"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 8 de noviembre de 2022
TINO VILLANUEVA
Escena
de la película ‘Gigante’
Lo
que llevo conmigo de 1956 es un instante en el Cine
Holiday, donde una breve escena, como en
un sueño, se convirtió en un distintivo de la película. Hacia
el final aparece… la escena del café, que
proyecta un leve espectro de luz, inhóspito deseo
De
verse a sí mismo una vez más, aunque a veces
no agrade ver las películas de antaño. Empieza con un
tintineo de campanas y la verdad más evidente:
que la puerta de un café de carretera se abre y
se cierra cuando los Benedict (Rock Hudson y Elizabeth
Taylor),
su hija Luz, y su nuera
Juana y su nieto Jordy la atraviesan, no sin dejar de ser
observados. En realidad nada es un acto
de bondad a los ojos de Sarge, que es dueño de este
antro y la tiene tomada con Juana, de ojos oscuros, cansada
De
tanto anhelo que conlleva el rechazo.
Las miradas de Juana, apenas habiendo entrado, y las de Sarge,
robusto y descontento desde detrás del mostrador, se cruzan
mientras el tiempo se detiene como el calor. El silencio lo invade
todo, asumiendo el nombre de odio, y Juana
No
puede soportar el pavor—la mirada oscura de Sarge
contra su piel. De repente suenan las campanas otra vez.
Con el caminar silencioso y pesaroso, entran tres con aire
mexicano, a los que Sarge se niega a servir…
Esos gestos suyos, esas miradas que podrían matar
Se
te clavan en el alma por mucho tiempo. Una escena del
pasado me ha sorprendido en el acto de vivir: incluso
a mí mismo no puedo más que repetirme con frases preocupadas,
sobre un papel, cómo sorporté la arrogancia de una brusca
voz teñida con los fuertes colores de la pantalla;
Cómo en un principio apenas experimenté nada que decir
y ahora me pregunto si alguna vez podré vivir lo bastante para contar
la historia posterior. Recuerdo esto y me recuerdo a mí mismo
atrapado en una butaca del final — soy una débil luz parpadeante,
indefensa, un lugareño insignificante de catorce años.
Versión
de Rafael Cabañas Alamán
ETHEL KRAUZE
56
Por
el mundo iremos
colocando
tu nombre entre los surcos y las calles
para
que nazcan nuevas ramas
sábanas
limpias
dulces
augurios
brazos
en las noches.
Lo
subiremos al monte
lo
bajaremos al fondo de las grutas submarinas
lo
sembraremos en los ojos enfermos
y en
las manecillas de los relojes desesperados,
lo
depositaremos con cuidado en las gavetas de las oficinas,
envuelto
en una cajita de regalo con su moño carmesí.
No
tendrá fin tu nombre en nuestras manos.
De:
“Un nombre con olor a almizcle y a gardenias”
ENRIQUE MOYA
Arco iris
I
El
sol se detuvo
Llovía finamente
El arco iris se fundía
con el borde distante de la Tierra
Que
las mujeres eran mujeres
no lo supe hasta ese día
una sombra sobre otra sombra me lo reveló
Entonces me cambió la voz
Fue mi bautizo en un fuego
superior al misterio del arco iris
II
Los
años pasan
Hablan sus enigmas
La piedra canta a la pradera
El rocío siembra sus colores en la hierba
En la pradera se aguzan los instintos
De
los pájaros aprendí
a girar bruscamente en pleno vuelo
conocí a la sierpe y repté sobre las rocas
pulidas por los elementos
fui resto de sangre y zorro en espera
como muchos animales
devoré y devorado fui
III
La
respiración del campanario
el lento paso de los gusanos que mudan
de uno para otro cuerpo
el cascabel de las hojas secas
ya no me son ajenos
Oigo
la brisa del camposanto
su tierra negra me habita
corre por mis venas
IV
Al
final del arco iris veo a un niño
su sonrisa bien vale otra
Lleva
en sus manos sucias de color
una vasija llena de oro rojo
de oro verde y de oro azul
De: “Café Kafka”
ALDA MERINI
Soy
una mujer
aaaaaaaaaaaaaaa(a Salvatore Quasimodo)
Soy
una mujer que desespera
que no encuentra paz nunca en ningún lugar,
a la que la gente desprecia, a la que los paseantes
miran con despecho y con furor;
soy un alma colgando de una cruz
pisoteada, burlada, escupida:
me han quedado sólo los ojos
que yo elevo al cielo a Ti gritando:
¡quítame del regazo cada suspiro!
JHANAYRA MANZANO
Herencia
Ella
sólo sabe hacer amasijos
con hilos rugosos, de colores desencajados
se fue quedando enredada en ellos
ahora cuesta encontrarla
le
fueron quitando sus dedales sus uñas
la arena resecó sus labios y solo hubo silencio
la sal se ha fijado a sus huesos
la ha paralizado
las
tardes pasan en la fábrica de amasijos
del tono de la luz que se fuga
teje y desteje las razones de su luna viajera
y cada sonido se enlaza con el odio
sigue
en sus horas mezclando lo innombrable
hilos entretejidos sin forma específica
en
una habitación
aún puede escuchar su infancia
a veces asomaba el rostro
entre las rejas
y soñaba con tesoros escondidos
en el patio de abajo
ella
sólo sabe hacer amasijos de azul
se enreda y deja de moverse
se complace en quitarse trozos de memoria
porque aun le queda el silencio y la luz tenue
una
mujer sigue buscando su luna
en el silencio de una tarde que se duerme
busca un hilo de luz para seguir tejiendo
De:
“Infancia, amor mío”
