lunes, 24 de agosto de 2020


AMIRI BARAKA




Kaba



‘Una ventana cerrada mira hacia abajo
en un patio sucio, y los negros
llamar a través o gritar a través o caminar a través de
la física que desafían en la corriente de su voluntad.

Nuestro mundo está lleno de sonido
Nuestro mundo es más preciosa que nadie es
aunque sufrimos, y matamos unos a otros
y, a veces capaces de caminar por el aire.

Somos gente linda
con la imaginación africanos
llenos de máscaras y bailes y cantos de hinchamiento
con ojos africanos, y la nariz, y los brazos
aunque nos expansión de las cadenas de grises en un lugar
lleno de inviernos, cuando lo que queremos es sol.

Hemos sido capturado,
y que la mano de obra para hacer que nuestra escapada, en
la imagen antigua; en una nueva

correspondencia con nosotros mismos
y nuestra familia Negro. Necesitamos magia
ahora necesitamos los hechizos, para levantar
el retorno, destruir y crear. ¿Cuál será


la palabra sagrada?

MARÍA NICOLASA DE HELGUERO Y ALVARADO




La esposa en la ausencia de su amado



¡Infausta noche oscura
en que mi amable Esposo se ha ausentado!

Por gozar su hermosura
dejaré patria, casa y pueblo amado;
herida de su amor salgo a buscarle,
y no he de descansar hasta encontrarle.

Como divina esencia
estás presente; poderoso, en todo;
pero vuestra clemencia
suspendéis, ¡oh, Señor!, y de tal modo,
que celoso de mí, Dueño querido,
para probar mi fe te has escondido.

Cual el ligero ciervo
huiste de mi vista presuroso,
y del tormento acerbo
mi pecho siente el golpe riguroso.

Más me esfuerza el amor, Dueño Divino,
y no temo los riesgos del camino.

Este desierto triste,
donde faltan de flores las alfombras,
y solamente existe
el horror pavoroso de las sombras,
a los ayes que doy, ¡dolor terrible!,
parece se conmueve, aunque insensible.

No estorbes, alto monte,
los pasos de esta amante peregrina
que deja tu horizonte
y a buscar a su Esposo se encamina.

¿Y cuándo encontrará mi fiel afecto
a mi Bien, a mi Luz, a mi Dilecto?

¿Si oyendo los balidos
de sus ovejas, a quien tanto ama,
estará en los ejidos,
pisando de los campos verde grama?

¿O en las altas nevadas serranías
compadecido de las ansias mías?

¿Si en sencillas aldeas,
fuerza de las ciudades y bullicio,
donde en tantas tareas
el útil labrador cumple su oficio?

Allí podré encontrar mi Rey augusto,
que fija en la humildad su trono y gusto.

Zagalas que en apriscos
cuidadosas guardáis vuestro ganado:
pastores que estos riscos
tantas veces habéis atravesado,

¿habéis visto al más bello peregrino,
que siendo humano tiene ser divino?

Verde prado frondoso,
matizado con tanta margarita,
¿descansó en ti mi esposo,
cuyo inmenso poder no se limita,
del Padre resplandor puro, brillante,
que antes fue que el lucero, y es mi amante?

Fresca, agradecida fuente,
que aumentas de estos valles la hermosura,
detén a tu corriente
y de mi pecho templa la amargura;
formando el cristal brillante espejo
en el que de mi bien vea el bosquejo.

¡Oh memoria!, ¡oh memoria!,
no aumentes con recuerdos mi tristeza;
me falta aquella gloria
que el Amado me daba con fineza;
dichosa con su vista descansaba,
y su aliento divino me animaba.

Apreciable tesoro,
precioso, eterno, bello y exquisito,
al rendido adoro,
por ser prenda de Vos, Dios infinito:
mis ojos no te ven, te has ocultado,
mas en ti el corazón tengo fijado.

A la tórtola amante
que en rama seca triste está gimiendo,
pero fiel y constante
desvíos de su Amado padeciendo,
excedo en el dolor, estoy herida,
y ausente de mi bien, pierdo la vida.

Las bellísimas aves
que alegres cantan al rasgar la aurora,
dejen músicas suaves,
suspendan la armonía por ahora
que el increado sol que vi en Oriente
ha escondido su luz resplandeciente.

Vuele el céfiro blando,
llegue veloz a darme algún recreo,
y del que estoy buscando,
a quien amo, a quien sirvo, a quien deso,
toque con suavidad las tiernas huellas
que el Amado estampó con plantas bellas.

¿Adónde entre las flores
sosegará mi Bien la meridiana,
gozando sus amores
el candor puro de la azucena ufana?
Mi Dueño, ¿adónde estás, adónde moras?
De tu ausencia, Señor, cuento las horas.

Todas las criaturas,
a quien disteis el ser, Rey soberano,
y son diestras hechuras
de vuestra liberal divina mano,
aunque unidas concurran a aliviarme,
no es posible que puedan consolarme.

