Rioja ida y vuelta
Hombres
al ras, como nuevos relucen
todavía
colonia en los dedos
del
primer cigarrillo.
Fumamos
antes de levantar las persianas
y
exhibir las sonrisas del contrato.
Robamos
minutos para ver el cielo
aunque
sea a través de una personal nube
de
humo. Temprano la vereda
lavada
se respeta somos una tribu limpita
y
silenciosa:
cruzarnos
a diario no implica el saludo.
Compartimos
la
rutina y su látigo en detalle:
la
corbata, el maquillaje, el reloj, los tacos.
Y recién
empieza. Y no tiene orilla.
Después
son las horas innumerables,
la
conciencia de un infinito misterioso
y
ajeno.
Me
pienso a la hora del regreso
la
misma calle con el sol de frente,
los
colores cansados, el cigarrillo de la vuelta.
¿Qué
puedo pedir?
Ser una
golondrina y cruzar el mar
sin
mirarlo.
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