lunes, 27 de enero de 2025


 

MONTSERRAT FERNÁNDEZ

 



 

en el número veintinueve bis
donde se sonrojaban los años y el botones
me comía unas galletas de sal
unas horas volcadas unas horas a veces
unas mismas horas unas horas yo sola

unas horas de lana

pero si tú venías si tú silbabas
las palomas auguraban la arena
tiernamente callada
gorgojosamente azul

me mordía las puntas del pelo y de los días
de espaldas a cualquier polluelo o llave
sin importarme la veloz esquina
que arramblaba la luna de lo oscuro
y las aceras se volvían lilas

entonces tú tirabas de mis pies
me hablabas por detrás de algún sonido
el timbre de alguna fábrica cerca
o el dibujo de algún niño en el aire

de vuelta en la estación sacaba del bolso una galleta
distraída

 

 

 

 

De: “Duerme sobre mi espinazo”

 

 

CRISTINA PERI ROSSI

 

 


Final del verano



Lenta la noche se desliza
cambia el rosa por el ocre
y un filamento de luna pende
sostenido por un par de nubes
celestes
que se deslizan
como bailarinas en una pista de barniz.
La noche se demora
gana espacios lentamente
cubre el cielo
incierta vacilante
sin saber qué hacer con los humanos
esas hormigas díscolas
que antes de guardarse
querrían soñar un poco
cumplir algún deseo.

 

 

De: “Fata Morgana”

 

KRISTÍN DIMITROVA

 

 

 

Frente a la tiendecita del barrio 



Al anochecer frente a la tiendecita del barrio

con una cerveza en la mano, dos de ellos llevan conjuntos deportivos,

uno trae puesto un pantalón corto y dos más

visten de traje, sus sacos echados

sobre el hombro, como presa trivial del día.

Están sin afeitar. Los pelos atraviesan afables

la pulida apariencia de oficinista y devuelven

los rostros a la jungla.

Están hablando de fútbol, de política,

nada importante.

Ríen, socorren a sus palabras con las manos.

El silencio se despeja con sus gestos, el crepúsculo

se ha arrastrado hasta la tiendecita,

pero aún se oculta en las sombras, extingue

desde lejos su letrero de neón.

Los tilos exhalan el calor sofocante.

La chica está apoyada sobre los codos en el mostrador,

llena alguno que otro vaso y lo entrega.

Está distraída. Es invisible. Un silencio imperceptible

entre el grupo. Sin embargo, de cuando en cuando

ella se ríe de algún chiste

y por los ojos de los cinco

pasan antorchas. Es verano.

Cada quien se apresura a olvidar eso

que recordará para siempre.

 

De: “En una de las paradas del tiempo”

Versión de Reynol Pérez Vázquez.

PAULA ARBONA

 

  

 

Lo raro es vivir



Lo normal es agrietarse
como catedrales
que no se han movido,
que sólo han visto
su reflejo en los charcos.
Lo normal es
partirse los labios
por la falta de amor,
por la falta de agua
de un amor vacío.
Lo normal es morir,
vivir en una constante
putrefacción.
Mi corazón
no puede morir,
sangra
pero no se agrieta,
asoma la cabeza
en la lluvia.
Mi corazón
es la cosa rara.

 

 

BEATRIZ FERNÁNDEZ DE SEVILLA

 

 

 


 

La isla de Gloria 

He creado una isla,

una isla sola en medio de un Atlántico propio

donde naufrago intencionadamente

los días de laxitud tras cada guerra.

He creado una isla

de apacible desorden, de rebeldía controlada

donde espero las tormentas que me llegan

y los vientos del norte que me extrañan.

 

A veces sueño que buscas mi isla

palpando en silencio el dique de los puertos.

De océano en océano.

De playa a playa solitaria y quieta.

 

De: “Paraísos domésticos”

 

THOM GUNN

 

  

 

Pensar el caracol



El caracol avanza a empujones
por una noche verde, pues la hierba
está cargada de agua y pone trabas
a la brillante senda que da forma,
donde la lluvia ha oscurecido
la tierra oscura.
Se desplaza en un bosque del deseo,

moviendo apenas las antenas ocres
cuando caza. No sé decir
qué fuerza le espolea a su labor,
sin saber nada, ahí empapado a posta.
¿Cómo entender la furia
del caracol? Lo único
que pienso es que si luego

no hubiera separado la hojarasca
sobre el túnel ni hubiera visto
el reguero delgado
de baba blanca y quebradiza,
no habría imaginado nunca
una pasión tan lenta
para este lánguido progreso.