La tempestad terrible
acrecienta las sombras dominantes,
el rasgo más temible
amenaza a mi vida por instantes;
el iris aparezca de bonanza,
pues en él solo tengo mi esperanza.

¿Cuándo aquel verde ramo
la paloma traerá de sacra oliva,
y el Dueño a quien yo amo
aliento me dará para que viva?

Ven, mi Bien; ven, Señor, y sea luego,
y cesará el diluvio en que me anego.

Romperé las fronteras,
surcaré ansiosa procelosos mares;
con quejas lastimeras
penetraré las fuerzas militares:
circundaré la tierra, siempre estable,
que me esfuerza un amor que es admirable.

Llorosa doy las señas
del bien Amado, cuando así padezco;
en poblados y en breñas
pregunto por la luz de que carezco.

Como no me responden, se acrecienta
el poderoso amor que me atormenta.

Oí la voz del Dueño,
cuyos ecos mi pecho liquidaron.

Llamé y con gran ceño
los guardias me siguieron y ultrajaron;
las del muro, aumentando mis asombros,
el palio me quitaron de los hombros.

De Sión nobles hijas
que habitáis en su centro venturosas,
a mis penas prolijas
mitigad con noticias amorosas.

¿Habéis visto en Salen mi Esposo amado,
rubio, perfecto, blanco y encarnado?

Sus labios agraciados
derraman suavemente la dulzura;
son bienaventurados
los que dichosos gozan su hermosura:
camina vencedor, y va con palma,
llevando en pos de sí toda mi alma.

Penetró mi fiel pecho
tu saeta sutil, dueño adorable,
y habiendo el tiro hecho,
te alejaste de mí, bien inefable.

Desfallezco, Señor, muero de amores;
las manzanas me cerquen, y las flores.

Vuelve, vuelve a los lazos
que finamente fuertes aprisionan:
descansa entre mis brazos,
si deliquios amantes te enamoran:
cesen iras, aparta los enojos,
vuelve a mirarme, vuelve a mí tus ojos.



RANDALL JARRELL




Refugiados



En el gastado tren no hay asiento vacante.
Los niños dentro de la mascara rasgada
Tendidos imperturbables en el desierto
Del destrozado compartimiento ¿Es la calma de ellos extravagante?
Tienen caras y vidas como vos¿ Qué es lo que los poseyó
Para que tuvieran voluntad para unirse por esto?
La seca sangre centellea a lo largo de la mascara
Que ayer poseía
Un país más agradable que éste.
¿Lo tuvo? Toda la noche en el interior del gastado
Tren que se mueve silenciosamente, los rostros están vacíos.
¿Alguno de ellos habrá encontrado el costo extravagante?
¿Cómo pudieron? Dieron lo que poseían
Aquí todas las bolsas de dinero están vacantes.
¿Y, además, qué podrá satisfacer estas extravagantes
Lagrimas y deseos del Niño?
¿Es obligatorio aceptar la anulación de su terrible mascara
En los días y rostros y en las vidas que ellos derrochan?
Qué otra cosa es sus vidas excepto un viaje a la vacía
Satisfacción de la muerte? Y la máscara
Que ellos vistan esta noche continuara sus derrochados
Ensayos de Muertes. Es realmente extravagante
Leer en sus caras ¿Qué los poseyó
Para que no fueran involuntarios a unirse para esto?


IBN SARA AL-SANTARINI




El membrillo



No hay nada en el membrillo
con que apoyar malos augurios,
no tengas miedo de él.
Mirando el anagrama de sus letras
leo: “Se ha disipado la tristeza”.
Y no digo:
“¡Qué grande es la desgracia de partir!”
O: “Por su causa han sobrevenido
graves calamidades”.

JOSÉ BERGAMÍN GUTIÉRREZ





La sombra y la muerte (I)

Ya con la sombra me asombra
Lope de Vega



Pienso que sigue al eco prolongado
del mar, en su sonora voz oscura,
«aquella voluntad honesta y pura»,
lumbre que enciende mi ámbito callado.

De luz y no de sombra estoy cercado,
como la noche; mi pasión apura
la tiniebla sutil que me procura
vivir de claridades rodeado.

Padezco por anhelo de ese fuego
que, invisible, me abrasa y no me prende,
volviéndome esqueleto, espectro, escombro.

Ni sombra soy cuando a mirarme llego;
pues cuando en tal figura me trasciende
mi sombra no es mi sombra que es mi asombro.


JOSÉ CORREDOR MATHEOS




Me gusta caminar…



ME gusta caminar
sin compañía,
descubrir en los árboles
la semilla del fuego,
ver crecer los arbustos
con su ritmo tranquilo
y sentir cómo a todo
lo ilumina
la misma única muerte
que me ilumina a mí.