lunes, 14 de mayo de 2018


ALDO CALDERON




El pequeño cerro de mi ciudad



Subí al pequeño cerro de mi ciudad
que queda al costado de donde habito
el cerro mira a la desembocadura
Nací en el llano
en realidad bajo el nivel del mar
pero mi vida era de horizontes urbanos y de puro siglo XX
y un buen día pasé a vivir en la loma del cerro
la que no ve a los brujos
pero que está atento a sus días
la que no escucha los trenes
y eso que vengo del costado de la línea
Las líneas ahora están en la carretera, en el puente de novecientos y tantos metros
que siempre redondeo ante mis amigos
redondeo casi todos, hasta los poemas



PERE GIMFERRER


  


Cascabeles



Aquí, en Montreux,
rosetón de los ópalos lacustres,
hace cincuenta años pergeñaba Hoyos y Vinent
la alucinante historia de lady Rebeca Wintergay.
Eran sin duda tiempos
-belle époque- más festivos, con la vivacidad burbujeante
de quien se sabe efímero -atronaban
los cañones del káiser la milenaria Europa, nunca el azul
      de Prusia
fue tan siniestro en caballete alguno-.
Rubicunda y nostálgica,
núbil walkiria de casino y pérgola,
la Gran Guerra ascendía, flameantes al viento
las barbas dionisíacas de Federico Nietzsche.
Tiempos de confusión, Dios nos asista, un hálito
estrangulaba los quinqués, ajaba
premonitoriamente las magnolias.
Algo nacía, bronco, incivil, díscolo,
más allá de los espejos nacarados,
del tango, las anémonas,
los hombros, el champán, la carne nívea,
la cabellera áurea, el armiño,
los senos de alabastro, la azulada
raicilla de las manos marfileñas,
el repique, la esquila -¡tan bucólica!-
en el prado del beso y la sombrilla.
Merecían vivir, quién lo duda, los tilos
donde el amor izaba sus corceles,
los salones del láudano y porcelana chinesca
aromados por el kif de Montenegro.
Una canción de ensortijados bucles,
una sedeña súplica llegaba
de las postales vagamente mitológicas,
nebulosamente impúdicas, de los rosados angelotes
-púrpura y escayola, rolliza nalga al aire-
que presidían los epitalamios.
Maceración de lirios, el antiguo gran mundo
paseaba sus últimas carrozas
por los estanques que invadía el légamo.
Y en el aire flotaba ya un olor a velones, a cilicios,
a penitenciales ceras, a mea culpa,
a reivindicaciones
de inalienable condición humana.
Yo, de vivir, Hoyos y Vinent, vivo,
paladín de los últimos torneos,
rompería, rompió la última lanza,
rosa inmolada al parque de los ciervos,
quemaría, quemó las palabras postreras
restituyendo el mundo antiguo, imagen
consagrada a la noria del futuro,
pirueta final de aquella mascarada
precipitada ya sobre el vacío.
Yo, de vivir, Hoyos y Vinent, vivo,
tanto daríaInos, creedme,
para que nada se alterase, para
que el antiguo gran mundo prosiguiese su baile de
                                                                  galante armonía,
para siempre girando, llama y canción, girando
cada vez más, creedme, tanto diéramos,
hasta el vértigo girando, Hoyos y Vinent, yo,
aún más rápido, siempre, tanto porque aquel mundo
no pereciese nunca, porque el gran carnaval
permaneciese, polisón, botines,
para siempre girando, cascabel suspendido
en la nupcial farándula del sueño.


JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALAN





Canción



No piense nunca el lloroso
que este cantar dolorido
es un capricho tejido
por la musa de un dichoso.
No piense que es armonioso
juego de un estro liviano;
piense que yo no profano,
ni con mentiras sonoras,
las penas desgarradoras
del corazón de un hermano.

Una canción de dolores
me piden mis padeceres,
tal como ayer mis quereres
pidieron cantos de amores;
que así como son mayores
si se cantan los contentos,
así los tristes acentos
de las trovas doloridas,
si no curan las heridas,
amansan los sufrimientos.

Mis penas son tan vulgares
como esas espinas duras
que erizan las espesuras
de todos los espinares.
Más hondas son que los mares
Más hondas y más sombrías
que un horizonte sin días,
pues no hay abismo tan hondo
como el abismo sin fondo
de unas entrañas vacías.



 

WILLIAM BUTLER YEATS




Nunca des todo el corazón



Nunca des todo el corazón pues el amor
apenas merecerá ser tema de pensamiento
para las mujeres apasionadas si parece
seguro; ellas nunca sueñan
que de beso a beso se va marchitando;
pues todo lo bello es sólo
un breve, soñador, amable deleite.

Oh, nunca des el corazón completamente
pues ellas, aunque otras cosas digan tersos labios,
han entregado su corazón al juego.
¿Quién podría jugar bien
si sordo y mudo y ciego de amor?
Quien esto escribe conoce bien todo el costo,
pues dio su corazón y lo perdió.


Versión de Enrique Caracciolo Trejo


OLVIDO GARCIA VALDÉS





Tras el cristal



Tras el cristal, se desconoce
el cuerpo, como un hijo
que crece, como si jugara
y de pronto fuera desconocido.
Coloca entonces
tu mano en el estómago,
la palma abierta, y respira
profundo. Al fin somos culpables
de quien muere, y también
de vivir. Barrios
se hacen poblados peligrosos
por la noche, hay humaredas,
rostros cetrinos junto a fuegos.


De "Ella, los pájaros"


ADRIANA LANZA




  
El sendero



La infancia es un sendero
elegido en la memoria
que la niña recorría
para cruzar los cerros.
Un niño le había dicho
que del otro lado su sombra
encendía las lámparas
de un país hechizado.
¿Soñaba con ese país?
¿O con el niño heraldo?
Al despertar le susurraba la canción
de un pingüino viajero.
Alguien atravesaba
con la niña el abismo.
Eterno amigo el recuerdo.
El miedo atisbaba desde sus pupilas
que invocaban a las siluetas
de los juguetes en la oscuridad.
Danza macabra de mis desvelos.
Yo aquí, hablando de ello
con el íntimo vértigo
de cruzar el estrecho sendero.