"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 17 de diciembre de 2018
JUAN SANCHÉZ PELAEZ
Diálogo y recuerdo
Este apasionante encuentro con la doncella subterránea
No fue ovacionado con trompetas de corales.
Encumbrado a ti,
¿El relámpago de mi respiración?
¿El vuelo marítimo de un cisne o un zamuro?
¿Qué signo mío Te iba a despertar?
¿Los buscadores de oro?
¿La campana salobre mecida por el huracán?
Dejadme la pureza del estío y el canto del manantial
sobre los pinos en una hora alta
de paz y alegría.
Huérfano, y sin trompeta, y la mujer que abre su entrecejo
y es una potestad engañosa y el día que es una nube
efímera, y tú que vienes en el Fasto, Es lo natural,
Simplemente reposas o desvarías.
Desde el instante mío:
El que tañe en la raíz del húmedo fósforo
El de pulposo corazón, El que dilapida con
Ojos de ironía la escritura visible,
El de la parodia chirle, El de batir las
palmas, El supliciado, El que huye y tropieza
Con la máscara y el atavío,
El que amaina en la médula,
ARLETTE LUÉVANO
A veces
tu risa
desafía
ese umbral que nos separa
llena
las habitaciones
se
sobrepone a mi propia memoria
Si tu
risa fuera
la
anunciación de tu visita
el
heraldo de tu persistencia
si
fueran
estas
palabras algo distinto
a la
dolencia que me embarga
a la
queja inútil
al
sinsentido
ERICK AGUIRRE
Nunca estuve ahí,
donde siempre me quisieron.
Aunque corrí junto a ellos
y cubrí sus espaldas
mientras huían del fuego;
aunque muchas veces fui salvado
por el espíritu alerta
de tantos buenos compañeros,
o por el pecho generoso
de un robusto camarada
interponiéndose entre el mío
y la bala que venía a herirme;
aunque sudé con ellos,
sufrí con ellos, reí con ellos;
aunque nuestras lágrimas
abrieron surcos
y se unieron al torrente salado,
incontenible,
de los amigos muertos;
aunque todos ellos
me llamaran por mi nombre,
repitiéndolo y repitiéndolo,
diciendo sé valiente,
sabemos que nunca le has temido,
que siempre la has retado,
que la has tenido cerca
y la has dejado huir ruborizada,
avergonzada de nosotros,
de nuestras viejas cruces de madera
roídas por el tiempo,
de nuestros cuerpos descompuestos,
agujereados, decapitados,
maniatados por la espalda
a la orilla de los caminos
o en nuestras fosas comunes
o nuestras tumbas clandestinas;
aunque tanto me tentara
volver a oír sus risas, sus canciones
sus cuentos de borrachos
en las horas del descanso;
jamás les hice caso. Me negué
porque siempre estuve bien seguro
de que nunca estuve ahí,
donde siempre quisieron que muriera.
TANIA CARRERA
Horizonte
I
Inmóvil
sobre la rama,
una
urraca se incendia
en el
atardecer.
La miro
desde lejos
y le
doy la espalda al sol.
Ella no
sabe que en sus plumas
se
quema todo lo que busca.
Su
ambición le lame el cuerpo,
y ella
se va despintando
conforme
acaba la tarde.
II
Sólo la
intuición delinea su figura.
Tal vez
lo que miro sean:
sus
garras como ganchos
en la
rama,
o su
rostro de carbón,
tal vez
los ojos que nacen en la noche.
No lo
sé. Y sé
que
pronto será una ráfaga de oscuridad,
el
murciélago
hará
temblar la rama.
CATALINA GONZÁLEZ RESTREPO
Esplendor
Hace
siete años, a esta hora,
llegaba
tarde a mi boda.
Como
una lluvia repentina en la ciudad
temo
que mi amante muera entre mis brazos.
El amor
no tiene futuro,
mañana
endureceremos la inocencia,
aprenderemos
la dulce ironía.
Serviremos
al rey y al bufón.
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