miércoles, 15 de julio de 2015

JULIÁN DEL CASAL


 

6. Prometeo


Bajo el dosel de gigantesca roca
yace el Titán, cual Cristo en el Calvario,
marmóreo, indiferente y solitario,
sin que brote el gemido de su boca.

Su pie desnudo en el peñasco toca
donde agoniza un buitre sanguinario
que ni atrae su ojo visionario
ni compasión en su ánimo provoca.

Escuchando el hervor de las espumas
que se deshacen en las altas peñas,
ve de su redención luces extrañas,

junto a otro buitre de nevadas plumas,
negras pupilas y uñas marfileñas
que ha extinguido la sed en sus entrañas

 

De "Mi museo ideal"

 

SALVADOR DÍAZ MIRÓN


 

El arroyo


No descansas jamás... y alegre y puro,
murmurador y manso,
corriendo vas sobre tu cauce duro...
¡Yo también como tú corro y murmuro,
yo también como tú jamás descanso!
¡Yo camino al vaivén de mis dolores,
tú con ala de céfiro caminas,
tú feliz más que yo, por entre flores,
yo helado más que tú, por entre espinas!
Tú pasas como sombra por el suelo,
siempre en eterno viaje;
vas a la mar con incesante anhelo,
vienes del cielo en volador celaje
y en un rayo de sol vuelves al cielo.
¡Yo voy... ¿dónde? No sé... voy arrastrando
mi fe perdida y mi esperanza trunca,
sombra de un alma entre la luz temblando
y sin poder iluminarse nunca!
Tú cumples con pasar... Yo, si te imito,
no cumplo con vivir... por eso lloro,
y en el infierno de mi afán me agito
cuando ilumina con visiones de oro
las sombras de mi lecho, el infinito.
¡En mi delirio ardiente
sueño a mis pies el pedestal: la gloria
me envuelve con su luz, y mi alma siente
el fuego del aplauso en la memoria
y la frialdad del túmulo en la frente!
¡Y luego, al despertar de mi locura,
al volver de mi ardiente desvarío,
desesperado en realidad oscura
y agonizante de dolor, me río!

Mas ¿qué importa? Sigamos, arroyuelo;
el aura guarda para ti su anhelo
si la borrasca en mi cerebro zumba...
¡Tú eres surco de cielo
y yo surco de tumba!
¡A veces me imagino que en tu arrullo
la voz de un ángel invisible canta;
a veces me imagino que en mi orgullo
la eternidad del genio se levanta!
Delirios, ilusión de mis querellas,
el último eco morirá en mi lira.
¡Yo paso como tú, fingiendo estrellas,
átomo pensador que a todo aspira!
Nacer, pensar, morir. ¡Oh suerte! ¡Oh suerte!
¡Para qué tanto afán, si en ese abismo
de tinieblas polares, en la muerte,
se ha de abismar el pensamiento mismo!
¡Nacer, pensar, morir! ¡Y en la existencia
divinizada la impotente duda,
y en el labio entreabierto de la ciencia
una palabra muda!

¡Oh gentil arroyuelo cristalino!
Quisiera, en tu camino,
ser una flor abandonada y sola;
rambla de arena en tu brillante cauce,
sombra de un cisne, atravesar en tu ola,
o en tu orilla temblar, sombra de un sauce;
y0 quisiera ser tu brisa lisonjera,
ser no más una gota de tu lodo,
un eco de tu voz... porque quisiera,
menos alma que piensa, serlo todo!


 

 

DELMIRA AGUSTINI




Fiera de amor, yo sufro hambre de corazones...

 

Fiera de amor, yo sufro hambre de corazones
de palomos, de buitres, de corzos o leones,
no hay manjar que más tiente, no hay más grato sabor,
había ya estragado mis garras y mi instinto,
cuando erguida en la casi ultratierra de un plinto,
me deslumbró una estatua de antiguo emperador.

Y crecí de entusiasmo; por el tronco de piedra
ascendió mi deseo como fulmínea hiedra
hasta el pecho, nutrido en nieve al parecer;
y clamé al imposible corazón... la escultura
su gloria custodiaba serenísima y pura,
con la frente en Mañana y la planta en Ayer.

Perenne mi deseo, en el tronco de piedra
ha quedado prendido como sangrienta hiedra;
y desde entonces muerdo soñando un corazón
de estatua, presa suma para mi garra bella;
no es ni carne ni mármol: una pasta de estrella
sin sangre, sin calor y sin palpitación...

¡Con la esencia de una sobrehumana pasión!

 

 

 

MANUEL F. MESA SECO




Recodo

 

Por las dolientes aguas de este río
pasan ruinas y mueren transparencias.
Un poco de mi muerte y mi existencia
y el claro y turbio tiempo que fue mío.

Van cristales llorando en lo sombrío.
Calcinada la voz en tanta ausencia.
Pasan vuelos, cenizas y querencias
y una luz en profundo desvarío.

Brillan himnos lejanos y victorias,
fragancias de galope y de estrellas
y el cielo que brotaba en la honda noria.

Pasan lágrimas, besos y querellas.
La vida que se apaga, transitoria
por las oscuras aguas que eran bellas.

 

JOSÉ MARÍA HINOJOSA




Cuando nos miramos

 
Mi cabeza inclinada sobre el aire
miraba su cabeza hecha amor por mis ojos
cuando de sus cabellos
saltaban las abejas para dejar su miel
en los labios resecos y sin esperanzas
en los labios hundidos bajo las palabras
llenas de amor y sangre.

Nuestras cabezas acaban por perderse
envueltas en las nubes
la mía inclinada sobre el aire
la suya hecha amor por mis ojos.

 

PAZ MOLINA




Conocer

 
 
Conocer
ese hilo que se corta
en el límite de lo invisible
como un cabello de ángel
o el bufido de un potro salvaje.
Todos mis intentos se detienen en la orilla
vagamente ilusos y siempre devotos.
Con un temblor de conciencia
acudo al llamamiento de lo porvenir
apenas se gesta el diálogo entre luz y sombra.

Soy perfectamente sorda
y completamente muda ;
se pronuncian sin embargo,
mis intenciones como lámparas.
Quisiera escurrir el bulto a la certeza
de una ignorancia que no cabe en el universo.

Tantos pañuelos , tantas narices húmedas
para la desolación y el velo rasgado.
Aguardarte sabiduría, como si fueras abuela
ausente desde la niñez y posiblemente muerta.

Conocer, coger el hilo
quedar prisionera de lo invisible
aprendiendo la forma diversa
la especie y el signo de lo ajeno
ese resplandor que se acerca
reptando sobre su vientre
y amenazando orígenes.

Incoherencia
catástrofe qie ignora su nombre
cegada por la veleidad de su espejo
y la fatuidad del hombre-araña.

Y ese afán por permanecer
colgando de las ideas
a cualquier precio.
Trapecista lánguido.