lunes, 17 de diciembre de 2018

ERICK AGUIRRE




Deserción



Nunca estuve ahí,
donde siempre me quisieron.
Aunque corrí junto a ellos
y cubrí sus espaldas
mientras huían del fuego;
aunque muchas veces fui salvado
por el espíritu alerta
de tantos buenos compañeros,
o por el pecho generoso
de un robusto camarada
interponiéndose entre el mío
y la bala que venía a herirme;
aunque sudé con ellos,
sufrí con ellos, reí con ellos;
aunque nuestras lágrimas
abrieron surcos
y se unieron al torrente salado,
incontenible,
de los amigos muertos;
aunque todos ellos
me llamaran por mi nombre,
repitiéndolo y repitiéndolo,
diciendo sé valiente,
sabemos que nunca le has temido,
que siempre la has retado,
que la has tenido cerca
y la has dejado huir ruborizada,
avergonzada de nosotros,
de nuestras viejas cruces de madera
roídas por el tiempo,
de nuestros cuerpos descompuestos,
agujereados, decapitados,
maniatados por la espalda
a la orilla de los caminos
o en nuestras fosas comunes
o nuestras tumbas clandestinas;
aunque tanto me tentara
volver a oír sus risas, sus canciones
sus cuentos de borrachos
en las horas del descanso;
jamás les hice caso. Me negué
porque siempre estuve bien seguro
de que nunca estuve ahí,
donde siempre quisieron que muriera.


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