"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 16 de octubre de 2017
ALFREDO CHACON
Llamado 2
Vuelve
a ser
tu
ausencia repentina.
Decídete
a empezar
por mí
donde
nunca te busco
y
siempre estoy.
ADRIANA PÉREZ
Onírico-celeste
sonámbulas
horas
transitan por tu barba
transitan por tu barba
tengo
sueño
¿puedo
dormir
en tus párpados?
en tus párpados?
qué
placeres tan culpables
son tus hilos color de luna
son tus hilos color de luna
reminiscencias
etéreas
hamacas
de días venideros
hamacas
de días venideros
IVÁN TUBAU
Patria
Nací
en un tiempo triste y en un triste país
donde las cosas bellas tenían nombres feos
donde pecado
era el nombre que daban al amor y donde
tristes gentes hablaban de la guerra y se tocaban
el sexo en las tinieblas y con prisas furtivas
en la noche del sábado tras haber contraído
matrimonio buscando
patrimonio y remedio
a la concupiscencia o a la sífilis.
Nací en un tiempo triste
y en un triste país
donde la gente iba vestida
de negro casi siempre
y llevaba bigotes cuadrados en el alma. Donde
ya no servían los nombres de las cosas
porque las cosas estaban prohibidas
o eran obligatorias: levantar el brazo
con la mano extendida
para que los brazos no pudieran
abrazar y las manos
llegaran siempre tarde a la caricia.
Nací en un tiempo triste y en un triste país
donde los niños se llamaban flechas
o pelayos cuando eran ya mocitos
y llevaban camisa
azul y la cabeza
rapada por la parte de dentro y por defuera:
mitad monje y soldado les decían
que tenían que ser cuando crecieran
y hubieran de avanzar gallardamente
por Dios hacia el Imperio o viceversa.
Nací en un tiempo triste y en un triste país
donde las niñas
se llamaban Begoña y aceptaban
mansamente un futuro
de monjas o matronas gordezuelas
cuando la superiora colocaba
duros sostenes sobre sus tetas tiernas
y más duros aún sobre la parte
más tierna del cerebro para que las ideas
no desbordaran nunca el límite preciso
de su destino de mujer: virgen o madre
y si fuera posible las dos cosas.
Nací
en un tiempo triste y en un triste país:
abjuro para siempre
jamás de aquella patria
donde un millón de muertos velaban el cadáver
de los supervivientes.
Nací
en un tiempo triste y en un triste país
donde las cosas bellas tenían nombres feos
donde pecado
era el nombre que daban al amor y donde
tristes gentes hablaban de la guerra y se tocaban
el sexo en las tinieblas y con prisas furtivas
en la noche del sábado tras haber contraído
matrimonio buscando
patrimonio y remedio
a la concupiscencia o a la sífilis.
Nací en un tiempo triste
y en un triste país
donde la gente iba vestida
de negro casi siempre
y llevaba bigotes cuadrados en el alma. Donde
ya no servían los nombres de las cosas
porque las cosas estaban prohibidas
o eran obligatorias: levantar el brazo
con la mano extendida
para que los brazos no pudieran
abrazar y las manos
llegaran siempre tarde a la caricia.
Nací en un tiempo triste y en un triste país
donde los niños se llamaban flechas
o pelayos cuando eran ya mocitos
y llevaban camisa
azul y la cabeza
rapada por la parte de dentro y por defuera:
mitad monje y soldado les decían
que tenían que ser cuando crecieran
y hubieran de avanzar gallardamente
por Dios hacia el Imperio o viceversa.
Nací en un tiempo triste y en un triste país
donde las niñas
se llamaban Begoña y aceptaban
mansamente un futuro
de monjas o matronas gordezuelas
cuando la superiora colocaba
duros sostenes sobre sus tetas tiernas
y más duros aún sobre la parte
más tierna del cerebro para que las ideas
no desbordaran nunca el límite preciso
de su destino de mujer: virgen o madre
y si fuera posible las dos cosas.
Nací
en un tiempo triste y en un triste país:
abjuro para siempre
jamás de aquella patria
donde un millón de muertos velaban el cadáver
de los supervivientes.
De: "Domicilios transitorios"
ANDREA OCAMPO
Rioja ida y vuelta
Hombres
al ras, como nuevos relucen
todavía
colonia en los dedos
del
primer cigarrillo.
Fumamos
antes de levantar las persianas
y
exhibir las sonrisas del contrato.
Robamos
minutos para ver el cielo
aunque
sea a través de una personal nube
de
humo. Temprano la vereda
lavada
se respeta somos una tribu limpita
y
silenciosa:
cruzarnos
a diario no implica el saludo.
Compartimos
la
rutina y su látigo en detalle:
la
corbata, el maquillaje, el reloj, los tacos.
Y recién
empieza. Y no tiene orilla.
Después
son las horas innumerables,
la
conciencia de un infinito misterioso
y
ajeno.
Me
pienso a la hora del regreso
la
misma calle con el sol de frente,
los
colores cansados, el cigarrillo de la vuelta.
¿Qué
puedo pedir?
Ser una
golondrina y cruzar el mar
sin
mirarlo.
DOUGLAS TÉLLEZ
María Tudor
(Antonio Moro)
María
Tudor conserva la palidez anémica,
la
torpeza refinada y la mirada vacía
de las
decrépitas noblezas europeas.
Las
piedras y tocados no transmiten
calor,
color o alegría.. La roja rosa
que
María sostiene en una de sus manos
es lo
único que emana un leve perfume
de
vida.
RODRIGO QUIJANO
Nocturno
Dos
sombras,
Dos silencios,
Se sientan frente al mar de los recuerdos.
Mojan sus pies
En crónicas de espuma;
Blancas memorias
Revientan en la noche de sus dedos.
Dos silencios,
Se sientan frente al mar de los recuerdos.
Mojan sus pies
En crónicas de espuma;
Blancas memorias
Revientan en la noche de sus dedos.
Dos
sombras,
Dos espejos,
Escuchan el oleaje de su pecho.
Cubren las astillas
de sus labios;
No saben que la mar
se mece con el ritmo de sus sueños.
Dos espejos,
Escuchan el oleaje de su pecho.
Cubren las astillas
de sus labios;
No saben que la mar
se mece con el ritmo de sus sueños.
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