"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
miércoles, 20 de julio de 2022
GILLIAN ALLNUTT
Marioneta
checa
Hay
muchas como yo.
Fui
hecha en un mundo de madera y viejas supersticiones.
Fui
hecha, con anillos en mi cabeza y mis muñecas, para sujetar
sólo
las cuerdas que me sujetan.
Vaclav
me hizo con sus múltiples cuchillas.
Su
hija del medio me hizo con su leche y su aguja de plata.
Perdí
mi espada en el mar, cuando el capitán huyó conmigo de la obra,
y
los domingos por Vtlava.
Fui
dividida como Checoslovaquia.
Mis
cuerdas estaban hechas de seda cruda, roja y podrida
en
el mar y enredadas entre sí a mi alrededor.
Versión
de Luis David Palacios
WOLE SOYINKA
Dedicatoria
para Moremi, 1963
La
tierra no comparte la viga de la envidia; suelos de estiércol
Cortado,
no la ligera piel de la salamandra, sino su caída
Sabor
de este suelo a plomo y muerte en su vida profunda
Como
este ñame, totalmente enterrado, aún vivo tubérculo
En
la calidez de las aguas, enterrado como los manantiales
Como
las raíces del baobab, como el corazón.
El
aire no te lo negará. Como un alto
Girar
sobre el ombligo de la tormenta, por el azadón,
Las
raíces de los arados bosques son una vereda para las ardillas.
Ser
eterno como la turba oscura, pero que sólo lluevan
Dedos,
no los pies de los hombres, por más que estén lavados.
Largo
ropaje de la sombra del sol, correr desnudo hacia la noche.
Pimiento
verde y rojo – mi niño- su lengua arco
Su
cola de escorpión, volver a escupir directamente las acechanzas del peligro
Aún,
con el arrullo de la oscura paloma, zarcillo de rocío entre tus labios.
Escudo
que te gusta la carne de la palma de la mano, hacia el cielo dirigida
Colmillos
en nido de espinas, sin cáscara como el corazón de la semilla
La
carne de la mujer es aceite – mi niño, aceite de palma en tu lengua
Flexibilidad
para vivir, y el vino de esta calabaza
Desde
su propia prisa corriendo arroyos como repuestos
Sus
esfuerzos, mi niño, son el destete con que nos abrazan
Tierra
de enmielada leche, el vino de la única costilla.
Ahora
enrollo su lengua en miel hasta que sus mejillas son
Enjambres,
panales -su mundo necesita dulcificarse-, mi niño.
Irosun,
el árbol rojo, ronda el corazón, tiza para el vuelo
De
la mancha -¿puedes verlo mi niño? ¡Ya amanece!-bajo el antimonio
De
las axilas, como una diosa, nos deja este largo sabor
De
sus labios, de sal, que tú puedes buscar
Nunca
en las lágrimas. Esto, agua de lluvia, es el regalo
De
los dioses-bebida de su pureza, frutos de estación.
Frutas
luego a sus labios: apresurado por recompensar
La
deuda del nacimiento. Pleamar en el hombre-marea como en el océano
Y su
reflujo, dejando un sentido de fósiles arenas.
Versión
de Mario Bojórquez.
TINO BARRIUSO
Milonga
de andar muerto
Soy
como lluvia: el descenso
de una nube desplomada.
Soy una risa gastada
y sollozo cuando pienso.
Soy un castillo indefenso,
soy una inútil certeza:
se arruinó la fortaleza
cuando murió el verbo amar.
Y nunca supe gritar:
perdonadme la tristeza.
De:
“Que asedia el mar”
EUGENIO GERARDO LOBO
A
Marsia, llorando
Tanto
a tus ojos claros desafía
el tirano dolor que el alma siente,
que a los diluvios de cristal corriente
todas sus luces tu beldad les fía.
Vivo
el cuidado, mustia la alegría,
dio sepulcro a tu sol tu mismo oriente;
y, a pesar del ahogo, se consiente
más triste si no menos bello el día.
Fue
de tus luces providencia rara
el que a un afán el llanto las rindiera,
y en derretido aljófar anegara;
y a
los activos rayos de tu esfera
fue preciso que el agua los templara,
porque el mundo a su ardor no se encendiera.
ANTONIO HERNÁNDEZ
Testamento
Que
no me coma la envidia,
la peor enfermedad;
que no sepa de venganza
ni aun cumpliéndose en justicia;
que guardián no sea el odio
de una apagada alegría;
que el rencor no me empobrezca
a la hora del balance.
Y que todo sea así
no para ganarme el Cielo
sino por que vuele en paz
mi ceniza en el olvido.
WINÉTT DE ROKHA
Trenzas
de humo
Porque
los exaltados nubarrones
descienden en la soledad del amanecer,
y los altos tejados inyectan su veneno de hastío,
y sobrepujan
a la onda exterior y superficial del día.
¿De
dónde han venido aquellas mariposas
tan amarillas,
a deshojar un collar de ébano
alrededor de mi garganta,
que es un lirio entre dos abismos?
Allá
los corderos mudos,
sacrificados en el marco de la mañana;
allá los volcanes libres y los pensamientos,
los caracoles rubios besando las bocas
de las campanillas jugosas.
La
danza inmediata de aquel viento que huele a muerte,
encuclillándose a mis pies, ahora,
palpándome las sienes con una gasa desprendida.
La
claridad en los ojos risueños
como el advenimiento de Pentecostés.
Mi
corazón se precipita
a la orilla de los horizontes sin medida,
deteniendo hélices,
con un puñado de ópalos en acción,
y, como si todo, absolutamente todo
ocurriera,
estoy en las fronteras del sentido habitual,
mirando cómo las piedras,
(sin que nadie las escuche pensar),
lavan su cara
con la inmovilidad del tiempo.
Pareciendo
mi ser una hoja de platino.
