:
con silencio y con estrellas.
Y con sombras también.
Como los montes sienten el peso de la noche,
así hoy sientes tú esos pesares
que el tiempo nos depara:
suavemente y en paz. 

Te han llovido las sombras,
pero estás aquí, abrazando en la almohada
(en negra noche)
toda la luz del mundo.
Yo pienso que la noche, como la vida, oculta
miserias y terrores,
más tú duermes a salvo,
pues en el pecho llevas una hoguera de oro:
la del amor que enciende más amor. 

Gracias a él aún crecerá en el mundo
el bosque de lo manso
y seguirán girando los planetas
despacio, muy despacio, encima de tus ojos,
produciendo esa música
que en tu rostros disuelve la idea del dolor,
cada dolor del mundo. 

Reposas en lo blanco
como en lo blanco cae en paz la nieve,
duermes como la noche duerme
en el rostro sereno de esa niña
que todavía ignora
aquel dolor que habrá de recibir
cuando sea mujer. 

Otra noche,
la nieve de tu piel y de tu vida
reposan milagrosamente al lado
de un resplandor de llamas,
del amor que se enciende en más amor.
El que te salvará.
El que nos salvará.





RAFAEL CADENAS





Fragmentos



6

Un canto oscuro estremece la paz de la madera.




JORGE CUESTA




Paraíso encontrado



Piedad no pide si la muerte habita
y en las tinieblas insensibles yace
la inteligencia lívida, que nace
sólo en la carne estéril y marchita.

En el otro orbe en que el placer gravita,
dicha tenga la vida y que la enlace,
y de ella enamorada que rehace
el sueño en que la muerte azul medita.

Sólo la sombra sueña, y su desierto,
que los hielos recubren y protejan,
es el edén que acoge al cuerpo muerto

después de que las águilas lo dejan.
Que ambos tienen la vida sustentada,
el ser, en gozo, y el placer, en nada.




PALOMA PALAO




Escribirán mi nombre en un libro...

                                                                           A mi hermano,
                                  cuyo apoyo y ayuda me mantienen



Escribirán mi nombre en un libro
de nombres apretados, y referencia ,
breve harán del tiempo que pasé ",
vivida.
               Tendré, a lo sumo,
quince páginas en una antología.
Algún niño recitará de carrerilla:
Nacida en Madrid en el 44, perteneció
a la generación perdida, no tuvo
guerra a la que le sujetaran,
ni amo, ni dueño, ni posición torcida.
Descubrió su vocación
muy niña, presentándose a todas
las oposiciones convocadas,
a la cátedra vacante del amor, retirándose
la víspera a un rincón, con su perro
-aún no nacido-, a acunar sus arrugas,
a repasar el índice de materias
-nunca demasiado sabidas-: los celos
el dolor, la comida.
                                         No quiso
saber más que de lo suyo. De fe
arraigada en ese punto
muerto de la angustia, no quiso
comulgar con- ruedas de molino,
ni tener hijos con ruedas de molinos...
Hasta que un día... Tuvo el valor
de recogerse el pelo y andar
más deprisa y subirse a la boca
una mentira.
                           Y todo fue ya
póstumo... Desde ese día.

De "El gato junto al agua"